Los retos de la democracia en América Latina

En estos tiempos de convulsión en el mundo árabe, América Latina destaca por la estabilidad democrática y el crecimiento económico. En 2011 se realizan cinco elecciones presidenciales claves: las llevadas a cabo recientemente en Haití y Perú (primera vuelta), y las que vienen en Guatemala, Argentina y Nicaragua. Por cierto, no se escapan el golpe de Estado en Honduras en 2009 y el intento de alteración del orden democrático en Ecuador de 2010: pero, en general, la democracia electoral se ha afianzado como único medio legítimo de acceder al poder.

A pesar de los importantes logros democráticos, persisten en América Latina déficits significativos. Se observa frustración ciudadana ante la desigualdad de riqueza y poder, escasa participación popular en los asuntos públicos, corrupción pública y privada y una creciente inseguridad ciudadana.

Para consolidar la democracia en América Latina es indispensable contar con un análisis riguroso y plantear soluciones concretas. Esta fue la tarea que asumimos desde el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Organización de Estados Americanos (OEA) en la elaboración del Informe Nuestra Democracia, gracias al apoyo del Gobierno de España, a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo ( AECID).

El Informe, que hoy se presenta en Madrid, analiza las democracias de 18 países latinoamericanos, plantea propuestas en tres áreas críticas: financiamiento del Estado, mejora de la cohesión social y fortalecimiento de la seguridad ciudadana.

Nuestra región debe lograr consensos para una reforma tributaria que asegure al Estado los ingresos estables y generados de manera justa para responder a las demandas sociales. América Latina cuenta con una baja capacidad fiscal y una estructura tributaria regresiva, basada en la recaudación de impuestos al consumo e impuestos indirectos.

La región evidencia una sobredependencia de los recursos de "fácil" recaudación. La recaudación no tributaria, altamente relacionada con la extracción y comercialización de materias primas, constituye en promedio más de un cuarto de los ingresos corrientes. Asimismo, los ingresos tributarios indirectos representan el 26% del total de ingresos corrientes. Los impuestos directos representan en América Latina solo un 17,7% de los ingresos corrientes, en promedio. Existe una deficiente competencia técnica del Estado para recaudar y para gastar eficientemente los recursos públicos. La región necesita de pactos políticos para reformar la estructura tributaria y mejorar su competencia técnica en materia de recaudación y uso eficiente de los recursos.

En segundo lugar, en América Latina persisten desigualdades económicas y sociales (de género, étnicas y territoriales). Pese al importante crecimiento de los últimos años y a los avances en la reducción de la pobreza, 10 de los 15 países más desiguales del mundo se encuentran en América Latina, tal como lo revela el primer Informe de Desarrollo Humano del PNUD dedicado a América Latina y el Caribe. Por tanto, es prioritario ir más allá del combate a la pobreza y avanzar en la reducción de la desigualdad.

En tercer lugar, América Latina debe dar una respuesta efectiva a la inseguridad ciudadana. La región cuenta con la tasa más alta de homicidios del mundo, situación particularmente preocupante en América Central y México. Conviven expresiones de violencia tales como secuestros, narcotráfico, crimen organizado, maras, tráfico de armas y de personas. Donde existe una alta tasa de homicidios, así como organizaciones armadas de guerrilleros y de narcotraficantes, las fuerzas de seguridad, y crecientemente las Fuerzas Armadas, tienden a asumir roles protagónicos, que pueden llevar a las mismas a ganar espacios de autonomía indebidos frente a los poderes civiles.

Se debe superar el tono actual de la discusión sobre la inseguridad en la región, que con frecuencia ha empezado a girar, sobre todo en épocas electorales, sobre promesas de enfrentar el problema simplemente con "mano dura", una aproximación que no ofrece soluciones estables y eficaces.

Crece el consenso sobre la necesidad de un enfoque integral para combatir la inseguridad, que incluya el fortalecimiento de las fuerzas de seguridad del Estado, formas a la justicia y una mayor inclusión social de los jóvenes, así como también una actuación responsable de los medios de comunicación.

Mirando hacia el futuro, tenemos la plena confianza en la capacidad de las democracias en América Latina para sortear estos importantes retos. El mejoramiento de nuestras democracias es un desafío que no admite retrasos. En el pasado no muy lejano nuestro empeño de vida fue recuperar la democracia. Ahora, hay que continuar la tarea pendiente de hacerla más sostenible y para todos.

Por Heraldo Muñoz, subsecretario general de la ONU y director para América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *