Luces y sombras de un traslado

Bien sé que la política es el arte de lo posible, no de lo deseable. El Ministerio de Defensa comunicó el pasado día 2 de noviembre a través de la periodista de este medio en Madrid Patricia Martín que las colecciones de armas incluidas en el Museo Militar de Montjuïc se trasladarán al castillo de Sant Ferran, en Figueres, la impresionante fortaleza que inició en 1753 Pedro Zermeño y que culminaron aquellos magníficos ingenieros militares formados en el Colegio de Matemáticas de Barcelona, entre ellos, su hijo Pedro.

Ante la terca postura del Ayuntamiento de Barcelona, políticamente correcta, jurídicamente muy discutible, dado que una orden ministerial del Ministerio de Hacienda rectifica una ley aprobada en el Congreso, se opta por el traslado.

Lo posible tiene varios aspectos positivos: se mantienen unidas las colecciones de armas, especialmente las fabricadas en Ripoll, únicas en el mundo; el museo no sale de Catalunya y el emplazamiento permite afrontar un excelente e ilusionante proyecto que podrá abordarse con modernos parámetros museísticos, más didácticos que los anteriormente aplicados en Montjuïc.

¿Qué se pierde de lo deseable? Barcelona es puerto histórico; es don Juan de Austria, es Orán, es Argel, es Lepanto, es Roger de Flor, es mar abierto a todo el Mediterráneo. Su artillería de costa, que tantas veces defendió la ciudad, aunque en otras la bombardease, difícilmente encajará en una fortaleza fronteriza del Empordà, de tierra adentro.

Enhorabuena a Figueres, que se consolida como uno de los más importantes centros culturales de Catalunya, al concentrar cerca de la frontera francesa el Museo Dalí, la fortaleza más grande de Europa y, dentro de ella, el nuevo Museo Militar.

Es un premio también a las personas que siempre han creído en las posibilidades de Sant Ferran: los generales Díaz Campmany y López de Castro, y Juan Manuel Alfaro, presidente de la Fundació Fortaleses Catalanes. Reconocimiento también a las personas que desde los ministerios de Cultura y de Defensa han obrado a favor del castillo.

Por supuesto, como cualquier fortaleza por la que ha pasado la historia, Sant Ferran tiene luces y sombras. ¿Conocen alguna que en tres siglos de vida no las tenga? Sufrió, con distinta suerte, las guerras con Francia, siempre ansiosa de incorporar parte del Principado a su territorio. Los vestigios de la guerra de la independencia son aún visibles entre esos muros. Allí dejaron morir los franceses de cansancio y dolor al hombre que se les había resistido en Girona, el general Álvarez de Castro.

Durante la guerra civil fue depósito de obras de arte y del material de ayuda rusa. A primeros de febrero de 1939, se reunieron en sus sótanos las últimas Cortes de la República. Una placa, con los nombres de todos los diputados presentes, rememora aquel acontecimiento. En la madrugada del 7 al 8 de febrero de 1939, ante el avance de las tropas de Franco, se ordenó la voladura de los almacenes para evitar que el material cayese en manos enemigas. Alguien con sano juicio facilitó la huida de los presos políticos que allí se encontraban, horas antes de la voladura.

Circunstancias muy personales me permiten conocer los hechos, ya muy alejados de nuestra conciencia histórica. Lo malo fue que la voladura se llevó la puerta principal de la fortaleza. También será esta una buena ocasión para restituirla.
Fue prisión, penitenciaría militar, sede de unidades de la guarnición, polvorín, campo de concentración y todo lo que quieran pensar que cabe en casi tres siglos en un recinto amurallado.

El reto está ahí. Decidido el traslado del cuerpo del museo de Montjuïc hay que adosarle un alma, un proyecto.

Museo fronterizo, debe saber integrar la cultura Vauban francesa con las brillantes aportaciones de las escuelas de ingenieros militares españoles de Bruselas y Barcelona; con el cordón de fortalezas que protegían el Principado, que comenzaban en Salses y llegaban a Tortosa, pasando por Sant Julià de Ramis, Hostalric y el propio Montjuïc. El eterno enemigo francés es hoy no solo nuestro vecino, sino que comparte con nosotros un mismo proyecto político que se llama Europa. También debe contribuir el futuro museo militar a hacer Europa desde esta perspectiva.

Debe saber atraer a los 150.000 visitantes que recibía antes Montjuïc, sobre los 40.000 que ahora acoge. Es cuestión de trabajar, de ilusionar y de unir esfuerzos.

Lluis Alejandre, General.