Los soldados olvidados de la Gran Guerra

Este año en el mundo se ha estado conmemorando el inicio de la Primera Guerra Mundial, un acontecimiento de carácter trascendental. La Gran Guerra, como se llamó en su momento, fue presentada como “una guerra para poner fin a todas las guerras”. Lamentablemente no cumplió tal cometido: quienes combatieron y murieron en ella no habrían esperado su secuela apenas 25 años después.

Pero si bien la guerra acabó en las trincheras con la flor de la juventud europea, una generación entera de talentosos poetas, artistas y deportistas, también involucró a soldados de tierras lejanas que poco tenían que ver con los amargos odios históricos de Europa.

El papel y el sacrificio de australianos, neozelandeses, canadienses y sudafricanos se ha conmemorado desde hace mucho en libros de historia, novelas y premiadas películas como “Galípoli”, pero el mundo sabe muy poco de los 1,3 millones de soldados indios que combatieron en este conflicto, de los cuales 74.187 murieron y 67.000 fueron heridos. Por demasiado tiempo se ha omitido sus historias y su heroísmo, relegados a los márgenes de la memoria.

India contribuyó con divisiones y brigadas a los frentes de Europa, el Mediterráneo, Asia Occidental, África del Norte y África del Este. En Europa fueron de los primeros en sufrir los horrores de las trincheras, muriendo uno tras otro antes del segundo año de guerra y sufriendo lo peor del embate de muchas de las ofensivas alemanas.

Fueron los jawans indios quienes detuvieron el avance alemán en Ypres en el otoño de 1914, poco después del estallido de la guerra, mientras los británicos reclutaban y entrenaban sus propias fuerzas. Más de mil murieron en Galípoli debido al error de cálculo de Churchill. Y cerca de 700.000 cipayos lucharon en Mesopotamia contra el Imperio Otomano, aliado de Alemania.

Las cartas a sus familias de los soldados indios asignados en Europa reflejan la dislocación cultural y su tragedia. “Los proyectiles caen como la lluvia en el monzón”, dice una. “Los cadáveres cubren la tierra como pilas de maíz tras la cosecha”, describe otra.

No hay duda de que estos hombres fueron héroes: entraron a la batalla en tierras ignotas, bajo condiciones climáticas a las que no estaban acostumbrados ni para las que habían sido preparados, luchando contra un enemigo que desconocían, poniendo en riesgo sus vidas cada día por poco más que su sentido de dignidad. Y sin embargo, en su mayor parte su destino fue quedar relegados al olvido tras el fin de la guerra, abandonados por los británicos, para quienes lucharon, e ignorados por sus compatriotas.

El motivo fue, en parte, que no luchaban por India. Todos eran voluntarios: soldados de profesión que servían al mismo Imperio Británico que oprimía a su pueblo.

Mientras reunían hombres y dinero en el subcontinente, los británicos prometieron el autogobierno de India una vez acabara la guerra. Si hubieran cumplido la promesa, se podría haber visto los sacrificios de estos soldados como un aporte a la libertad de su patria, pero no fue así y los nacionalistas no encontraron en su sacrificio nada que mereciera su agradecimiento. No habían hecho más que ir al extranjero a servir a sus amos. Perder la vida en una guerra extranjera para los gobernantes coloniales se vio como un riesgo laboral, no un servicio a la patria digno de elogios.

Y así los nacionalistas indios permitieron que el heroísmo de los soldados cayera en el olvido. Cuando en 1964 se conmemoraron los 50 años del inicio del conflicto, apenas se mencionó su contribución, y menos en India que en ningún lugar. La Puerta de India, construida en 1931 en Nueva Delhi, recibe cientos de visitantes al día que no tienen idea de que recuerda a los soldados indios que murieron en la Primera Guerra Mundial.

Pero si bien la amnesia histórica sobre la Gran Guerra se ha generalizado en India, el centenario finalmente está obligando a hacer una reevaluación. Los británicos han acudido en masa a una exposición donde se destaca el papel de las tropas indias, los franceses están produciendo una película sobre los hombres de piel morena y turbantes que lucharon por salvar su tierra de los alemanes, y en India la curiosidad es mayor que el debilitado resentimiento de la era colonial sobre la explotación inglesa.

Los indios comienzan a ver a los soldados de la Primera Guerra Mundial como seres humanos que llevaron el espíritu de su país a campos de batalla en el exterior. El Centro de Estudios Históricos de las Fuerzas Armadas está haciendo grandes esfuerzos por recuperar objetos de esos días y reconstruir su historia olvidada.

La Comisión de Tumbas de Guerra de la Commonwealth mantiene cementerios de guerra en India, homenajeando más a soldados de la Segunda que de la Primera Guerra Mundial. El epitafio más famoso se encuentra en el Cementerio de Guerra de Kohima: “Cuando regreses a casa, habla de nosotros y cuenta que / Por tu Mañana dimos nuestro Hoy.”

Los soldados indios que murieron en la Primera Guerra Mundial no pudieron decir eso: dieron sus “hoy” por “ayeres” ajenos. Tras ellos dejaron huérfanos, y la historia los abandonó también. El que esté comenzando una rehabilitación que desde hace tanto se les debía es motivo de una silenciosa satisfacción.

Shashi Tharoor, a former UN under-secretary general and former Indian Minister of State for Human Resource Development and Minister of State for External Affairs, is currently an MP for the Indian National Congress. His most recent book is Pax Indica: India and the World of the 21st Century. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

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