¿Cuál es la situación estratégica de la guerra de Ucrania? ¿Qué consecuencias podría tener la contraofensiva ucraniana en función de los resultados que arroje?
En noviembre concluyó la última ofensiva ucraniana con un éxito arrollador, al lograr forzar el cruce del río Siversky Donets y capturar la ciudad de Lyman. Poco después, la presión en Jersón forzó a los rusos a adoptar la dura decisión de retirarse de su cabeza de puente occidental en el Dniepr.
A partir de entonces la movilización rusa, el acortamiento de las líneas defensivas y el desgaste ucraniano forzaron a Kiev a adoptar una postura defensiva. Los rusos dispusieron así de tiempo para adiestrar a 300.000 reclutas y lanzar la ofensiva de invierno, que ha sido un estrepitoso fracaso tras sendos desastres ofensivos en Vuhledar y Bajmut. Este último, caracterizado por una enconada resistencia ucrania propiciada por la decisión de Zelensky de resistir a cualquier coste.
Esto significa que desde diciembre (hace ya medio año) Ucrania se ha limitado a defenderse y acumular fuerzas. Entretanto, Europa y Estados Unidos se han esforzado por entregar toda clase de pertrechos, consumibles (especialmente munición de artillería) y plataformas de combate de todo pelaje.
Simultáneamente, Europa ha asumido el coste de la guerra económica contra la Federación Rusa, las sanciones contra los hidrocarburos y la inflación generalizada en un contexto de sequía sumamente peligroso para el continente africano.
Indudablemente, los tres principales mecenas de Ucrania son Estados Unidos, Alemania y el Reino Unido. Y además la Unión Europea es el principal sostén del sector público ucraniano, gracias a las ayudas financieras.
Justo por eso podemos plantear que la contraofensiva ucraniana es una suerte de dividendo, que en función de su generosidad (o de su parquedad) facilitará que los accionistas mayoritarios sigan apostando por esta empresa bélica.
Nadie sabe cuando llegará el principal asalto terrestre de Ucrania. Puede que sea en mayo, puede que en junio e incluso puede que en julio. Pero lo que es seguro es que todo habrá sucedido antes de la mitad del verano. Y entonces todo dependerá de los dividendos.
Si los dividendos son abundantes y Kiev presenta resultados militares sólidos, no cabe duda de que uno o dos meses después de la contraofensiva se producirá una ofensiva de continuación para profundizar en los resultados de la primera. Y los accionistas mantendrán el flujo de recursos.
Si los dividendos son grises y Kiev muestra una capacidad muy limitada de avanzar tras medio año de preparación, el bando occidental se sumirá en un periodo de pesimismo. Pero probablemente aún habrá una oportunidad para que Ucrania acumule fuerzas para un segundo envite, que si fracasa o arroja resultados mediocres, sí sería definitivo.
Por último, si los dividendos son magros pese a la enorme inversión en términos de tiempo y recursos, con el plan de paz chino sobre la mesa y la moral baja, lo más probable será que Ucrania no llegue a tener una segunda oportunidad. Siempre y cuando Rusia también estuviera dispuesta a negociar.
¿Y qué es más probable que suceda? En el campo de la especulación (y de la mera opinión) parece razonable admitir que Ucrania lleva muchos meses adiestrando tropas y formando nuevas brigadas, a la vez que Rusia se ha pasado este tiempo sacrificando a las tropas movilizadas.
Kiev también cuenta con el apoyo de la inteligencia de Estados Unidos, ha recibido material tecnológicamente avanzado y se le han entregado artilugios de manera sorpresiva, como los misiles de crucero Storm Shadow, los misiles antiradar AGM-88 y en un futuro, los cazas F-16.
Con estos mimbres y ante un ejército ruso desgastado (aunque fortificado) los ucranianos tienen todos los medios y la información de inteligencia necesaria para asestar un golpe eficaz a Rusia y obtener unos dividendos grises o abundantes.
Yago Rodríguez es analista militar y geopolítico, y director de The Political Room.