Los valores de Río

Cuatro años han pasado y otra vez estamos ante unos JJOO. Por un mes, los medios no hablarán sólo de fútbol, sino también de otros 27 deportes. Lo olímpico volverá a ser parte de nuestras vidas en agosto y, ante la cita de Río, esto merece una reflexión sobre la pervivencia del espíritu olímpico. Poco queda hoy de los Juegos de la Antigüedad, celebrados como un elemento más del culto al dios Zeus que se rendía en el santuario de Olimpia. Tampoco podremos distinguir en Río 2016 demasiado del anhelo educativo decimonónico que movió al francés Coubertin a restituir los JJOO.

Los primeros Juegos, eventos modestos y muchas veces a las sombra de acontecimientos paralelos como exposiciones internacionales, han mutado considerablemente a lo largo del siglo XX. Episodios como el de entreguerras, la segunda guerra mundial y la guerra fría han revolucionado las sociedades de todo el planeta. Esto se puede rastrear en manifestaciones sociales como la cultura y las costumbres. O el deporte mismo, un fenómeno social cuya máxima expresión son unos JJOO que están regidos por una especie de reglamento constitutivo llamado Carta Olímpica.

Este documento enuncia en su preámbulo cuáles son los valores olímpicos que deben mostrar los deportistas que compiten por alcanzar la medalla de oro: «El Olimpismo se propone crear un estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor educativo del buen ejemplo, la responsabilidad social y el respeto por los principios éticos fundamentales universales. El objetivo del Olimpismo es poner siempre el deporte al servicio del desarrollo armónico del ser humano». Muchos se preguntarán, con razón, si estos valores se llevan a la práctica o si son pura mercadotecnia.

Es comprensible que hoy en día, que somos tan críticos hacia los poderes establecidos y exigimos transparencia en tantos ámbitos de nuestro entorno, también cuestionemos los JJOO y sus pretendidos valores. Pocas cosas hay perfectas, mucho menos un movimiento olímpico con tantas dimensiones y contradicciones. Pero, por su carácter polifacético, Río 2016 será una oportunidad para fomentar y difundir valores reales y actitudes positivas.

Pocas actividades consiguen tanto impacto como los JJOO. Usar el ejemplo de ciertos deportistas para hablar de respeto dentro de la rivalidad, juego limpio, compromiso, búsqueda de la sana excelencia y de muchos otros valores es un potencial que conviene aprovechar. Incluso algunos ejemplos negativos (siempre habrá tramposos) pueden ser útiles para construir un discurso pedagógico. La competición olímpica ha ido cambiando a lo largo del tiempo. Por ejemplo, la globalización alcanzada desde los años 90 con la incorporación de superestrellas profesionales al lado de participantes de países muy modestos. En Barcelona'92, los miembros del 'dream team' de la NBA y tenistas como Pete Sampras o Steffi Graf compartían espacio con miles de deportistas menos populares y con voluntarios. Esto es una clara muestra del potencial que contiene el fenómeno olímpico.

Otro punto que genera dudas es el del gigantismo actual de los JJOO: en Río 2016 habrá 28 deportes y todos ellos necesitarán estadios y pabellones de primera categoría. ¿Es esto sostenible? ¿Puede seguir habiendo ciudades que asuman el riesgo de hipotecarse con la esperanza de conseguir réditos a medio-largo plazo? Muchos dudan dónde está el futuro del olimpismo, con incertidumbres como el coste que supone organizar unos Juegos. Incluso si, dentro de este gigantismo, hay lugar para difundir los valores antes mencionados. El caso de Atenas 2004 es paradigmático: un pequeño país con problemas estructurales debió realizar una inversión estratosférica para que muchos estadios, finalizados los JJOO, no se hayan usado en 12 años y estén en el más absoluto abandono.

El Comité Olímpico Internacional, consciente de estos retos y contradicciones, lanzó hace dos años su plan estratégico Agenda 2020, que busca caminar hacia unos Juegos a medida de la ciudad que se presenta candidata. La Agenda 2020, además de poner límite al número de deportistas y de deportes que haya en unos Juegos y de reforzar la promoción de ciertos valores, da facilidades a las futuras ciudades sede para que diseñen su propuesta de instalaciones según sus necesidades y considerando su uso sostenible posterior. Tokio 2020 será la primera prueba de fuego para comprobar si los JJOO pueden ser un evento coherente y sensato durante el siglo XXI.

Volviendo a Barcelona'92, el recuerdo de su legado positivo, conocido como 'modelo Barcelona', es muchas veces aludido para explicar que JJOO y sostenibilidad no son conceptos contradictorios. Las autoridades de Río 2016 se han inspirado en muchas ideas de regeneración urbana que introdujo la capital catalana. De hecho, numerosos arquitectos y urbanistas formados en Barcelona han trabajado en la preparación de los JJOO en Brasil.

Alberto Aragón, coordinador del Centre d'Estudis Olímpics i de l'Esport Joan Antoni Samaranch.

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