Los ultraortodoxos y el sionismo (2)

Tras la creación del Estado de Israel se estableció como obligatorio el servicio militar para todos los ciudadanos. Fue entonces cuando varios rabinos de la comunidad ultraortodoxa se dirigieron al primer ministro y fundador del Estado, David Ben Gurion, para pedirle que eximiera del servicio militar a unos cuatrocientos estudiantes de yeshivá (escuela talmúdica), con el fin de que pudieran continuar con el estudio de la Torá. El motivo era razonable y hasta conmovedor, teniendo en cuenta que durante la Shoá murieron cientos de miles de estudiantes de yeshivá. Así que para que la cadena centenaria del estudio de la Torá no se perdiera, pedían que se les eximiera del ejército a esos estudiantes aventajados para poder dedicarse día y noche a estudiar los textos sagrados. Estos rabinos se dirigían a Ben Gurión con una actitud de derrota absoluta, ya que incluso a ellos, que creían en la providencia divina como guía del orden del universo y de la historia según una ley de recompensa y castigo, les costaba mucho explicar por qué pecado habían sido asesinados un millón de niños judíos en los campos de exterminio. El silencio de Dios había sido total. Por otra parte, estos rabinos representaban comunidades religiosas que se habían opuesto con firmeza al movimiento sionista; pero, no obstante, un primer ministro sionista y laico no podía dejar de atender sus ruegos para seguir con el estudio de los libros sagrados de un Dios que los había traicionado. Así pues, Ben Gurión hizo una excepción y eximió a esos muchachos de la obligación de hacer el servicio militar obligatorio.

Cuando se hizo esto, la población del nuevo Estado era en torno a un millón de personas. Hoy ya somos unos seis millones cien mil, es decir, seis veces más. En cambio, el número de estudiantes de yeshivá exentos del servicio militar son ahora unos sesenta mil, es decir, se ha multiplicado su número por ciento cincuenta. ¿Cómo se ha llegado a esta situación?

Las razones son complejas. Pero la principal deriva del poder político que los partidos religiosos han ido adquiriendo como fuerza de equilibrio entre la derecha y la izquierda, especialmente en la época de mayor enfrentamiento ideológico sobre cómo solucionar el conflicto con los palestinos.

Como muchas veces el sector de la izquierda y de la derecha estaban casi igualados en el Parlamento, los partidos religiosos eran los que acababan decidiendo quién gobernaba en el país. Y como en el sector de la derecha había también muchos judíos fieles a las tradiciones religiosas, era normal que contara con la simpatía y el apoyo de los partidos ultraortodoxos, lo cual se vio recompensado con una exención desproporcionada del ejército para los estudiantes de yeshivá, además de dotarles de una buena beca.

Cuantos más jóvenes religiosos iban quedando exentos del servicio militar, más crecía el número de militantes de los partidos religiosos, que así veían incrementado su poder. Y así los líderes de estos partidos han ido acumulando tal fuerza que no solo ha aumentado su soberbia política sino también su arrogancia desde el punto de vista teológico, llegando a hacer comentarios enervantes como: “El sionismo es el responsable del holocausto” o “las victorias del ejército de Israel no se deben a la valentía de los soldados sino al estudio de la Torá en las escuelas rabínicas”. Y fruto de esa arrogancia es también que parte de esos estudiantes de la Torá se nieguen a hacer un minuto de silencio el día en que suena la sirena en recuerdo de los caídos en las guerras de Israel.

Pero acerca de este tema también es necesario decir que estamos ante una herida muy grave que hay que curar, ya que muchos de esos jóvenes religiosos no quieren pasarse el día entero estudiando la Torá y repitiendo sin sentido textos escritos hace siglos. En el fondo de su corazón les gustaría aprender una profesión e integrarse en igualdad de condiciones en la sociedad israelí. No quisieran ser fieles soldados de un entramado religioso anclado en el pasado y dirigido por rabinos estrechos de miras, sino ciudadanos de provecho, útiles para la sociedad en la que viven y en la que para integrarse es condición importantísima haber hecho el servicio militar.

Muchas veces han surgido partidos cuyo objetivo fundamental era luchar para que los ultraortodoxos también hicieran el servicio militar, al igual que el resto de los ciudadanos, pero a pesar de todos los esfuerzos, nunca se conseguía nada. En cambio, en el último año, los grupos sociales que están luchando por que haya justicia e igualdad social en el país han comprendido que la exención que disfrutan los ultraortodoxos para no hacer el servicio militar supone también una carga económica que agrava aún más la desigualdad actual. Por ello, a las protestas de estos grupos se ha sumado este último año la demanda popular de que los religiosos también hagan la mili, una demanda que obliga a tomar una decisión a Netanyahu, que ahora cuenta con una amplia mayoría parlamentaria sin depender de los partidos religiosos, y que por tanto podría enmendar esta injusticia. Veremos si se atreve a ponerse en contra de sus socios tradicionales.

Las próximas semanas serán cruciales para la democracia israelí.

Abraham B. Yehoshúa, escritor israelí, impulsor del movimiento Paz Ahora.

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