Los turistas de Castilla

Después de la avalancha de artículos sobre Delibes de las últimas semanas, se pregunta Javier Cercas, más reposadamente, qué es lo que va a quedar del escritor castellano para la "posteridad". Contestándose a su propia pregunta, señala que el gran reto del escritor castellano fue "desnoventayochizar" Castilla y que, a pesar de haber fracasado, el mero hecho de haberlo intentado ya constituye el "mérito" de su obra. El fracaso al que Cercas se refiere es que, a pesar del gran impacto de la obra del maestro vallisoletano, la visión de Castilla de nuestro imaginario colectivo continúa siendo la que impuso la generación del 98.

No cabe duda de que Cercas pone el dedo en la llaga al señalar la grandeza (y, a la vez, el aparente fracaso) de la obra de Delibes, pero pienso que, por lo importante de su afirmación, convendría matizarla. En primer lugar, cabría señalar que fueron los regeneracionistas los que intentaron (infructuosamente, por lo que se ve) "desnoventayochizar" Castilla: "Venid vosotros, los representantes de la vaga y amena literatura" clamaba Julio Senador, refiriéndose, sin tapujos, a Machado y compañía, "los que fingís admirar esta tierra como 'semillero de héroes y plantel de santos', los que, sin haber pisado un surco, os embriagáis con la 'fragancia de sus mieses', dejad de sobrecogeos con los 'inmensos espacios vacíos donde la mirada se pierde en transparentes lontananzas', dejad las músicas celestiales y venid a ver lo que es este país por dentro, estos bosques asolados por el hacha, estos viñedos asesinados por la filoxera, estos pueblos semibárbaros, esta incomunicación, este abandono, esta ferocidad, este hambre, que son vergüenza de España y afrenta de la civilización de nuestro siglo".

Es decir, para Senador y sus amigos vallisoletanos, los noventayochistas no pasaban de ser turistas que se habían dado una vuelta por Castilla. Venidos de todos los puntos de España, de Galicia (Valle), del País Vasco (Unamuno, Maeztu), del Levante (Azorín), de Andalucía (los Machado), de todos los lugares excepto de Castilla, ninguno de ellos tenía la más mínima credibilidad al hablar sobre esta tierra.

Eran, eso sí, turistas ilustrados, dispuestos a sacar maravillosas "instantáneas" de su periplo castellano, que luego se plasmarían en ensayos, en poemas, en cuentos... maravillosamente superficiales. Ninguno de ellos penetraría más allá de la "cáscara" de Castilla.

Esa visión tan negativa del 98 no sólo la tuvo la regeneración sino también, en cierta medida, el propio Delibes que hizo de El Norte de Castilla un baluarte de ese neo-regeneracionismo que se hizo patente en los años de posguerra.

Si el Delibes periodista fue "regeneracionista" -es decir, denunció los males que habían llevado a Castilla a su agonía-, el Delibes novelista dio un paso más: intentó rescatar los restos de aquel naufragio que habrían de proporcionarle a Castilla las señas de su identidad perdida. Esos 380 vocablos de términos rurales que figuran en el emocionante diccionario (valga la paradoja) de Jorge Urdiales son justamente los restos de aquel naufragio que el propio Delibes había recogido antes de que desaparecieran por completo del habla popular, preservados ya para siempre en sus novelas. Trescientos ochenta vocablos que no figuran en ningún diccionario de la Real Academia y que Delibes había recogido en un verdadero "trabajo de campo" sin precedentes.

El "mérito" de Delibes -para volver al artículo de Javier Cercas- sería pues la construcción de una obra narrativa a partir de la verdadera "materia" de Castilla, a partir de unos vocablos que son propios del mundo rural castellano y ajenos al resto de los españoles. Las señas de identidad de Castilla empiezan por allí, por su propio idioma, por un castellano que nosotros pensamos que es "de todos los españoles" pero que pertenece ante todo a los propios castellanos, que tiene sus propias formas dialectales que la Academia ni siquiera se ha molestado en recoger. A partir de este castellano, a partir de esta materia prima, Delibes construye su mundo de ficción, pero de una ficción que se acerca más a la realidad de Castilla de lo que jamás nadie antes se había acercado.

Tiene razón Cercas: Delibes no ha conseguido "desnoventayochizar" Castilla. En nuestro imaginario colectivo, continuaremos "soñando" Castilla tal como querían los del 98. A partir de ahora, cada vez que recitemos aquello de "Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas...", o aquello de "¡Primavera soriana, primavera humilde como el sueño de un bendito..!", seguro que se nos siguen sacudiendo las entretelas de nuestro corazoncito...

Pero sabremos, ahora sí, que se trataba de un sueño, de una maravillosa ficción, de la visión de unos turistas "iluminados" que recorrieron Castilla hace ya algo más de cien años. Nada que ver con la realidad. Delibes nos ha quitado las telarañas de los ojos.

Ramón Buckley, profesor en la American University.