Los veteranos de las Fuerzas Armadas

Convendría recordar algunas cifras. Los soldados españoles están actualmente desplegados por el mundo en veinte operaciones militares, con personal presente en catorce países de tres continentes y en cuatro diferentes zonas marítimas. Ese es un esfuerzo nacional, personal y familiar tanto más notable cuanto escasos son comparativamente los fondos que nuestro país dedica a la defensa. Y digno de encomio: los integrantes de nuestras Fuerzas Armadas, hombres y mujeres, saben del alto riesgo personal al que su profesión los somete. A ella dedican en el interior y en el exterior de nuestro país lo mejor de sus capacidades.

Fue el presidente Aznar el que llevó a cabo la sustitución de un Ejército nutrido por el servicio militar obligatorio por otro integrado por voluntarios, respondiendo con ello mejor a las necesidades de nuestra defensa y siguiendo el modelo imperante en la mayor parte de los países de nuestro entorno. A pesar de sus complejidades, el cambio se realizó con rapidez y sus positivos resultados son visibles: unas Fuerzas Armadas reducidas en tamaño pero bien entrenadas y con un alto sentido de su exigencia profesional. Y precisamente porque ese contingente responde a las necesidades nacionales sería conveniente prestar debida atención a las condiciones en que el soldado profesional presta su servicio y a la situación en que puede encontrarse tras cumplir su relación contractual con el país al que ha servido con las armas en la mano. Son ellos los veteranos de las Fuerzas Armadas de España que después de servir honorablemente con su misión han de reintegrarse a la vida civil. Y como tantos otros ciudadanos, han de buscar trabajo y ocupación en un tejido comunitario en el que las consecuencias de la crisis no facilitan la integración, a veces complicada por la misma peculiaridad de la tarea a la que durante años han dedicado sus vidas.

El retorno de los veteranos de un ejército profesional a la sociedad civil suele estar contemplado por medidas legales de apoyo destinadas a facilitar ese tránsito. En España no faltan algunas disposiciones al respecto, pero su alcance y su desarrollo son insuficientes. Su mejora debería tener en cuenta unos objetivos fundamentales. Por supuesto, dotar de continuidad vital a las gentes que voluntariamente han querido dedicar parte significativa de su vida al servicio de la Patria común. Pero también imbuir en la sociedad española el sentido de consideración a las Fuerzas Armadas, hoy desgraciadamente muy disminuido. Y aprovechar en beneficio de la comunidad las capacidades profesionales y técnicas adquiridas por los soldados voluntarios durante su desempeño como tales.

No es comparable el trato que los Estados Unidos deparan a sus veteranos, como tampoco son comparables la situación, el tamaño y las misiones de las Fuerzas Armadas americanas con las españolas. O con las de cualquier otro país del mundo. Pero sí podrían servir de inspiración algunas de las razones que inspiran su aplicación. En los USA el Gobierno y la sociedad se movilizan para facilitar al soldado profesional una más fácil integración social porque valoran su entrega, su capacidad de trabajo y su sentido de la responsabilidad. En sentido inverso, los ciudadanos americanos pueden sentirse atraídos por las Fuerzas Armadas sabiendo que su servicio en ellas será motivo de agradecimiento social y de eventual apoyo para sus aspiraciones.

Así, después de tres años en las Fuerzas Armadas, el soldado americano puede contar con facilidades para realizar estudios adicionales a los que ya posea. Las empresas privadas tienen programas de empleo específicamente dirigidos a los veteranos, que pueden recibir formación federal y estatal, así como facilidades crediticias, para constituir empresas. Las grandes corporaciones muestran una clara inclinación a contratar con estas empresas, que pueden encontrar vías razonables de acceso a la administración pública y sus contratos. Los veteranos con una disminución física como consecuencia de su servicio encuentran vías para su integración en las administraciones públicas. Y además de contar con una importante atención médica específicamente dirigida a ellos, la administración americana cuenta con un departamento ministerial exclusivamente dedicado a gestionar las necesidades de ese colectivo.

No se trata de adoptar modelos y medidas concebidas para otras necesidades y volúmenes, pero sí recordar y en la medida de lo posible seguir su inspiración: los soldados que voluntariamente sirven en las Fuerzas Armadas de España bien merecen de la sociedad a la que sirven consideración, atención y respeto. Son en última instancia, y como bien dice la Constitución de 1978, las encargadas de «garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional». ¿Sería mucho pedir que una unidad administrativa en el Ministerio español de Defensa, con el rango de Subdirección o Dirección General, se ocupara directamente de los veteranos españoles y de sus necesidades? Iría en su provecho y en el de toda la nación.

Javier Rupérez, Embajador de España; Martín Gurría, CEO de Ecotec Defense.

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