Los trucos del comercio de China

El año pasado, China alcanzó aparentemente otro hito en su meteórico ascenso, al superar a los Estados Unidos y pasar a ser la mayor potencia comercial del mundo, con un volumen total de comercio de 25,83 billones de yuanes (4,16 billones de dólares), pero ese logro es en gran medida ilusorio... y no se debe permitir que oculte la necesidad que tiene China de transformar su modelo comercial.

Desde el decenio de 1990, China ha estado creando su “comercio de perfeccionamiento pasivo”, mediante el cual importa insumos intermedios de otros países, los elabora o monta y después los exporta, con lo que la relación del comercio de productos intermedios con el comercio exterior total ha aumentado rápidamente. Los insumos intermedios comprenden el 29 por ciento, aproximadamente, de las exportaciones mundiales, pero el 40 por ciento de las exportaciones totales de China. Como la contabilidad comercial tradicional se basa en el país de origen, la segmentación del valor añadido resultante y de la división internacional del trabajo en múltiples niveles pueden distorsionar las cifras comerciales.

Por ejemplo, el modelo de “comercio triangular”, con el que China importa grandes cantidades de insumos intermedios de países del Asia oriental, como el Japón y Corea del Sur, y después exporta los productos montados a los EE.UU., permite una gran redundancia en la documentación comercial. En 2010, más de la cuarta parte de los 19 billones de dólares del mundo en exportaciones se contabilizaron más de una vez.

La dependencia de China de las actividades de bajo valor añadido, como la elaboración y el montaje, echa raíces en su histórica falta de capacidad para invertir en investigación e innovación. Durante mucho tiempo, el país pudo superar esa deficiencia aprovechando su abundante fuerza laboral para llegar a ocupar el primer puesto del mundo en la manufactura de bajo costo y con gran densidad de mano de obra.

Pero la ventaja de China en cuanto al bajo costo de la manufactura está disminuyendo rápidamente por el aumento de los salarios y la reducción del dividendo demográfico y su bajo puesto en las cadenas mundiales de valor hace que los beneficios reales de sus exportaciones sigan siendo muy inferiores a los de los países avanzados como los EE.UU., especializado en tecnología avanzada y producción de gran valor añadido.

Esa combinación de costos laborales en aumento y bajo valor añadido es claramente insostenible. Para que China se transforme de país comercial grande en potencia comercial, debe aumentar su productividad, de modo que el sector manufacturero añada mayor valor a las exportaciones (y, cada vez más, a los bienes de consumo interno).

Desde luego, la duradera ventaja comparativa de China en productos industriales de elaboración y montaje le ha permitido conservar su posición como mayor exportadora del mundo. Como se han transferido a China enormes cantidades de labor de elaboración y montaje con gran densidad de mano de obra desde el Japón, Corea del Sur, Singapur; Taiwán y Hong Kong, lo mismo ha ocurrido con los superávit comerciales de esas economías. Además, ese proceso ha contribuido a los grandes –y muy criticados– desequilibrios comerciales  con los EE.UU. y la Unión Europea, los mercados finales más importantes de los productos industriales elaborados en China.

Pero, una vez más, los datos pueden no ser lo que parecen. Piénsese en el comercio de reimportación de China en aumento, con el que productos que se han exportado a países cercanos, en particular Hong Kong, regresan a la China continental. Las reimportaciones de China se han multiplicado por más de doce desde 2000 y ahora eclipsan a las de otros principales reimportadores como porcentaje del comercio total.

En vista de las avanzadas logística e infraestructuras de Hong Kong, es un conducto relativamente barato y eficiente por el que se pueden enviar los productos. En 2011, Hong Kong se encargó del 14 por ciento, aproximadamente, de las exportaciones de la China continental y del 13 por ciento de sus importaciones y más del 60 por ciento de las reexportaciones totales de Hong Kong procedieron de la China continental. Entretanto, al exportar sus productos por zonas designadas para la elaboración de productos destinados a la exportación, las empresas consiguen acceso a las devoluciones de los impuestos por exportación y, una vez que se importa y se elabora la carga intermedia, ventajosos aranceles sobre las exportaciones.

Las reimportaciones de los socios comerciales de China se cuentan como parte de las importaciones totales, por lo que a ese respecto China trata a Hong Kong como un socio comercial y no como una zona de libre comercio. De ese modo, las reimportaciones sirven para inflar los datos comerciales de China, por lo que el desequilibrio comercial entre China y los países avanzados se ha exagerado en gran medida.

Además, las simulaciones con modelos muestran que los sectores de exportación chinos que tienen mayores coeficientes de valor añadido en el extranjero están concentrados en la industria manufacturera, aquella de la que más depende la economía de China. De hecho, el 26 por ciento del valor añadido por el sector manufacturero primordial no se ha creado en China.

Teniendo en cuenta todo ello, el superávti comercial de China con los EE.UU. baja un 36 por ciento. También se reducen considerablemente los superávits de China con Europa y la India y aumenta aún más su déficit con el Japón. Esas cifras transmiten el inequívoco mensaje de que no se debe subestimar la cantidad de “relleno” que forma parte del volumen total de comercio de China.

Dada la importancia del ascenso en la cadena del valor para la futura competitividad  industrial de China –por no hablar de la amenaza que representa la “reindustrialización” en los países avanzados como los EE.UU.–, los dirigentes de China deben actuar ahora para dar a la economía una nueva ventaja que pueda substituir la abundante mano de obra de bajo costo. Para ello, deben fomentar la inversión en investigación e innovación, además de en salud e instrucción de la fuerza laboral.

Asimismo, China debe cultivar sus propias grandes empresas transnacionales para participar en la manufactura y las ventas a escala mundial. Si bien esas actividades pueden parecer la simple exportación transfronteriza de productos intermedios, equivalen al despliegue y la ampliación de la producción nacional, lo que realza el papel del país originario en la configuración de las cadenas mundiales de valor.

Por último, China debe participar activamente en el movimiento mundial con miras a la concertación de acuerdos bilaterales, trilaterales y regionales de libre comercio, acelerando las negociaciones para los acuerdos con el Japón y Corea del Sur y con la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático. Al mismo tiempo, para elevar su posición en la distribución de ingresos de las cadenas mundiales de valor, China debe procurar celebrar negociaciones con vistas a acuerdos con los EE.UU. y Europa.

Sin embargo, antes de todo eso, los dirigentes de China deben cambiar de perspectiva. El reconocimiento de China como mayor país comercial del mundo no es el “gran hito” redundante que sus dirigentes declaran. Ese atractivo punto se alcanzará cuando la industria china aumente su posición dentro de las cadenas mundiales de valor y su influencia en ellas.

Zhang Monan is a fellow of the China Information Center, a fellow of the China Foundation for International Studies, and a researcher at the China Macroeconomic Research Platform. Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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