Luces y sombras en la integración de los migrantes en España

Tema

España puede presumir de haber logrado la incorporación a su sociedad de una oleada migratoria de singular intensidad y volumen sin experimentar apenas conflictos sociales, ni dar lugar a movimientos xenófobos. Sin embargo, está todavía lejos de esos países en los que inmigrantes de primera o segunda generación han logrado un papel relevante en la vida pública.

Resumen

España puede presumir de haber logrado la integración de más de 6 millones de inmigrantes en un tiempo récord sin haber alimentado la formación de movimientos xenófobos, convirtiéndose en una excepción en el panorama europeo. Pero la integración de los inmigrantes presenta aspectos positivos, como éste, o como la plena normalización legal de su situación y la ausencia de guetos, y otros negativos, como el alto peso del paro y los bajos salarios, el escaso acceso a la enseñanza post-obligatoria entre las segundas generaciones, el riesgo de radicalización yihadista y la escasa presencia pública de los inmigrantes. Estamos aún lejos de esos países en los que inmigrantes de primera o segunda generación han logrado un papel relevante en la vida pública, como el recién elegido alcalde de Londres, Sadiq Khan, hijo de migrantes paquistaníes. Por ahora, los inmigrantes procedentes de países más pobres que España ocupan una posición secundaria tanto en la estructura de empleo y riqueza como en la de prestigio social.

Análisis

Han pasado ya más de 30 años desde que se aprobó la primera Ley de Extranjería en España, en 1985, y más de 20 desde que la inmigración comenzó a adquirir presencia pública y a percibirse como una nueva realidad social. En este período España ha pasado de ser una sociedad cultural y étnicamente homogénea a contar con un 13% de inmigrantes provenientes de decenas de países, religiones, idiomas y características físicas diferentes. Este proceso se ha gestionado desde las Administraciones públicas y desde la sociedad mayoritaria sin un debate sobre cómo proceder a la integración de los inmigrantes. Especialmente notorio es el hecho de que  en España no ha sido importante el debate, que ha tenido lugar en muchos otros países europeos de inmigración más antigua, respecto a los elementos culturales de esa integración, un debate que se mueve entre dos “modelos”, el multicultural, el asimilacionista, y todos sus matices intermedios. Quizá porque en el conjunto de España la identidad nacional es débil, las encuestas muestran sistemáticamente que la inmigración no se ha percibido como una amenaza de tipo cultural, como sí ocurre en buena parte de los países europeos. Sólo en Cataluña, donde existe una fuerte identidad  cultural-nacional que se siente en peligro, este aspecto ha tenido importancia.

Puede decirse que España, tanto desde las Administraciones como desde el conjunto de la sociedad, ha desarrollado hacia la integración de la inmigración un enfoque pragmático, dirigido a solucionar problemas o riesgos de conflicto, sin partir de ningún modelo previo. Ahora, tras un par de décadas de experiencia, cuando parece haber acabado el efecto de la crisis económica sobre el retorno de inmigrantes procedentes de países más pobres, es un buen momento para aportar algunos datos sobre el resultado de esta aproximación pragmática a la integración de la inmigración en España.

Acaba de publicarse un informe con los resultados de una interesante encuesta a migrantes ecuatorianos en España), realizada por la Embajada de Ecuador, la Universidad UPCO y el Observatorio Vasco de Inmigración (Ikuspegi)1 en la que se muestran muchos de los aspectos positivos y también de los negativos del proceso de integración que se ha producido en el país. Los ecuatorianos junto con los rumanos y los marroquíes, forman los tres grupos más numerosos entre los inmigrantes en España, lo que acentúa la relevancia de la investigación. Utilizando este estudio junto a otras fuentes podemos trazar un dibujo sobre las luces y sombras de este proceso.

Empezamos con los datos positivos desde la perspectiva de la integración:

