Los peligros de Mali

Mientras la economía mundial sigue mostrando su debilidad –y las economías de España, Grecia y otros países necesitan urgentemente solucionar sus problemas internos–, ha estallado una nueva guerra en África. El hasta ahora secretario de Defensa estadounidense, Leon Panetta, ha advertido que “los rebeldes de Mali constituyen una amenaza para nuestro país y una amenaza para el mundo”. Aun antes de que fuera pronunciada tal advertencia, el Gobierno francés lanzó una operación militar en su excolonia enviando una fuerza compuesta por 3.000 hombres. El objetivo, según el ministro de Defensa francés, Jean-Yves le Drian, es “la total reconquista de Mali”.

Parece darse, en público, un alto grado de acuerdo con la declaración del secretario de Defensa estadounidense pero, en privado, estadistas europeos y de otra procedencia plantean preguntas y advertencias. Y con toda justicia. Ello se debe a los indicios crecientes en el sentido de que el pequeño Mali tiene bazas para convertirse en un nuevo Iraq, Afganistán o Somalia. Abordaré en estas líneas tales preguntas y las posibles respuestas al respecto.

En primer lugar, ¿son dignas de crédito las palabras de Panetta? Aun suponiendo que elementos de Mali quieran “atacar al mundo”, como dijo Panetta, ¿podrían hacerlo?

Los hechos parecen sumir el asunto casi en el ridículo. Mali es un país pobre, sin salida al mar y atrasado, buena parte de cuyo territorio se adentra en el vasto desierto del Sáhara. La mitad de los quince millones aproximadamente de sus habitantes sobreviven con menos de 1 euro al día. Sólo una de cada tres personas sabe leer y escribir. Mali no tiene un ejército o fuerza aérea modernos ni, desde luego, armada. Y con aproximadamente la mitad de población, Catalunya decuplica aproximadamente la potencia eléctrica de Mali.

Y, un factor más importante, los habitantes de Mali se hallan honda y terriblemente divididos. Llegan literalmente a las manos entre sí por problemas de índole local y no muestran ningún interés por los temas de orden exterior. Una breve mirada a su historia indica por qué.

Mali es un Estado artificial, forjado por los franceses al término de su régimen colonial. Nueve de cada diez miembros de la mayoría mandinga (africanos negros) y uno de cada diez miembros de la mayoría tuareg (semiblancos) no son ciudadanos profundamente comprometidos con su país.

Mali sólo data de 1960, cuando los senegaleses se retiraron de la confederación africana occidental; el año pasado, el 2012, la rebelión tuareg declaró su independencia y proclamó asimismo un territorio independiente, el Azawad. En Mali, como en otras partes de África, el trazado colonial de fronteras y la creación de estados multiétnicos ha sido una importante fuente de hostilidad interna.

Además de los dos grupos principales, los malienses hablan unas cuarenta lenguas más. La religión tampoco ha resultado ser un aglutinante para el nuevo país. Nueve de cada diez malienses son musulmanes, pero difieren, como los acontecimientos recientes han puesto de manifiesto, en la interpretación de su fe de modo violento. Desde luego, no han podido ponerse de acuerdo sobre una política exterior aventurera ni han sido capaces de proyectar el poder que no tienen.

En segundo lugar, ¿puede representar Mali una amenaza para el mundo en el futuro? No hay ninguna razón digna de crédito para creer que pudiera darse el caso. El verdadero peligro es de orden interno. Por muy pobre que sea ahora el país, sus escasos recursos se harán rendir al máximo y se verán sobrepasados, posiblemente, por un rápido aumento de la población. Mali ya es el segundo país en el índice de crecimiento demográfico mundial. Casi el 65% de sus habitantes tienen menos de 25 años, por lo que Mali experimentará una explosión demográfica en las próximas décadas.

En tercer lugar, por tanto, ¿cuál es el verdadero peligro de Mali? Es precisamente el peligro que representa la falta de consenso entre distintos grupos con creencias fuertes y necesidades desesperadas. La historia política de Mali en los últimos veinte años es una letanía de una dictadura tras otra que es derrocada por un nuevo golpe de Estado. El año pasado hubo dos golpes de Estado. El régimen actual es hijo de uno de ellos. Por tanto, el Gobierno es elegido por la bala de un kaláshnikov en lugar de por la papeleta de voto.

En esta lucha, la minoría tuareg se mueve con la fuerza de la religión y el nacionalismo, fortalecida además por la experiencia. Además de su reivindicación de independencia y su intolerancia con respecto a los habitantes más acomodados del sur –zona más poblada–, los tuaregs nómadas han servido durante años a la vecina Libia, donde estaban subvencionados, entrenados, armados y utilizados por el presidente libio Gadafi. Cuando Gadafi fue derrotado, volvieron al sur. Aunque ningún líder ha hablado en su nombre, es evidente que creen que su única esperanza es luchar por una patria en Mali. Aun siendo pobres, el Azawad es su objetivo.

Sin parecer muy informado y con escasas simpatías por los tuaregs, el presidente francés decidió intervenir el 11 de enero en nombre del último régimen instalado en el poder. Y tal circunstancia es la que debe considerarse como la amenaza real que la cuestión de Mali representa: una guerra larga, costosa y sin resultados concluyentes.

En cuarto lugar, ¿en qué consiste, pues, tal peligro? Guarda relación con lo que deberíamos haber aprendido en otras guerras recientes: a las fuerzas militares extranjeras les es fácil entrar pero, habitualmente, muy difícil salir. Por otra parte, debido a que sus rivales locales carecen de equipos tecnológicamente avanzados y de grandes ejércitos, estos combaten mediante operaciones de guerrillas. Al intentar derrotar a este tipo de enemigos en Vietnam, Iraq, Afganistán y Somalia, los estadounidenses y, en menor medida, España han sufrido serios daños, malgastando cientos de millardos de dólares que tanto precisan las propias sociedades. Los combatientes guerrilleros son luchadores esquivos y cuando se hallan respaldados por su gente son casi invencibles. Atacan, se esfuman y vuelven a atacar de nuevo.

Ya en estos últimos días podemos observar tales tácticas en acción: los guerrilleros tuaregs, dados casi por derrotados, han atacado la segunda ciudad de Mali, Gao, a orillas del Níger. En los próximos días les veremos formando reductos en las escarpadas montañas y los desiertos sin caminos. En el futuro, los aliados franceses y sus aliados descubrirán fácilmente que Mali es un territorio de arenas movedizas donde quedarán empantanados en una guerra interminable e inútil.

William R. Polk, miembro del consejo de planificación política del Departamento de Estado durante la presidencia de John F. Kennedy.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *