Los tesoros escondidos de España

Al fin se ha producido la entrega a España de la gran cantidad de monedas y tesoros que la empresa estadounidense Odyssey descubrió y rescató hace algunos años. El valor ha sido estimado en más de 300 millones de euros, pero lo cierto es que su valor real en el mercado es mucho más elevado. El tesoro de Nuestra Señora de las Mercedes, un buque de guerra español hundido por la marina británica al suroeste de Portugal en 1804 con más de 200 personas a bordo, fue sacado del fondo del mar en 2007 por la empresa de rescate Odyssey, y desde entonces ha sido objeto de litigio entre la compañía y el Gobierno de España. Odyssey dio al barco el nombre de Cisne negro y el caso se ha hecho mundialmente famoso en los últimos cinco años.

A ello también ha contribuido el lado oscuro de este asunto. Cables de WikiLeaks (según se informó en el periódico The Guardian de Londres) sugieren que el entonces embajador de EEUU en España, Eduardo Aguirre, acordó pedir a su Gobierno oponerse a las reclamaciones de Odyssey si España devolvía a Estados Unidos un cuadro de Pissarro que ahora está en un museo español. La Casa Blanca también habría entregado a España documentos secretos relacionados con la importación del tesoro del Cisne Negro atesorado en Estados Unidos. Si esto es verdad, explicaría por qué el Gobierno español ha logrado ganar juicios legales en los Estados Unidos contra una empresa estadounidense. Sin embargo, Washington sostiene que la información de WikiLeaks es falsa.

Ha habido muchos titulares de prensa expresando su alegría por este nuevo triunfo de España. «Odyssey pierde, España gana», proclamaba uno de ellos. ¿Pero ha sido un triunfo? Francamente, no veo ninguna razón para decirlo así. España, a mi parecer, no ha ganado nada excepto algo de dinero. La historia captó mi interés porque toco brevemente el tema del tesoro en mi nuevo libro, que se publicará el mes próximo. Mientras investigaba, examiné brevemente la larga historia del tesoro marino y qué papel pudo haber jugado España en su identificación y rescate.

En el curso de los tres siglos que duró el Imperio español, decenas de barcos españoles y su cargamento de tesoros se han hundido en el fondo del océano. Los más famosos naufragios identificados son los de los buques que se hundieron poco después de salir de Cuba y toparon contra huracanes. Sus restos se encuentran cerca de la costa de Florida, un hecho que ha sido un regalo del cielo para los buscadores de tesoro estadounidenses.

UNO DE LOS PECIOS españoles más importantes de todos los tiempos fue el Concepción, que se hundió en 1641 en la costa noreste de la isla Española (Haití), con una carga de muchas toneladas de oro y plata. Parte de una flota de 21 barcos, el Concepción ya estaba en malas condiciones para ser reparado cuando la flota que iba a Europa topó con una tormenta en septiembre; algunas semanas más tarde, otra tormenta hundió el barco. Ninguno de los supervivientes pudo informar con precisión del lugar del naufragio, así que permaneció inalterado hasta que un cazatesoros de New England, William Phipps, lo encontró en 1687 y llevó a casa toneladas de plata y algo de oro. El Concepción fue encontrado de nuevo en 1978 por otro cazatesoros estadounidense.

Y así sigue la historia, con naufragio tras naufragio. Por ejemplo, la destrucción de una flota con un tesoro en la bahía de Vigo en 1702 constituye un capítulo de mi libro de próxima aparición. El desastre de otra flota en el año 1715, en la costa este de Florida, fue probablemente el peor de todos los sufridos por las flotas de tesoro españolas en términos de bajas y dinero. El tema es fascinante pero a la vez desconcertante, porque el Gobierno español rara vez ha mostrado algún interés en tratar de recuperar tesoros perdidos. Un cazatesoros español, Luis Valero de Bernabé, ha afirmado que «en nuestras aguas hay 3.000 barcos hundidos», una afirmación que bien puede ser cierta, aunque sólo una proporción están relacionados con las rutas marítimas del Atlántico. Un estudio reciente realizado por Claudio Bonifacio, Galeones con tesoros, da detalles de muchos naufragios y sus tesoros hundidos.