  • Integración legal. Los ecuatorianos, como la mayor parte de los demás migrantes extracomunitarios, han conseguido ya un estatus que les permite una residencia permanente en el país. Más de la mitad (53%) de los ecuatorianos han obtenido la nacionalidad española y otro 25% tiene un permiso de residencia permanente. Por su parte, la inmigración irregular prácticamente ha desaparecido en este grupo, como en el conjunto de la población migrante en España. Como consecuencia del aumento del desempleo, a partir de 2008 España endureció su política contra la inmigración irregular, que ya se había visto reducida de forma sustancial por la entrada de Rumanía en la UE en 2007 y por la regularización extraordinaria del 2005. A resultas de ello, la inmigración irregular ha pasado a ser muy pequeña, en un gran contraste con lo que sucedía durante los primeros años de este siglo.
  • Sentimiento de aceptación. Los inmigrantes ecuatorianos muestran en esta encuesta que no perciben discriminación hacia ellos por parte de la población autóctona. Es lo que afirma el 74% de los entrevistados. Sólo un 25% dice haber sufrido alguna forma de discriminación. Esta sensación de ausencia o carácter minoritario del rechazo está relacionada con la inexistencia en España de un partido o movimiento xenófobo importante, un hecho que ha sido destacado a menudo como muestra de un éxito de nuestro país, especialmente si se tiene en cuenta que ninguno otro país europeo, u occidental en general, ha recibido tanta inmigración per cápita en los años de mayor afluencia, entre 1998 y 2007.2 No existe una respuesta suficientemente convincente a la pregunta de por qué España se ha librado hasta ahora de esa tendencia que afecta a toda Europa, la extensión de los partidos xenófobos y su éxito electoral. A principios de siglo la respuesta más habitual a esta pregunta era la novedad del fenómeno migratorio en nuestro país y la comprensión con que se recibía desde la experiencia de la propia migración española de los años 60. A esto se añadía la herencia histórica del franquismo, que con su abuso retórico del nacionalismo español, habría vacunado a la sociedad contra ese mismo nacionalismo, que pasó a identificarse con la dictadura. También Portugal, que sufrió un largo régimen autoritario, el salazarismo, es una excepción en el panorama europeo por la ausencia de un partido xenófobo. Sin embargo, ahora, con un porcentaje de población migrante del 13% –en el que no se incluye a las segundas generaciones nacidas ya en España–, y el gran peso demográfico de las generaciones que no vivieron el franquismo ni emigraron en el pasado, estas explicaciones parecen insuficientes. En cualquier caso, el riesgo de la aparición futura de movimientos xenófobos no está completamente descartado: un 19% de los españoles cree que un partido de ideología racista o xenófoba tendría buena aceptación, según los datos del último Barómetro sobre inmigración publicado por el CIS y realizado en 20143 y el 44% dice haber escuchado algún comentario contra los inmigrantes en las últimas semanas.
  • Planes de permanencia. Son minoría los ecuatorianos que se plantean regresar a su país o emigrar a otro (un tercio en total) frente al grueso que bien planea mantenerse en España, bien no tiene ningún plan de futuro en concreto, lo que equivale, por inercia, a quedarse. Los jóvenes son los que más resistencia ofrecen a la perspectiva de sus padres de retornar a Ecuador. Esta resistencia de las segundas generaciones al retorno es un fenómeno bien conocido en los procesos migratorios, que produce una estabilización de la población migrante.
  • Ausencia de guetos. Es obvio que la población migrante no se distribuye de forma homogénea por las ciudades o pueblos españoles, sino que se concentra en ciertos barrios y localidades. Sin embargo, hasta ahora no se han formado guetos, barrios que la población autóctona haya abandonado por la llegada de los inmigrantes. No existen en España zonas equivalentes a las banlieus francesas que concentran migración árabe y subsahariana, o al barrio bruselense de Molenbeek, de población marroquí. Este puede ser el resultado positivo y no buscado de la ausencia de una política fuerte de vivienda social en el país. Ante la falta de una oferta de vivienda pública abundante a bajos precios, los inmigrantes han encontrado alojamiento a través del mercado, dispersándose entre la población española, un hecho que favorece su integración social a través de las relaciones vecinales. Por otra parte, esta dispersión geográfica afecta también a la dispersión escolar y suaviza la tendencia a la formación de guetos educativos. Hay que reconocer, sin embargo, que la crisis económica y la expulsión que ha producido de población inmigrante puede ser una causa del freno a un proceso, el de la formación de guetos residenciales y educativos que, en otro caso, probablemente habría avanzado. La población inmigrante extracomunitaria procedente de países más pobres se concentra en dos tipos de barrios en las ciudades: los periféricos de vivienda barata construidos en los años 60 y 70, de población autóctona envejecida (como San Cristóbal en Madrid y Juan XXIII en Alicante), y los barrios de los centros urbanos degradados y con abundante vivienda de mala calidad (como Lavapiés y el Raval) que están en proceso de renovación y “gentrificación”4 expulsando a esa población migrante junto con parte de la autóctona de menos recursos. Esta renovación urbana frena la concentración inmigrante en los barrios céntricos, pero no ocurre nada semejante en los barrios periféricos, en los que se concentran inmigrantes y en los que el precio de la vivienda disminuye en relación con el del resto de la ciudad, mientras que las viviendas que ocupaba la población autóctona envejecida son adquiridas o alquiladas por inmigrantes cuando quedan libres.
  • Identificación con el país de acogida. Otro buen indicador de integración es el grado de identidad con España que muestran los inmigrantes ecuatorianos de segunda generación. Si entre los adultos domina la identidad ecuatoriana y la española es sólo marginal, entre los jóvenes de entre 15 y 24 años aparece ya un grupo en el que ambas identidades se comparten (22%).
  • La radicalización islamista entre los inmigrantes árabes es muy baja en España en comparación con la detectada en Bélgica, el Reino Unido, Francia y Alemania. En proporción a su población, desde España han salido muy pocos “combatientes” para unirse a las filas del llamado Estado Islámico.5

