Los perros guardianes de Europa en la noche

La nueva Comisión Europea presidida por Jean-Claude Juncker, ha tenido un comienzo difícil. Sin embargo, nadie se enteraría de esto al leer los titulares de las noticias. Tal como Sherlock Holmes aseveraba: por lo general, un perro que no ladra en la noche pasa desapercibido. En el caso de Europa, las reglas fiscales de la Unión Europea están en tapete de discusión, y la Comisión – por principio el organismo controlador de la UE – debe ladrar ruidosamente cuando no se respetan dichas reglas.

El mes pasado, parecía que los aullidos eran inevitables después de que dos grandes países de la UE, Italia y Francia, presentaran planes presupuestarios para el año 2015 que infringían claramente las promesas de sus gobiernos de continuar con la austeridad. En un primer momento, la Comisión rechazó obedientemente los dos presupuestos por ser incompatibles con la normativa de Estabilidad de la UE y el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC). Pero entonces sucedió algo tan “curioso”, algo que parecía haber sido extraído de una historia de Arthur Conan Doyle. Con diferencia de pocos días, los dos países ofrecieron mini-ajustes en sus presupuestos por valores de alrededor de 0,2% del PIB, y sus respectivos ministros de finanzas escribieron a la Comisión indicando que sus presupuestos debían ser aprobados ahora que se ofrecieron dichos ajustes. La Comisión no reaccionó, dejando a los líderes de Francia e Italia el espacio para abogar que ellos, y no a los burócratas de Bruselas, tenían la última palabra en el asunto.

De hecho, el pronóstico más reciente muestra un resultado aún peor para Francia e Italia para este año del que originalmente fue prometido; dicho pronóstico muestra que el déficit de Francia va a aumentar ligeramente en 2015 y que se espera que el déficit de Italia que es ajustado cíclicamente vaya a deteriorarse. El Pacto de Estabilidad y Crecimiento establece una mejora anual de al menos el 0,5% del PIB.

Por lo tanto, la nueva Comisión se arriesga a perder su autoridad desde el inicio de su mandato. Si pierde o no dicha autoridad es una pregunta crucial, debido a que el mantenimiento de un alto grado de credibilidad es esencial para la formulación de políticas económicas en la eurozona.

Para ver el por qué, vale la pena recordar que las reglas originales del PEC fueron juzgadas como “estúpidas” por un expresidente de la Comisión (Romano Prodi), debido a que la búsqueda simplista del logro de un déficit por debajo del 3% del PIB podría haber sido inadecuada durante las recesiones. Dicha argumentación fue aceptada, y el PEC supuestamente se hizo más “inteligente” al, por ejemplo, permitir que los déficits presupuestarios sean ajustados para el ciclo económico, añadiendo objetivos de mediano plazo para el gasto, e introduciendo cláusulas de escape.

Pero las nuevas reglas requieren, obviamente, que una institución fuerte las interprete, y que las decisiones discrecionales de dicha institución sean aceptadas por todos. A pesar de que comprobar si un presupuesto es inferior o no al techo del 3% del PIB estipulado por el PEC puede ser un asunto sencillo, puede haber un desacuerdo razonable sobre si el ajuste del ciclo económico debería estimarse en el 0,5% o el 0,8% del PIB, o si un país está cumpliendo o no su objetivo de gasto de mediano plazo.

Se supone que la Comisión debe tener la última palabra, garantizando con ello la credibilidad y la consistencia de las reglas – pero, aparentemente la Comisión parece haber perdido esta lucha en la primera ronda. Por supuesto que se podría argumentar que el PEC debería ser desechado, porque la austeridad no tiene sentido cuando la eurozona se enfrenta al riesgo de deflación. Sin embargo, debería ser la Comisión,  y no los países miembros que se encuentran fiscalmente vacilantes, quien decida eso.

Otro problema para Europa es cuando un perro sí ladra, pero ladra sin tener motivo. Este es el caso del Reino Unido, a quien se ha pedido pague una contribución adicional al presupuesto de la UE  por un monto aproximado de 2 mil millones de euros (2,5 mil millones de dólares estadounidenses, este monto equivale a un error de redondeo en el propio presupuesto del Reino Unido).

La razón para esta imposición suplementaria es que hace unas semanas la Oficina Nacional de Estadísticas del Reino Unido anunció, con orgullo, que había descubierto que el ingreso nacional bruto del país (PIB) había sido mucho mayor de lo previsto anteriormente, no sólo en el año 2013, sino también durante todos los años anteriores. Al incluir las revisiones del período 2002-2012, la diferencia asciende a alrededor de 350 mil millones de libras esterlinas (560 mil millones de dólares estadounidenses).

Debido a que todos los Estados miembro de la UE tiene la obligación de contribuir con aproximadamente el 1% de su PIB al presupuesto de la Unión, la revisión de datos del Reino Unido tuvo que conducir al pago retroactivo de miles de millones de euros. No obstante, el gobierno del primer ministro británico, David Cameron, ha declarado que no tiene intención de pagar un dinero que “la Comisión Europea no esperaba recibir y que no necesita”.

Estos dos casos – el caso del perro que debería haber ladrado pero no lo hizo, y el del perro que ladró sin razón – amenazan a los mecanismos fundamentales de la UE, que se basan en un libro de reglas claras cuyo cumplimiento es vigorosamente exigido por una Comisión fuerte. La Comisión de Juncker se arriesga a perder su autoridad desde el principio si las reglas pueden ser dobladas o rotas para dar cabida a las prioridades políticas nacionales de Estados miembros que son más grandes.

La Comisión tiene que recuperar el liderazgo político e intelectual y elegir un camino: o bien explica por qué se deben seguir las normas del PEC, incluso ahora, cuando se está frente a una deflación, o bien indica su acuerdo con quienes sostienen que el entorno actual exige la aplicación de un estímulo fiscal. No puede evitar tomar partido, al insistir públicamente en la imposición de reglas de austeridad, para luego dar su consentimiento cuando los Estados Miembros las infringen.

Los líderes de los Estados miembro también tienen que hacer lo que les corresponde. Complacer a populistas puede ser atractivo en términos de réditos electorales a corto plazo, pero el costo a largo plazo en términos de credibilidad, tanto su propia credibilidad como la de la UE, va a ser muy alto.

Daniel Gros is Director of the Brussels-based Center for European Policy Studies. He has worked for the International Monetary Fund, and served as an economic adviser to the European Commission, the European Parliament, and the French prime minister and finance minister. He is the editor of Economie Internationale and International Finance. Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

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