Los retos de la acción humanitaria

Un trabajador humanitario realiza una entrega a una beneficiaria del proyecto de Mundukide Fundazioa para la generación de oportunidades económicas a través de las capacidades agrícolas, apoyado por la AECID, en Cabo Delgado (Mozambique), en 2017. Miguel Lizana AECID
Un trabajador humanitario realiza una entrega a una beneficiaria del proyecto de Mundukide Fundazioa para la generación de oportunidades económicas a través de las capacidades agrícolas, apoyado por la AECID, en Cabo Delgado (Mozambique), en 2017. Miguel Lizana AECID

En términos de ayuda humanitaria, vivimos la peor crisis internacional desde 1945. 108 millones de personas recibirán este año asistencia, una cifra que muestra una situación crítica, tanto por los retos de financiación —solo está garantizado hasta el momento el 21% de los siete mil millones de euros de los fondos necesarios para 2020— como por las crecientes dificultades que las organizaciones y trabajadores humanitarios afrontan para hacer llegar la ayuda de emergencia destinada a salvar vidas. A los desafíos que ya enfrentábamos, se ha sumado la pandemia global de la covid-19, una amenaza impredecible y silenciosa que está impactando fuertemente en la actividad y en las vidas de todos, en especial de las poblaciones vulnerables y de nuestros cooperantes.

Hoy 8 de septiembre, Día del Cooperante, quisiera poner el foco en dos asuntos de calado. Por un lado, el reto del acceso de la ayuda humanitaria a sus destinatarios, cada vez más complejo y que desde hace años es tema de discusión entre las instituciones y los profesionales del sector; por el otro, la labor esencial que realizan los cooperantes y ONG dentro de sistema multilateral, europeo y bilateral de la cooperación al desarrollo y la acción humanitaria, y que en una efeméride como esta merece ponerse en valor.

Respecto a la primera cuestión, los profesionales humanitarios son conscientes de que los escenarios de crisis nunca son fáciles y de que deben estar preparados para actuar en una multiplicidad de emergencias, tanto súbitas como crónicas. Contribuir a paliar desastres naturales, hambrunas, conflictos armados o el drama de las poblaciones refugiadas, desplazadas y migrantes, por citar algunos ejemplos, requiere grandes dosis de planificación, de coordinación y manejo de situaciones extremas, además de un compromiso personal que, según confiesa la mayoría, proporciona una satisfacción superior a los riesgos que conlleva.

Sin embargo, la seguridad personal de estos trabajadores sobre el terreno se ha convertido en un problema creciente por el aumento de ataques directos a los mismos y a sus instalaciones, en particular a los equipos médicos. Asimismo, el pleno acceso humanitario, requisito fundamental para una acción efectiva, está sometido a frecuentes obstáculos como el control de movimiento, barreras administrativas, instrumentalización de la ayuda, falta de infraestructuras o contextos violentos. A estas trabas se añaden ahora las de la covid-19, con cancelación de vuelos, cierre de fronteras y falta de suministros. Todo ello restringe la asistencia humanitaria, con la consecuente pérdida de vidas y prolongación del sufrimiento.

Desde 2007, la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA) refuerza el monitoreo continuo del acceso como estrategia facilitadora del mismo. No hay soluciones únicas, sino medidas adaptadas a cada contexto. Está comprobado que para lograr el acceso pleno se requiere el apoyo firme a los socios locales y una coordinación permanente entre los actores no gubernamentales y las autoridades correspondientes, siempre bajo el cumplimiento estricto de cuatro principios humanitarios: imparcialidad, neutralidad, independencia y humanidad.

Por parte de España, dentro del esfuerzo mantenido por contribuir a prestar asistencia humanitaria desde el inicio de la pandemia, la Oficina de Acción Humanitaria de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) ha realizado una veintena de respuestas urgentes a través de los convenios de emergencia que las principales ONG humanitarias tienen suscritos con ella. En las últimas semanas, sin ir más lejos, en el marco de los vuelos humanitarios europeos, se han coordinado varios envíos de emergencia a Líbano y Venezuela.

El Gobierno de España, en una apuesta clara por el efecto multiplicador del multilateralismo, trabaja además de manera conjunta con los brazos humanitarios (ECHO) y de desarrollo (DEVCO) de la Unión Europea para promover el nexo entre desarrollo, acción humanitaria y paz. Muestra de ello son los paquetes Equipo Europa impulsados durante la crisis actual, en los que nuestro país contribuye de manera activa en su diseño y ejecución. Asimismo, desde el Gobierno se mantiene también el compromiso de alcanzar en esta legislatura el 0,5% del porcentaje de la Renta Nacional Bruta para Ayuda Oficial al Desarrollo, de la que un 10% debe destinarse a la acción humanitaria.

Muchos de los cambios que estamos viviendo sirven de estímulo para el futuro. En este momento de gran complejidad, la covid-19 ha venido a exacerbar las limitaciones existentes, entrando en una lógica humanitaria y de desarrollo diferenciada que obliga a una reflexión profunda. Debemos articular modelos y medidas novedosas, debemos ser capaces de movilizar más recursos para responder a unas necesidades crecientes, debemos continuar sensibilizando a la opinión pública al respecto. Pero también debemos respaldar más que nunca a nuestros cooperantes en el exterior, casi 2.700 en 95 países que enfrentan, además de las restricciones habituales de movimiento, transporte logístico y suministros, un riesgo mayor, si cabe, para su propia salud y la de sus familias, al igual que la de las poblaciones con las que cooperan. Es necesario canalizar soluciones de respuesta humanitaria ágiles y eficaces, lo que incluye mayor flexibilidad financiera, creación de centros de pruebas covid-19 que eviten cuarentenas y el acceso garantizado a los equipos de protección individual necesarios para desarrollar su labor.

Como parte de este esfuerzo para contribuir a facilitar el acceso humanitario en el contexto Covid-19, el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación y la Oficina de Acción Humanitaria de la AECID han puesto en marcha una iniciativa de diplomacia humanitaria para apoyar durante la pandemia, en contextos donde desarrollan su labor, a organizaciones humanitarias vinculadas a España.

En el plano bilateral, el Gobierno ha instruido a nuestras embajadas para que establezcan una interlocución política con las autoridades de aquellos países donde se han detectado problemas preocupantes. El objetivo es articular, junto a organizaciones humanitarias, organismos de Naciones Unidas y la Unión Europea, medidas facilitadoras de asistencia y acceso humanitarios, estableciendo canales de contacto periódico para mejorar el mapeo de barreras, la gestión y las acciones a seguir.

En el ámbito multilateral, nuestra Ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, que preside el Grupo de Donantes de Apoyo a OCHA, y su homólogo neozelandés, Winston Peters, que preside el Grupo de Trabajo de Alto Nivel en Nueva York, se han dirigido conjuntamente al Secretario General de la ONU para mostrar preocupación por el agravamiento de los problemas de acceso de los actores humanitarios en la actual coyuntura y sugerir un seguimiento exhaustivo de la situación.

Así pues, considerando que las crisis humanitarias son también crisis de acceso a las ayudas destinadas a estos fines, cada país y el sistema de cooperación internacional debe aprovechar este tiempo convulso para prevalecer, mejorar y avanzar en este y otros ámbitos, lo que solo será posible con el apoyo decidido a la labor de los cooperantes, eslabón indispensable de la cooperación y la acción humanitaria españolas.

Ángeles Moreno Bau es secretaria de Estado de Cooperación Internacional del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *