Los próximos logros comerciales

Las noticias económicas son sombrías en todas partes del mundo. El crecimiento de la producción este año ha dejado que desear y las previsiones del Fondo Monetario Internacional muestran apenas una ligera mejoría para 2015. Europa podría estar volviendo a caer en una recesión, e incluso la alguna vez robusta economía alemana está tambaleante. La economía China se está desacelerando, y Brasil, Rusia e India están luchando para evitar un estancamiento.

Así pues, es una pena que se estén desatendiendo tres oportunidades importantes de crecimiento mediante una liberalización comercial –la Ronda de Doha para el Desarrollo de la Organización Mundial del Comercio, el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TTP) de la región Asia-Pacífico, y la Asociación Trasatlántica de Comercio e Inversión (TTIP) entre los Estados Unidos y la Unión Europea. Si se diseñan adecuadamente, las tres tienen el potencial de estimular el crecimiento mundial. Mediante la reducción de aranceles y barreras no arancelarias, la protección de la propiedad intelectual y la armonización de la reglamentación, se podrían generar cientos de miles de millones de dólares de producción –y millones de empleos mejor pagados.

Esta es una lección del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que cumple su vigésimo aniversario este año. En NAFTA at 20, publicación que edité, los expertos académicos y los responsables del diseño de políticas explican cómo el emblemático tratado de libre comercio es un ejemplo de los beneficios de la liberalización comercial –y por qué los líderes políticos deberían seguirlo.

La eliminación de aranceles entre Canadá, México y los Estados Unidos fue innovadora, riesgosa y controvertida. El TLCAN se convirtió en el foco de quejas sobre la globalización, el capitalismo y la decadencia del sindicalismo. Muchos señalaron que el tratado reduciría los salarios, eliminaría empleos y arrasaría con la industria agrícola en los Estados Unidos. En cambio, el TLCAN estimuló a las economías signatarias y se convirtió en el modelo de cientos de acuerdos de libre comercio subsiguientes.

El TLCAN contribuyó a abrir lo que el ex secretario mexicano de Comercio, Jaime Serra Puche, señaló había sido “una economía altamente proteccionista durante cinco o seis décadas”. Las exportaciones agrícolas estadounidenses sí supusieron un riesgo para algunos agricultores mexicanos, pero otros pudieron impulsar sus exportaciones hacia los Estados Unidos –y ver cómo aumentaban sus ganancias. Mientras tanto, los consumidores del país, en particular la clase urbana pobre, se beneficiaron de precios menores de los alimentos. De acuerdo con Stephen Haber, mi colega en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford, “después del TLCAN, y en gran medida debido a él, la economía mexicana y el proceso político se hicieron mucho más competitivos”.

Canadá también tuvo beneficios. La productividad de las empresas y trabajadores del país aumentó en 14%, lo que condujo a una década de mejora en los estándares de vida, según explicó el economista de la Universidad de Toronto, Daniel Trefler. Por otro lado, el ex ministro de Finanzas canadiense, Michael Wilson, explica: “Canadá es una economía mucho más moderna ahora de lo que hubiera sido”.

Mientras tanto, Canadá y México se han convertido en los dos principales mercados de exportación de los Estados Unidos y en 2013 representaron en conjunto 625,000 millones de dólares, más que los siguientes diez mercados de exportación más grandes combinados. Antes del TLCAN, las exportaciones a México equivalían más o menos a las del Reino Unido, y a la mitad de lo que se exportaba a Japón. Asimismo, este aumento del comercio creó numerosos empleos bien pagados.

El TLCAN produjo algo muy diferente al fenómeno de subcontratación externa que sus oponentes pronosticaron. Alrededor del 40% de lo que los Estados Unidos importan de México, de hecho se origina en los Estados Unidos. En el caso de Canadá esa cifra es del 25%. En contraste,  en lo que respecta a China, la proporción es de solo 4%. “No solo estamos vendiendo bienes mutuamente, sino que ahora los producimos conjuntamente”, señala Serra Puche.

De acuerdo con Lorenzo Caliendo, economista de la Escuela de Gestión de Yale (Yale School of Management), el aumento del comercio transfronterizo e incremento de los salarios reales (ajustados a la inflación) en los tres países se puede atribuir al TLCAN –incluso si se toman en consideración factores como la apertura de China, la crisis del peso, la burbuja tecnológica y la gran recesión. En resumen, como lo describió el ex Secretario de Estado de los Estados Unidos, George Shultz, “el TLCAN ha transformado la región”.

Ahora, el TLCAN puede seguir sirviendo como modelo para negociaciones comerciales que están en curso. Un TLCAN 2.0 podría centrarse en áreas que originalmente se excluyeron, como la movilidad laboral y la energía. El desarrollo de las arenas petrolíferas de Canadá, la revolución en el sector de la energía a partir de esquisto en los Estados Unidos, y la apertura a la inversión extranjera del sector petrolero mexicano implican el viraje geopolítico más importante desde el colapso del comunismo.

Asimismo, la conclusión del TPP o del TTIP podría impulsar el avance de la Ronda de Doha para el Desarrollo. “No hay duda de que un acuerdo mayúsculo de calidad ahora, como fue el TLCAN en 1994, podría significar un gran avance para el multilateralismo”, señala la ex representante comercial de los Estados Unidos, Carla A. Hills.

La liberalización comercial ha estado paralizada durante mucho tiempo. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, los presidentes estadounidenses, demócratas y republicanos por igual, han promovido el libre comercio como un pilar clave del crecimiento. John F. Kennedy lanzó lo que se convirtió en la Ronda Kennedy del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, y Bill Clinton ayudó a garantizar la aprobación del TLCAN en el Congreso, así como la Ronda Uruguay de Negociaciones Comerciales, que se habían iniciado y negociado durante los mandatos de los Presidentes George H.W. Bush y Ronald Reagan.

El Presidente Barack Obama ha promovido el TPP en Asia, pero solo recientemente solicitó al Congreso facultades de negociación por la vía rápida (la capacidad para solicitar un voto de aprobación o de rechazo sin enmiendas). Harry Reid, líder de la mayoría demócrata en el Senado, denegó la solicitud de Obama. El nuevo Senado controlado por los republicanos debe actuar rápido para aprobarla. Según Hills, "De ningún modo habríamos podido terminar las negociaciones del TLCAN sin la vía rápida".

Nadie negociará seriamente con los Estados Unidos si el Congreso puede escoger las enmiendas que prefiera. El ex representante comercial de los Estados Unidos, Mickey Kantor, recuerda los regateos de Clinton con los demócratas en el Congreso para que se unieran a los republicanos a fin de superar a las alas proteccionistas de ambos partidos y aprobar el TLCAN. Obama y la nueva mayoría Republicana deben decidir ahora si seguirán los pasos de sus predecesores para dar lugar a una nueva era de crecimiento económico.

Michael J. Boskin is Professor of Economics at Stanford University and Senior Fellow at the Hoover Institution. He was Chairman of George H. W. Bush’s Council of Economic Advisers from 1989 to 1993, and headed the so-called Boskin Commission, a congressional advisory body that highlighted errors in official US inflation estimates. Traducción de Kena Nequiz

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