Frente a estos datos positivos, aparecen otros negativos:

  • El desempleo, los bajos salarios, la precariedad y la pobreza afectan con más fuerza a la población inmigrante. En el caso de los ecuatorianos encuestados, su tasa de desempleo es del 31%. En otros grupos esa tasa es aún mayor: el 52% de los marroquíes estaba en paro a finales de 2014.6 Tres cuartas partes de las mujeres ecuatorianas empleadas ganan menos de 1.000 euros mensuales, y lo mismo ocurre con el 64% de los hombres. Un 24% gana menos del salario mínimo, fijado ahora en 649 euros. Probablemente por esta situación de menores ingresos, combinada con una menor red de protección familiar en comparación con la población autóctona, los inmigrantes están aprovechando mejor que el resto la recuperación en la oferta de empleo producida en los últimos dos años: durante 2014 y 2015, la tasa de empleo de los inmigrantes creció en 10 puntos frente a sólo 4 puntos entre los autóctonos.7
  • Los desahucios de vivienda han golpeado especialmente a este grupo: un 13% de los ecuatorianos han recibido una orden judicial para abandonar la vivienda que habían comprado y que la crisis les ha impedido seguir pagando. En conjunto, los inmigrantes se han visto más afectados que los españoles por las órdenes de desahucio, por su mayor debilidad económica y su menor red de apoyo familiar.
  • La integración de la población musulmana no está asegurada. Los migrantes musulmanes siguen encontrando en España dificultades para la práctica de su religión en varios terrenos: la construcción de mezquitas, el enterramiento, la compatibilidad de los calendarios laborales con algunas de sus fiestas más importantes, como la del cordero, o la enseñanza de su religión en las aulas. Sólo en los lugares donde existe una fuerte concentración de población musulmana, como Ceuta, Melilla y varios municipios del Levante, han realizado las instituciones locales políticas específicas de integración en estos aspectos. Aunque el Estado español es oficialmente aconfesional, en la práctica la religión y la Iglesia católicas gozan de privilegios que las demás confesiones denuncian y que afectan especialmente al islam, la segunda religión del país por número de fieles. El caso más claro de esta discriminación se produce en lo relativo a la construcción de mezquitas. Los edificios destinados al culto religioso no cuentan con una figura específica en el planeamiento urbano, pero los ayuntamientos españoles no encuentran dificultades para reservar suelo para la construcción de iglesias católicas en el diseño de nuevos barrios. Sin embargo, cuando una comunidad musulmana planea la construcción de una mezquita se enfrenta a menudo con todo tipo de dificultades administrativas y con la oposición de parte de la población local, con el resultado frecuente de que las mezquitas acaban inaugurándose en locales industriales en la periferia de las ciudades.
  • El riesgo de radicalización y violencia islamistas. Aunque, como se ha dicho, en comparación con otros países europeos la radicalización islamista en España es relativamente baja, existe, y exige una vigilancia continua de las fuerzas de seguridad e inteligencia, especialmente activa en tres puntos: Ceuta, Melilla y Cataluña. De Ceuta y Melilla, convertidas en ciudades de mayoría musulmana, han salido la mayor parte de los yihadistas españoles que han viajado a Siria o Irak para unirse al Estado Islámico. En Cataluña, la labor policial ha desmantelado ya varias redes que, supuestamente, preparaban atentados terroristas.8
  • Las segundas generaciones, que están llegando a la edad laboral en plena crisis, afrontan un escenario laboral peor que el que encontraron sus padres cuando llegaron a España durante el boom inmobiliario. Además, sólo una pequeña parte de esas segundas generaciones está llegando a la educación post-obligatoria y la universidad,9 lo que les incluye entre el grupo de población con menores posibilidades de empleo, la de baja cualificación, en la que se concentra el desempleo de larga duración en España. El volumen de empleos a los que pueden aspirar los individuos de baja cualificación no deja de reducirse en España, como en toda Europa, y ello plantea a medio y largo plazo un problema de integración social importante.10 Por otra parte, las segundas generaciones tienen aspiraciones diferentes a las de sus padres porque su marco de referencia es otro: en lugar de comparar su nivel de vida con el del país de origen, sus aspiraciones se definen en relación con las de los jóvenes de su generación en el país en que residen, en este caso en España. Pero si sus resultados educativos son inferiores a la media, esa aspiración corre un riesgo grande de verse frustrada y provocar sentimientos de exclusión y marginación. Para prevenir ese fracaso escolar relativo sería necesario contar con información detallada que permitiera concentrar los esfuerzos educativos extras allí donde hacen más falta, pero, a diferencia de la mayoría de los países de la OCDE en los que se realizan las pruebas de PISA a los jóvenes de 15 años de edad, en España no se recoge el origen nacional específico de los estudiantes, de modo que en los resultados de PISA para España aparecen en el mismo bloque los hijos de ingleses, chinos, marroquíes, alemanes y ecuatorianos. No hay ninguna justificación para esta ausencia de información, que las autoridades educativas españolas deberían replantearse.