Con toda esta información disponible, cualquier nación con un respeto por su patrimonio histórico obviamente habría invertido investigación y dinero para rescatar tesoros y recuperar barcos hundidos, y los museos ahora estarían repletos de oro y joyas recuperadas del mar. Es triste decir que eso no es así. Con muy pocas excepciones, los gobiernos españoles hasta ahora no han estado interesados en su patrimonio histórico. En su lugar han preferido dejar a los extranjeros hacer todo el trabajo duro de salvar el tesoro, y sólo después intentan reclamar la recompensa. La actitud ha sido (si nos podemos permitir cambiar un poco las palabras) esa de Unamuno (quien, por supuesto, se refería a un tema bastante diferente): «¡Que descubran ellos, que ya luego nosotros sabremos reclamar los tesoros!».

La actitud, sin embargo, no sólo es humillante para España, también es contraproducente. Si los buscadores de tesoros en el futuro saben que el Gobierno reclamará cualquier cosa que se haya descubierto, no comenzarán a buscar. Los tesoros de la historia de España seguirán descansando en el fondo del mar, indisponibles para los cazadores de fortunas. Y no olvidemos que, con su coraje e iniciativa, han sido responsables de salvar una gran parte del patrimonio marino del Atlántico. Tomemos el caso del galeón español Atocha.

El Atocha se hundió en el año 1622 al oeste de Key West, Florida. Fue parte de una flota que se topó con un huracán. De los 28 buques que la formaban ocho se perdieron, y los restos quedaron dispersos después de que otro huracán golpeara el lugar exactamente un mes más tarde. La carga del Atocha no vio la luz del día hasta 1971 cuando las primeras monedas fueron encontradas por el cazatesoros estadounidense Mel Fisher y sus buzos, que recuperaron la mayor parte del tesoro en 1985. Otro barco que acompañaba al Atocha en la flota en 1622, el Santa Margarita, se hundió en un arrecife a la vista del Atocha y fue encontrado en 1626 por rescatadores españoles, quienes recuperaron alrededor de la mitad de su tesoro. La otra mitad fue encontrada por Mel Fisher y sus colegas en 1980. Hoy el Mel Fisher Maritime Museum en Key West es probablemente el museo más importante dedicado exclusivamente a tesoros rescatados del océano.

España no tiene un museo parecido y es probable que nunca lo tenga. La carga del Nuestra Señora de las Mercedes se dividirá entre varios museos, según ha dado a entender el ministro de Educación y Cultura. El personal del Odyssey, que trabajó duro para recuperar el tesoro, ni siquiera ha podido recuperar sus costos, porque los tribunales fueron firmes en su juicio contra la empresa.

Odyssey puede haber perdido, pero también lo ha hecho España. Un cofundador de Odyssey opina: «El único perdedor en esta historia ha sido España. Buscadores ilegales dejarán de informar de que los han encontrado. Todo esto es triste para un país con un pasado cultural tan rico». Para demostrar que mi opinión sobre el asunto no es única, me gustaría terminar con una cita de un reciente artículo en el diario Alerta (Santander): «Al fin y al cabo, Odyssey nos ha puesto de frente a las miserias españolas en el control de los yacimientos arqueológicos y las carencias en nuestra propia valoración del pasado». El hecho es que existe un Convenio internacional sobre la protección del Patrimonio Cultural Subacuático, adoptada el 2 de noviembre de 2001 por la UNESCO, que pretende que los estados puedan efectivamente proteger y preservar su Patrimonio Subacuático. Queda por ver si el Gobierno español va hacer más para proteger ese patrimonio y dedicar esfuerzos a recuperar los tesoros perdidos de España, en lugar de dejar que los estadounidenses hagan el trabajo por ellos.

Por Henry Kamen, historiador británico. Su nuevo libro, de inminente publicación, es El Rey Loco y Otros Misterios de la España Imperial, Editorial La Esfera de los Libros.

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