Los superricos

Antiguamente, la sociedad estaba formada por ricos y pobres, luego aparecieron las clases medias y, por último, en nuestro tiempo, surgió una clase más, la de los superricos. ¿Cuántos son? No hay un censo, pero seguramente no más de cien mil en todo el mundo. Es difícil dar con ellos, porque su lugar de residencia es incierto, y la mayoría tiene una doble nacionalidad, como china, panameña, brasileña o liechtensteiniana. Cosmopolitas y viajeros, son esquivos, tanto para las autoridades fiscales como para los medios de comunicación. Solo salen a la luz por sus extravagantes adquisiciones. Hace poco, en la casa de subastas de arte Sotheby’s, se vendió un Monet por cien millones de dólares y una escultura kitsch de un conejo, del estadounidense Jeff Koons, por noventa.

Ningún soberano, ningún museo del mundo, dispone de sumas tan desorbitadas para comprar obras que dicen menos del gusto estético de los compradores que de sus pretensiones o la necesidad de blanquear su dinero. ¿De dónde proceden estas fortunas? El mayor número de superricos, aquellos que, además de obras de arte, adquieren residencias en Londres, Nueva York y Mónaco, proceden de países pobres en general.

Los superricosEl mercado inmobiliario de Nueva York, que es un buen indicador de las inversiones de los superricos, muestra que proceden principalmente de China, Rusia, Brasil, Nigeria, India, Qatar y Arabia Saudí, países donde la brecha entre los más ricos y los más pobres es aterradora. Para llegar a ser superrico, es mejor nacer en un país superpobre. ¿Cuál es la fuente de estas fortunas? Casi todos los superricos son productores de materias primas, como petróleo, gas y metales preciosos, pero también soja y, a veces, telefonía y energía. Todos pueden aspirar al título de empresario, pero son empresarios muy singulares, que generalmente tienen un monopolio local o una posición dominante mundial. No conozco muchos superricos que compitan en el mercado global. Estos empresarios han llegado a serlo debido a su proximidad con los Estados; la connivencia política es el camino más corto hacia la superriqueza en todos los países citados. Esto nos permite fechar su origen histórico.

La caída de Estados totalitarios como China y la Unión Soviética, o de Estados muy reguladores como India y Brasil, unida a la globalización, es la raíz de la superriqueza. En otras palabras, había que encontrarse en la encrucijada de la privatización y la globalización para llegar a superricos y seguir siéndolo, porque esta clase o casta se renueva poco, y en estos países, se conserva un monopolio adquirido en la década de 1990.

Los recién llegados son escasos y estas megafortunas se heredan. Por supuesto, entre los superricos también hay empresarios de verdad: los dos hombres más ricos del mundo son Jeff Bezos, fundador de Amazon, y Bill Gates, fundador de Microsoft. No estoy seguro de que la inmensidad de su fortuna sea legítima, pero el origen sí lo es. Estos empresarios de verdad son muy minoritarios en la casta de los superricos. Además, se sienten obligados a justificarse; algunos pagan impuestos, lo cual es raro entre los superricos anónimos. Y si son estadounidenses, estos superricos adquieren su salvación a través de la filantropía. Se sabe que Bill Gates distribuye cada año mil millones de dólares de su fortuna personal a través de su Fundación Humanitaria. Y George Soros, la misma cantidad por medio de su Open Society Foundations. Soros, además, no es de muchos lujos, y no es el tipo que compra un Monet por cien millones para impresionar a sus vecinos de piso. Sin embargo, estos superricos estadounidenses tienen una pequeña manía: exigen que su nombre aparezca en todas las instituciones, museos, óperas u hospitales que financian. Una manía perdonable a cambio de los servicios prestados.

En Nueva York, conozco a uno de estos superricos que ha hecho su fortuna dedicándose únicamente a administrar la de otros, contentándose con cobrar un porcentaje. Stephen Schwarzman está actualmente inmerso en un litigio con la Biblioteca Pública porque considera que su nombre no está escrito con letras lo suficientemente grandes. Soy testigo de que, al menos, son doradas. Yo lo llamo el grafiti de los ricos.

Algunos economistas progresistas proponen crear un impuesto global para los superricos; yo preferiría convertirlos a la filantropía, lo que sería más efectivo. En fin, lo que deberíamos reprochar a los superricos no es que acumulen una fortuna bien o mal adquirida, sino la mala reputación que dan a la economía de mercado y la globalización. La hostilidad de la opinión pública hacia los superricos, hostilidad comprensible, podría destruir la economía libre del mismo modo que Karl Marx casi destruye el mundo por odio a la burguesía. Como liberal que soy, creo que los superricos son odiosos, no individualmente, sino por la sombra que proyectan sobre la economía útil.

Guy Sorman

1 comentario


  1. La opinión de Guy Sorman sobre que el origen de los súper ricos son los países pobres es una mentira y por consecuencia, un intento desesperado de exculpar a los empresarios multimillonarios occidentales, principalmente estadounidenses, británicos, australianos etc. Y de ese modo dar a entender que la economía neoliberal no produce o muy raramente súper ricos, y desde luego ignorar deliberadamente la desigualdad monetaria que existe en Estados Unidos y que crece cada día más, tan profundamente, que el desempleo ha ido en aumento desde el año 2003 en adelante desencadenando la crisis del 2007 , añadiendo una distinción en la calidad de la salud dependiendo si una persona es adinerada o humilde, y por supuesto la realidad sufrida por las personas latinas, afrodescendientes y asiáticas es aun peor debido al racismo. También el hecho de que muchos dueños de numerosas empresas han debilitado o incluso prescindido de los sindicatos tratando a los trabajadores como esclavos, y no podemos olvidar que distintas compañías acaudaladas financian a candidaturas políticas comprometiendo a aquellos diputados y senadores en su labor ya que beneficiarán a tales empresas que estuvieron detrás de sus campañas , demostrando así que el libre mercado consiste en un comportamiento mafioso. Pero cada vez que se realiza alguna crítica al neoliberalismo, la respuesta de sus adherentes es ¿Acaso prefieren China? Indudablemente no hay democracia en aquella nación, y la mayoría de las personas no tenemos ningún interés en vivir bajo una dictadura ya sea comunista o capitalista. La verdadera sociedad democrática sería una en donde la comunidad misma gobierne priorizando la vida humana ante cualquier ideología económica y política

    Responder

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *