Los que os cuidan os matarán

"Los que os cuidan os matarán". La confidencia de un militante arrepentido a un sacerdote era premonitoria y reveladora. Anunciaba veladamente que médicos islámicos establecidos en Inglaterra preparaban el atentado en el que dos coches colocados estratégicamente cerca de una concurrida discoteca podían haber causado centenares de víctimas. Reveladora porque muestra que las células terroristas en Occidente se nutren del material humano más diverso, lo que dificulta enormemente las pesquisas para fijar su perfil.

En las Torres Gemelas los autores eran islamistas, con corta estancia en EEUU, estudiantes en escuelas de aviación, etcétera. Los del 2005 en Londres eran británicos de confesión islámica, nacidos en el país. Los de la discoteca surgen del lugar más inesperado: médicos extranjeros empleados desde hace años por diversos hospitales del país. Gordon Brown ha prometido filtros severos para la contratación de personal extranjero sanitario, pero ¿qué franja profesional o demográfica está inmune en un país con el 3,5% de población islámica y en el que, según el Financial Times, unas 100.000 personas apoyan los atentados? El descubrimiento del insólito complot de médicos abre un inquietante horizonte y multiplicará el trabajo policial.

Las autoridades británicas han logrado prevenir, después de julio del 2005, tres grandes hecatombes: la de la discoteca, la de los 10 aviones comerciales volando hacia EEUU y la del envenenamiento con fertilizante de un gran centro comercial. Es improbable, sin embargo, que ellas, las autoridades, americanas, alemanas o españolas, tengan éxito siempre. Los terroristas solo necesitan acertar de vez en cuando. Cuentan, su minoría fanática, con las motivaciones y el escenario adecuado. Examinémoslos.

Hay quien piensa que la intervención en Irak es el agravio motor del rencor de los fundamentalistas islámicos. La afirmación es simplista. Negar que Irak ha aumentado el resentimiento de bastantes islámicos hacia Occidente y que está constituyendo un fértil campo de entrenamiento de terroristas sería una necedad. Ahora bien, prescindiendo ya de que los 3.000 muertos de Nueva York precedieron a Irak y no lo contrario, resulta obvio que, eliminado el agravio iraquí, Al Qaeda y los grupos afines enarbolarían o inventarían otro: la situación en Oriente Medio, la existencia de tropas de la OTAN en Afganistán (pedidas por su Gobierno), de la ONU en el Líbano (ídem), la propaganda depravada de la televisión occidental, el turismo profano de los europeos, la recuperación de Ceuta y Melilla o de la irredenta Andalucía (Al-Zawahiri dixit)...

España se marchó de Irak y nuestros soldados son asesinados en el Líbano, donde están bendecidos por la ONU, o nuestros turistas en Yemen. ¿Por qué? ¿Que humillación habían infligido nuestros compatriotas al Profeta o a sus enseñanzas?

La realidad es que el universo de Al Qaeda constituye una ideología totalitaria, medieval, capaz de volar el edificio de la ONU en Bagdad y matar a 19 funcionarios que estaban allí para ayudar al país, o la mezquita chií de Samarra por creer que una guerra civil iraquí sirve a sus intereses mesiánicos. La salida de Irak, conveniente o no, no saciará las apetencias vesánicas de los violentos. En algún sentido, las acrecentará.

Pasemos al escenario. La intervención en Afganistán debilitó enormemente la infraestructura de Al Qaeda. Sus grandes figuras están ocultas, pero, lamentablemente --ahí sí que la prolongación del avispero de Irak constituye un caldo de cultivo--, ha surgido la franquicia Al Qaeda. Grupos en Argelia, Londres, el Líbano... ven en ella una escuela de pensamiento e inspiración. La actividad terrorista pierde espectacularidad, pero aumenta en frecuencia y localización geográfica. Cuatro factores hoy la favorecen:

a) El fácil transporte y la porosidad de las fronteras: 400.000 islá- micos británicos viajan al año a Pakistán (¿reciben allí 80 de ellos entrenamiento?), millones de contenedores no inspeccionados entran en Estados Unidos...

b) El desarrollo tecnológico: los móviles se convierten en detonantes letales masivos; internet, en oficina de reclutamiento, etcétera.

c) El terrorista suicida: esta figura, abundante y creciente (de 27 ataques en Afganistán en el 2005 a 131 en el 2006) dificulta de forma patente la labor policial.

d) La quinta columna islámica en nuestros países: es hoy realmente minúscula (la gran mayoría ama la paz), pero los acontecimientos británicos apuntan a que la amenaza es diversa e impredecible.

Occidente tiene un problema. Ha de tratar de abordar con decisión cuestiones que hieren al mundo árabe (la de Oriente Próximo, por ejemplo, lo que reducirá el oxígeno a los terroristas) y reforzar el diálogo con la inmensa mayoría de musulmanes moderados. Pero no nos engañemos: hay un grupo fanático, con una concepción excluyente del mundo, que no tardará en golpear de nuevo y que nos obligará a defendernos. Lo que llevará no solo a dedicar más recursos a los servicios de detección, sino tal vez a retocar la legislación. Londres ya lo estudia.

Inocencio F. Arias, diplomático.