Los retos de la política exterior

La política tiene razones que la razón no entiende. Uno de los relevos más sorprendentes y menos esperado en el cambio de Gobierno hecho por José Luis Rodríguez Zapatero ha sido el del titular del Ministerio de Asuntos Exteriores, justo ahora cuando, después de más de seis años, había conseguido una remodelación del ministerio con personas de su confianza y bregadas en la acción diplomática. Es cierto que Miguel Ángel Moratinos no despertaba las simpatías de la derecha y que no todo el mundo estará de acuerdo con cómo intentó resolver algunas de las cuestiones más espinosas, pero es preciso no olvidar la herencia recibida del último Gobierno de José María Aznar: España participando en una guerra que la opinión pública rechazaba (Irak); las peores relaciones con Marruecos a raíz de la crisis de Perejil y pésimas con los países árabes; falta de acción política en América Latina; ausencia en África; alejamiento de la política exterior de la UE y un seguimiento ciego de los neoconservadores de la Administración de George Bush. Había que dar un giro de 180 grados a la política exterior y eso es lo que ha hecho el ministro Moratinos.

No todo habrá estado tan mal cuando Akiva Eldar lo despedía en el diario israelí Haaretz afirmando que ningún político europeo comprende tan bien a las dos partes en conflicto como Moratinos o cuando el marroquí Le Matin lo califica de especialista en Oriente Próximo y de abogado de la aproximación de la UE a Cuba.

La nueva titular de Exteriores, Trinidad Jiménez, apuesta por una política de continuidad, lo que supone un reconocimiento de la tarea de su predecesor. Entre los retos que tendrá que afrontar Jiménez, destacan:

1. Las difíciles relaciones de equilibrio con Marruecos, un verdadero dolor de cabeza para cualquier ministro atendida la escasa calidad democrática del régimen de Mohamed VI y los problemas de vecindad que eso genera. En el trasfondo, siempre desde 1975, la mal resuelta descolonización del Sáhara Occidental y el derecho de los saharauis a decidir su propio destino. La no resolución de este conflicto (y el no ver la paz en Palestina) es uno de los pesares con que se ha ido Moratinos. Para Rabat, la marroquinidad del Sáhara Occidental es indiscutible por mucho que el Tribunal de La Haya y diversas resoluciones de las Naciones Unidas se hayan pronunciado en favor del referendo de autodeterminación. Pero Marruecos tiene el apoyo de Francia y de EEUU y su mercado y las inversiones son codiciados por diferentes países europeos. A la vez dispone de herramientas para condicionar la posición española: el recurso a incendiar la situación en Ceuta y Melilla y la capacidad de control sobre la emigración hacia la península y sobre el narcotráfico.

2. Los cambios que se están produciendo en América Latina con el surgimiento de los movimientos indigenistas y de una nueva izquierda, sobre todo en países como Bolivia, Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Uruguay, la incertidumbre que se abre en Argentina con la muerte del expresidente Néstor Kirchner o el nuevo papel que está asumiendo Brasil exigen nuevas tomas de postura. Y, en el trasfondo, Cuba y la dictadura castrista, donde Moratinos ha dejado un buen legado con la liberación de presos políticos y la apertura de un proceso exploratorio, que llevará a cabo la alta representante de la UE para Asuntos Exteriores, Catherine Ashton, para ver si es posible establecer relaciones comerciales bilaterales entre Cuba y la UE sin renunciar a la posición común de exigir a La Habana avances en materia de derechos humanos y reformas democráticas. La vehemencia con que Trinidad Jiménez expuso la posición española, siempre favorable a mantener una línea abierta con el régimen castrista, en la UE marca la línea de continuidad anunciada por la nueva ministra.

3. Habrá que ver también cómo se encaran en los próximos años las misiones internacionales en que participa el Ejército español: Afganistán, el Líbano y Somalia (Atalanta, contra la piratería, y de adiestramiento de las fuerzas de seguridad somalís desde Kampala, en Uganda). En el caso de Afganistán, habrá que tomar decisiones muy pronto en función de cómo evolucione un conflicto a quien nadie ve salida.

4. Además, habrá que mantener el buen feeling existente con la mayoría de países árabes y el protagonismo en la búsqueda de la paz en el conflicto palestino-israelí. En este sentido, sería bueno revitalizar la Unión por el Mediterráneo.

5. La inmigración ha convertido las relaciones con los países africanos en una prioridad y la presencia de Al Qaeda en el Magreb aconseja fortalecer las relaciones con países como Mauritania, Malí, Níger y Burkina Faso en previsión de nuevos incidentes en el Sahel.

6. Por último, ha sido un acierto de la ministra fijar entre sus prioridades la presencia en Asia (más allá de Japón) con la vista puesta en las grandes potencias emergentes China y la India.

Antoni Segura, catedrático de Historia Contemporánea de la Universitat de Barcelona.