Los tres

Así fueron conocidos, por su amistad, tres grandes escritores de la Generación del 98, Azorín, Baroja y Maeztu, si bien podría añadirse Unamuno que, al no vivir en Madrid, por correspondencia, y en determinados actos públicos, demostró la gran admiración y afecto que sentía por los dos primeros. Y Azorín, además, añadió al grupo de escritores, el perro Yock de Baroja. «Si en las Partidas se concede derecho a las animalias –derecho natural– no sé por qué le vamos a negar personalidad a un perro. Yock se entregaba a la jovialidad, era cariñoso e inteligente. Un humorista en la casa de Baroja. Y es amigo de todos los hombres de 1898. Su espíritu de alegría y de independencia se ha cernido sobre toda la famosa generación. Para negarla habría que negar al propio Yock».

Los tresCon lo anterior escrito bastaría para decir que la admiración y amistad entre Azorín y Baroja fue íntima y duradera. Los dos recorrieron juntos la piel de toro y hasta se les vio gozando en París y, con boina, comprando libros viejos en las tiendas junto al pretil del Sena. Organizaron y participaron juntos en campañas políticas y literarias, organizando homenajes y paseando por Madrid. Sobre todo, por el Retiro. Donde el pasear era meditar, pensando en proyectos o novelas que estaban escribiendo. Pero en silencio. Al llegar y en la despedida pocas eran las palabras: «Buenas tardes Azorín». «Buenas tardes Baroja», y comenzaban el paseo. Y lo mismo en la despedida, con un adiós repetido en palabras. La prueba mejor de esa buena amistad se puede demostrar también en matemáticas, con números. Así, por ejemplo, en la obra 'Azorín íntegro', de Santiago Riopérez y Milá, en el Índice de Personas, hasta en noventa y ocho veces se le cita, amén de libro de Azorín 'Ante Baroja', y más en sus obras completas con capítulos dedicados: 'Pío Baroja' (en dos veces) y 'Baroja Historiador'.

Por su parte, Baroja mostró su admiración y amistad por el maestro de Monóvar en su discurso de homenaje en la Fiesta de Aranjuez en honor de Azorín. «Él ha conseguido llevar el idioma a ese puesto en que lo viejo y lo nuevo se encuentran, dando carácter de actual a la tradición y al porvenir. Su prosa es la más clara, la más lúcida, la más flexible de los escritores contemporáneos; ha hecho de un instrumento decorativo y tosco un instrumento de precisión. En el campo de la psicología, ha pintado como pocos el vacío de la vida, el alma atávica de los pueblos castellanos y el espíritu de muerte de los campos. Como crítico ha llegado a la serenidad más noble; agudo y claro para los antiguos, benévolo con los modernos. Azorín ha sido de los que han elogiado con entusiasmo a los autores noveles, siempre el primero en lanzar nombres al público, pensando con orgullo que nada ni nadie podía hacerle sombra». Ambos amaron el arte, y como pintor, al Greco.

Pero importante es destacar que los dos se enfrentaron, criticando en campo abierto, a los políticos de serrín. Sobre todo, en una primera etapa de su vida comulgando con el anarquismo. Y con más serenidad en su madurez. La obsesión de ambos es que brillara la justicia y se ayudara a los pobres. Y también, por amor a la Naturaleza, criticaron la falta de limpieza en los campos y que el agua no llegaba a todas las partes de España. Perderse en el mar, como la del río Ebro, o por sedientas tierras sin recogerla en presas y pantanos, era y es un escándalo. A Baroja y Azorín les dolía España porque con una reforma hidráulica como Dios manda podíamos ser el jardín y la huerta de Europa. En esto comulgaban con Joaquín Costa, Rafael Altamira y Fernando de Castro, de quienes me ocupé en este mismo periódico con letras que se las llevó el viento, pero sin perderlas para la esperanza (ABC, 1/6/2014).

Y no digamos nada sobre la preocupación de ambos, de Azorín y Baroja, compartiendo lamentos con Ramón y Cajal sobre el gran problema de España: la educación y la enseñanza práctica, que de teoría está borracha la Universidad. Y los aprobados generales llevarán a una juventud más frustrada todavía de lo que ya está en la actualidad. Brillantes alumnos hay ya que al terminar la carrera tienen que aceptar trabajos distintos a la materia que estudiaron, o tantos que abandonan España. Ahora no hemos perdido colonias, como cuando la Generación del 98 sacó las armas de su voz y de su pluma, pero la juventud está perdiendo oportunidades y colocaciones merecidas y, en general, la sociedad ve que vuelan valores, ilusiones y esperanzas. Son tristes situaciones encontradas por el tiempo que defraudan. Y los intelectuales, en general, callan. Y muchos medios y periodistas están comprados por la política o la pluma acobardada. Una desgracia.

Y sobre algunos de estos males traeré a colación una carta de Azorín a Pío Baroja en el epílogo de su novela 'La Voluntad', que en la edición de María Martínez del Portal (Cátedra Letras Hispánicas) tuve el honor de colaborar (página 359). Resumo la carta donde Azorín elogia a mi querido pueblo, Pinoso (Alicante), muy admirado por él. «La juventud de Yecla, educada con miras hacia las profesiones administrativas, palidece sobre los códigos y se encuentra perpleja para la libre lucha por la vida, en cambio, la de Pinoso, que tiene la audacia de la juventud, carece de tradición, es decidido, es fuerte, no se preocupa de lo que en Yecla es preocupación constante: las notarías, los registros, los juzgados. Y lo que sucede en Yecla es el caso de España; es ni más ni menos el problema de la educación nacional».

«Los dos extremos son Francia e Inglaterra. Francia, política, oficinesca, educando a sus jóvenes para el examen. Inglaterra, práctica, realista, educando a sus hijos para la vida. Francia, con su sistema pedagógico, ha creado legiones de autómatas burocráticos o de mohinos fracasados; Inglaterra, en cambio, ha colonizado medio planeta y logrado que el sajón sea un tipo seguro de sí mismo, en consonancia perfecta con la realidad, inalterable ante lo inesperado, audaz y fuerte».

Y lo saben mis alumnos, que el lema azoriniano fue mi obsesión: «Hay que preparar para la vida, no para el examen». Unido a una serie de frases útiles de maestros, personalidades y santos, que les servirán hasta para su vida profesional: «Guarda el orden y el orden te defenderá» (San Agustín). «Las ideas no son sólo una luz, sino una fuerza. No sólo orientan la vida, sino la mueven» (Ángel Ayala, S.J).

Francisco Rico Pérez es profesor emérito de la UCM.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *