Los riesgos de la tormenta perfecta

La llamada telefónica de la canciller alemana Angela Merkel el lunes al primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, en apariencia tranquilizadora y en apoyo de las medidas financieras que se dispone a aprobar el Parlamento constituye en realidad una severa advertencia - coincidente con una cumbre europea de crisis-para que se tome con la mayor brevedad el camino del saneamiento financiero, así como una invitación perentoria a resistir la fuerte tentación, surgida estos últimos días, de suavizar las medidas presentadas.

Se trata una señal de lo profunda que es la presente crisis y de lo limitadas que son las opciones para una Italia, al menos en parte, bajo tutela europea. La limitación de las opciones italianas deriva del hecho de que el país se halla en una situación que se ha dado en llamar la "tormenta perfecta" y que se manifiesta cuando las distintas dimensiones de una crisis se influyen y se agravan de forma recíproca. La tormenta perfecta desencadenada estos últimos días en Italia es al mismo tiempo financiera, económica y política. Sería ilusorio corregir una de estas dimensiones sin corregir también las otras y sin tener en cuenta que, en realidad, el ataque especulativo que afecta a la deuda pública y a la bolsa italianas podría ser la culminación de un choque de mayores dimensiones entre el euro y el dólar en un momento en que el mundo entero atraviesa una situación de grave desorden monetario.

Entre la moneda estadounidense y la moneda europea tiene lugar una suerte de duelo en el que las dos partes son débiles: los estadounidenses deben vérselas con el frustrado relanzamiento de su economía, con un techo de deuda pública que ya se ha derrumbado por falta de consenso parlamentario y con algunas preocupantes señales de inflación incipiente; los europeos, con la delicada situación de las cuentas públicas en muchos países del euro. El ataque a la deuda pública italiana - técnicamente, no más débil hoy que ayer-podría representar una especie de distracción destinada a evitar, o cuando menos posponer, una difusa pérdida de confianza en el dólar, que corre el peligro de dejarse arrebatar su posición central en el sistema monetario mundial.

Para Italia, la tormenta perfecta comporta peligros muy serios. Significa que hay que defender todos los frentes a la vez: las medidas financieras no pueden separarse de un nuevo equilibrio político ni, probablemente, de un nuevo pacto social, lo cual requiere acuerdos más amplios que los de la aritmética parlamentaria. Para que se materialicen es necesario que todos los elementos sean vistos en el marco general de una esperanza de recuperación fundamentada por lo menos a medio plazo.

Las medidas financieras contienen numerosos elementos de elasticidad, pensados acaso para poder anticiparse a una situación de emergencia: el avance de las medidas previstas para el 2013 y el 2014 podría representar un endurecimiento que los mercados agradecerían. No obstante, también sería necesario introducir algunos elementos ausentes en el proyecto actual que podrían atenuar los excesos de la presente contención del gasto público, insostenible a todas luces en su forma actual, por parte de la mayoría de los organismos locales: un programa de venta, por lo menos parcial, de los servicios postales y ferroviarios (dos empresas públicas de grandes dimensiones que podrían ser de interés para los mercados), una venta valiosísima que, siendo relativamente modesta por los vínculos internacionales que Italia debe respetar, daría una idea del carácter estructural de las soluciones proyectadas, y un aumento de las medidas de contención del costo de la política. Deberían descartarse las medidas destinadas a remediar situaciones particulares, como la que afecta a Fininvest, excluidas del texto definitivo del paquete actual pero que algunos consideran volver a proponer.

Las líneas maestras del nuevo pacto social deberían incluir sacrificios paralelos por parte del capital y de los trabajadores. Los sacrificios del capital estarían representados por alguna forma de impuesto patrimonial. Los sacrificios de los trabajadores, por la atenuación de algunas conquistas del pasado en el ámbito de la negociación colectiva; como pauta deberían tomarse los grandes acuerdos sindicales producidos el año pasado en Alemania, que contribuyeron de forma decisiva a la robusta recuperación de la economía alemana. Quedan por estudiar los detalles, y quienes ocupan el Gobierno deberían gestionar este paralelismo con la máxima credibilidad y decisión. Probablemente, lo expuesto bastaría para poner a salvo el sistema italiano y prepararlo para una nueva fase expansiva de la economía europea, si esta llega a producirse, o bien conferirle especial solidez en el caso de que esa fase expansiva no se materialice.

La reflexión de fondo de tal conjunto de medidas es que Italia se merece algo mejor que la estrechez de miras que ha caracterizado la política y la economía del país en los últimos años, algo mejor que la disolución de la conciencia pública en un escepticismo carente de moralidad alguna, algo por desgracia evidente en la sucesión de escándalos públicos y privados por los que se ha caracterizado en los últimos tiempos. Ciento cincuenta años después de la fundación del Estado italiano, el país tiene todavía mucho que decir sobre el panorama mundial y no debería necesitar una llamada telefónica de la canciller alemana para saber cómo debe actuar.

Mario Deaglio, editorialista económico de ´La Stampa´ Copyright: La Stampa.

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