Los peligrosos mitos del cáncer

Este año, el Día Mundial contra el Cáncer estará especialmente dedicado a revelar los mitos dañinos sobre la enfermedad. La elección de este tema (representado por la consigna “Cáncer: ¿sabía usted?”) ofrece una oportunidad para reflexionar sobre las verdaderas consecuencias del cáncer y mejorar los esfuerzos mundiales de prevención y tratamiento.

Un mito predominante dice que el cáncer es ante todo un problema de los países desarrollados. Pero si bien es cierto que está muy extendido en los países ricos, los habitantes de los países más pobres del mundo pierden más años de vida por causa de la enfermedad. Mientras que en las naciones de altos ingresos los avances médicos y tecnológicos ayudan a los pacientes con cáncer a vivir más tiempo (hasta el punto de que algunas formas de cáncer se han convertido en la práctica en enfermedades crónicas), en las de bajos ingresos los pacientes todavía mueren jóvenes.

Esto no solamente es injusto, también es terriblemente trágico. No está bien que personas que han podido escapar de asesinos como la malaria y el SIDA mueran prematuramente de cáncer, especialmente de aquellas formas de cáncer para cuya prevención basta algo tan sencillo y económico como una vacuna.

Se ignora a menudo que entre el cáncer y la vacunación existe un vínculo, lo que también revela un segundo error común: pensar que enfermar de cáncer es cosa del destino (tal vez con ayuda del hábito de fumar). Pero la verdad es que uno de cada seis casos de cáncer que ocurren en todo el mundo es producto de algún agente infeccioso conocido, proporción que llega hasta uno de cada tres en algunos países del África subsahariana. Los cuatro mayores culpables son los virus de la hepatitis B y C (VHB, VHC), el virus del papiloma humano (VPH) y la bacteria Helicobacter pylori, que en conjunto son responsables cada año de 1,9 millones de casos de cáncer hepático, gástrico y de cuello uterino.

En la actualidad, mueren más mujeres de cáncer de cuello uterino (una muerte cada dos minutos) que de complicaciones relacionadas con el parto. De las 275.000 defunciones que causa la enfermedad cada año, el 85% se produce en los países más pobres del mundo; no hay que olvidar que el cáncer de cuello uterino tiende a ensañarse con las mujeres más vulnerables, por ejemplo, las portadoras de VIH. A menos que se tomen medidas de control, de aquí a 2030 la cantidad de muertes debidas a este tipo de cáncer llegará a 430.000 por año.

Luego viene el VHB. Este virus es más de 50 veces más contagioso que el VIH; se transmite a menudo de madre a hijo antes o muy poco después del parto, y las personas infectadas tienen mayor probabilidad de contraer cáncer de hígado en algún momento de sus vidas. Se estima que hay en el mundo dos mil millones de personas portadoras de VHB; 350 millones padecen infección crónica. De estas últimas, el VHB causará la muerte de aproximadamente una de cada cuatro por cáncer hepático o cirrosis (una consecuencia de la enfermedad hepática crónica).

La buena noticia es que contamos con potentes medios para evitar muchas de estas muertes. Ya hay vacunas contra el VPH capaces de prevenir hasta el 70% de los casos de cáncer de cuello uterino y se están desarrollando otras que mejorarán esta cifra todavía más. Por su parte, hay vacunas contra el VHB con un 95% de eficacia en la prevención de la infección y de sus consecuencias crónicas.

También se está trabajando en la creación de vacunas contra la bacteria Helicobacter pylori y el VHC (aunque este último está dando batalla). Incluso se han obtenido resultados prometedores con una vacuna para el virus de Epstein-Barr, que serviría de protección contra algunas clases de linfoma.

Pero la financiación de estas vacunas y su distribución entre los ciudadanos más vulnerables de los países de bajos ingresos es todo un problema. Si bien desde 1992 la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda incluir la vacuna contra el VHB en los programas rutinarios de vacunación, su elevado precio obstaculizó en un primer momento la adopción en algunos países en desarrollo (problema que más tarde amenazó con repetirse con la vacuna del VPH). Pero la Alianza GAVI intervino para asegurar que esto deje de ser un problema en el caso del VHB, y es improbable que vaya a serlo en el del VPH.

Desde su creación en el año 2000, la Alianza GAVI trabaja para facilitar el acceso de los niños de los países más pobres del mundo a vacunas que pueden salvar sus vidas. En cooperación con el Banco Mundial, la OMS, UNICEF y la Fundación Bill y Melinda Gates, hemos usado innovadoras herramientas de financiación para recaudar fondos destinados a programas mundiales de vacunación, al mismo tiempo que trabajábamos con la industria farmacéutica para reducir los precios de las vacunas.

Con la inclusión de la vacuna contra el VHB en un combinado pentavalente (cinco vacunas en una), la Alianza ya facilitó su inclusión en programas rutinarios de inmunización que alcanzan a niños de 70 países. Ahora la Alianza está trabajando para poner la vacuna contra el VPH al alcance de más de 30 millones de mujeres y niñas de los países más pobres del mundo, de aquí a 2020; como parte de esta campaña, y en coincidencia con el Día Mundial contra el Cáncer, hemos lanzado programas demostrativos en ocho países en desarrollo.

Está cada vez más comprobado que las vacunas, además de prevenir enfermedades y muertes, también ayudan al desarrollo cognitivo de los niños y mejoran su desempeño escolar, lo que supone un incremento del potencial de crecimiento económico de sus países. En la lucha contra el cáncer, los avances médicos pueden recortar de las tasas de mortalidad unos puntos porcentuales preciosos; es decir que mejorar el acceso a las vacunas puede tener enormes consecuencias, ya que por apenas unos pocos dólares por dosis se puede reducir drásticamente la cantidad futura de casos en los países en desarrollo.

La gente de los países avanzados conoce muy bien aquella máxima que dice que más vale prevenir que curar; pero como en el mundo desarrollado las vacunas son tan fáciles de obtener, el foco de las medidas de prevención en estos países se trasladó a modificar los estilos de vida causantes de cáncer.

Entretanto, la gente de los países en desarrollo no tiene acceso a herramientas simples y eficaces para la prevención de varios de los tipos más comunes de cáncer. Mejorar el acceso a las vacunas es fundamental para resolver esta injusticia global y reducir la brecha creciente entre los ricos y los pobres. Esto exige, primero y principal, desnudar el mito de que es imposible “contagiarse de cáncer”.

Seth Berkley, M.D., is Chief Executive Officer of the GAVI Alliance, which works to immunize children in the developing world. He holds academic appointments at Brown University, Columbia University, and New York University. Traducción: Esteban Flamini.

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