Conclusión

España ha pasado ya a una segunda fase migratoria, una de estabilización de la población migrante que ha adquirido en su mayoría o bien la nacionalidad o bien un permiso de residencia permanente. Ocho de cada 10 inmigrantes extracomunitarios no nacionalizados tienen un permiso permanente, según los datos publicados por el OPI.11 Por otra parte, el crecimiento de la población inmigrante se realiza ahora básicamente por la vía de la reagrupación familiar, una fase a la que llegaron otros países europeos de migración más antigua hace ya muchos años y que plantea desafíos específicos, como la menor tasa de actividad de los reagrupados en comparación con los migrantes que llegaron en primer lugar.

El país puede presumir de haber logrado en este período la incorporación a su sociedad de una oleada migratoria de singular intensidad y volumen sin experimentar apenas conflictos sociales, ni dar lugar a movimientos xenófobos, ni siquiera en esta fase de alto paro en la que se produce una competencia por el empleo. Sin embargo, está todavía lejos de esos países en los que inmigrantes de primera o segunda generación han logrado un papel relevante en la vida pública, como el recién elegido alcalde de Londres, Sadiq Khan, hijo de migrantes paquistaníes, el primer ministro francés, Manuel Valls, español de origen, y Najat Vallaud-Belkacem, marroquí, ministra de Educación en Francia. Por ahora, la integración de los inmigrantes que proceden de países más pobres que España se produce en la zona baja de la estructura ocupacional y también del prestigio social, sin apenas figuras relevantes que maticen este panorama de escaso protagonismo público. Habrá que esperar para ver si el modelo español es capaz también de producir integraciones exitosas como las de esos ejemplos, un proceso en el que el sistema educativo tiene la principal responsabilidad.

Carmen González Enríquez, Investigadora principal y directora del Observatorio Imagen de España (OIE), Real Instituto Elcano.


1. La población de origen ecuatoriano en España.

2. Carmen González Enríquez (2015), “Migración, trabajo y amenazas al sistema de pensiones: balance del período 1996-2014”, ARI, nº 5/2015, Real Instituto Elcano.

3. Actitudes hacia la inmigración (VII), CIS, marzo 2014.

4. Se denomina “gentrificación” de un barrio al proceso de renovación urbana y sustitución de la población local de bajos recursos por individuos de clase media, sobre todo jóvenes profesionales.

5. Carola García-Calvo (2016), “España concernida”, Comentario, Real Instituto Elcano, 23/III/2016.

6. Carmen González Enríquez (2015), op. cit.

7. FUNCAS (2016), “Focus on Spanish Society”, marzo 2016; cálculos de Luis Garrido Medina.

8. Fernando Reinares y Carola García-Calvo (2015),  “Terroristas, redes y organizaciones: facetas de la actual movilización yihadista en España”, Documento de Trabajo, nº 17/2015, Real Instituto Elcano.

9. Comisión Europea, “Progress Towards the Common European Objectives in Education and Training Indicators and Benchmarks – 2010/2011”.

10. Luis Garrido y Rodolfo Gutiérrez (2016), “El urgente rescate social: Recuperar para el empleo a los trabajadores menos cualificados”, Círculo Cívico de Opinión, Cuaderno nº 16.

11. Extranjeros residentes en España a 31 de diciembre de 2015: Principales resultados.

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