Los retos educativos del siglo XXI

Con cierta regularidad, surgen algunas polémicas educativas que despiertan un sorprendente interés. Entre las recientes, en Catalunya, destaca la tercera hora de castellano o la sexta hora que fue bandera del Pacte Nacional per l´Educació. En el ámbito estatal, es el caso de la clase de religión y de su siempre problemática alternativa. No es que no sean importantes, pero, a la vista del panorama de la educación en España, estas polémicas parecen cortinas de humo que más bien ocultan datos y problemas cuya corrección es urgente.

Los informes de la OCDE, Unesco yUE ponen de manifiesto que la situación educativa en España padece deficiencias estructurales muy graves. Sobre todo en tres frentes:

1. Inversión, piedra de toque de todo sistema educativo. Con datos del 2003, el porcentaje de gasto público en España respecto al PIB es del 4,3%, muy por debajo de la media de la OCDE: 5,5%. El gasto por estudiante es un 9% inferior a la media de la OCDE en primaria y secundaria y, en la UE, ocupamos el antepenúltimo lugar. Hay que decirlo clarito, pero fuerte: ninguna administración pública es digna de crédito cuando manifiesta su interés por la educación si ello no va acompañado de una inversión con relación al PIB que alcance al menos la media de la OCDE.

2. Fracaso escolar. Todos los datos son unánimes. Por referirnos sólo a uno de sus aspectos, el abandono escolar prematuro, España (31,1%) dobla la media europea (15,7%). Además, en España finaliza los estudios secundarios un 61,8%, frente al 76,7% de la media europea. En ambos casos, la situación sólo es peor en Malta y Portugal.

3. Calidad de la enseñanza. Los informes PISA, bien conocidos, son claros: España ocupa los últimos lugares en lectura, matemáticas y ciencias. Sobran detalles estadísticos.

Intentaremos sistematizar, brevemente, algunos de los principales retos educativos:

CARRERA DOCENTE. España vive en este aspecto un retraso secular. El modelo decimonónico de una formación académica en las materias y contenidos no va acompañado de una capacitación pedagógica que permita la eficaz adecuación de estos contenidos a las diversas fases del aprendizaje. Existen modelos de referencia sobre los que se debe reflexionar: frente a las 6.400 horas de formación para el profesorado de primaria en Finlandia (país que lidera los índices en los informes PISA), España apenas bordea las 2.000. Frente a las 1.400 que debe cumplir un profesor de secundaria, España se contenta con 130.

MÉTODOS DE ENSEÑANZA. En España apenas han variado en lo sustancial, durante las últimas décadas, a pesar del voluntarismo del profesorado. Los datos comparativos en torno a la sobrecarga del trabajo en casa de los escolares españoles (los deberes)son altamente significativos, sobre todo, en relación con los resultados obtenidos. Además, continúan primando las aptitudes cognitivas, y su evaluación con el modelo-examen, frente a otros factores nucleares en el aprendizaje.

RACIONALIDAD DE LOS HORARIOS. Paradójicamente, en España la media de horas lectivas obligatorias de los alumnos de entre 7 y 14 años es superior a la media de la OCDE. Ya es tópico recordar que cuando hay un problema, en España se añade una hora, y a correr. Si se suma la dedicación lectiva y el trabajo fuera del aula, obtendremos que el sistema reclama una dedicación exclusiva al tiempo del aprendizaje. Y los resultados, sin embargo, son los que son. ¿Qué está fallando?

IMPLICACIÓN FAMILIAR. Los datos comparativos son, también aquí, dignos de atención, pues la implicación cuantificable de la familia española en los procesos de aprendizaje es claramente deficiente. Ello está vinculado - como han sabido reconocer los sistemas educativos más avanzados, tomando medidas para paliarlo- a la difícil conciliación de horarios entre trabajo y familia.

FORMACIÓN DE ADULTOS. Parte de las diferencias cualitativas del aprendizaje de los escolares se debe, lo sabemos, a la formación de sus progenitores. Para la población española de entre 25 y 64 años, la tasa con titulación de educación secundaria superior es de 45%, frente al 67% de la UE (y al 85% que la UE señala como horizonte para el 2010). Además, para la misma franja de edad, el porcentaje que recibe algún tipo de formación es del 5,2%, muy por debajo de la media europea (9,4%). La formación paterna y materna es esencial, pero no es un dato inamovible, ya que puede ser modificada, como saben los países educativamente más punteros, como Suecia, Dinamarca o Finlandia, con datos de formación de adultos de entre el 25% y el 35%.

EDUCACIÓN INFANTIL. Frente a los países más innovadores, que han entendido que la gran inversión económica debe hacerse en la formación de entre 0 y 3 años, en España la situación es casi un desierto, sobre todo las administraciones públicas, que casi han delegado su responsabilidad en la empresa privada y en la administración local.

DOBLE RED. Más allá de planteamientos ideológicos en torno a la escuela pública y privada, estudios recientes, que constatan en España un abandono masivo de la escuela pública, sobre todo en las ciudades, por parte de las clases medias, empieza a ser una situación alarmante lo que se percibe como auténtica doble red de escolarización en función de los ingresos familiares y de las expectativas ante la formación como forma de ascenso social. Si no se introducen estrategias correctivas, la escuela puede acabar siendo el principal motor de la desigualdad social.

HAY MÁS PROBLEMAS y con ellos más retos, pero aquí sólo pueden ser apuntados: el tratamiento de la diversidad, la enseñanza eficaz de las lenguas extranjeras, la integración de las nuevas tecnologías de la información en los procesos educativos, el aprendizaje de la cultura visual, la rehabilitación de la cultura del esfuerzo, la discusión a fondo de la democracia interna y participativa en los centros. El panorama, sin ser apocalíptico, es desolador. Y sin embargo, ni las administraciones han puesto en marcha dispositivos de extrema urgencia ni ello ha provocado todavía el necesario debate social. Cuando ambas cosas sucedan, quizás sea demasiado tarde.

Xavier Antich, doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación, y profesor en la UdG.