¿Luchar o engendrar terroristas? (1)

En su muy esperado discurso antiterrorista, el presidente Barack Obama reconoció públicamente –por primera vez– el número de víctimas que los ataques con aviones no tripulados infligen a civiles musulmanes. “Es un hecho innegable que los ataques de Estados Unidos han causado víctimas civiles”, admitió, y agregó: “Estas muertes nos perseguirán”. Aunque se comprometió a reducir el uso de aviones no tripulados en el futuro, esas palabras sonaron a hueco cuando pasó a reafirmar su compromiso con los asesinatos selectivos, ya que, en su opinión, toda alternativa representaría provocar muchas más víctimas civiles.

La valoración de esta cuestión por parte de Obama hace caso omiso de la advertencia de la CIA sobre la posibilidad de que salga un “tiro por la culata”. Los funcionarios en Washington pasan por alto los elevados costes que representan la guerra contra el terrorismo y el uso de tácticas como ataques con drones, pues atizan de hecho la radicalización de individuos que viven en sociedades occidentales. Se trata de un fenómeno en auge que no ha llegado a debatirse en serio a pesar de una serie de graves atentados terroristas. Los atentados del maratón de Boston y el ataque de Woolwich en Londres son los últimos ejemplos del problema.

En sucesivas ocasiones a lo largo de los últimos años, los atacantes y los atacantes en potencia han aducido la guerra contra el terrorismo, primero en Iraq y ahora en Afganistán-Pakistán, Yemen, Somalia y en otras partes del mundo, como prueba de que Occidente está en guerra con el islam. La presencia de botas occidentales en suelo musulmán y el uso constante de ataques con drones han provocado una reacción violenta entre decenas de jóvenes musulmanes presa de engaños que viven en Estados Unidos y en Europa, jóvenes de diversos niveles de formación y procedencia entre los que se cuentan estudiantes de elevado perfil académico y social. El factor sorprendente es que tales atacantes no están unidos por un núcleo de creencias ideológicas o por la pertenencia a un grupo terrorista en particular, sino sobre todo por una serie elemental de motivos de agravio, reales o imaginarios.

En el caso que nos ocupa, se trata de un tipo distinto de terroristas, en el sentido de que se han radicalizado ellos mismos, enfurecidos por motivos de agravio concretos al tiempo que se integraban en el estilo de vida de la sociedad occidental. Tras caer bajo la influencia de predicadores militantes sobre todo a través de la web, han interiorizado el tipo de cosmovisión religioso-política que ha justificado a sus ojos abordar el asunto por su propia cuenta; en suma, licencia para matar.

En lugar de intentar desestimar la forma en que la guerra librada contra el terrorismo ha motivado a estos jóvenes airados y engañados para matar, a nosotros incumbe hacer un balance de sus voces y comprender los factores que impulsan a estas maneras de ira violenta. El objetivo no es racionalizar o justificar sus asesinatos, sino indagar cuál es el sentido de sus acciones violentas.

En el ataque de Wolwich, el sospechoso Michael Adebolajo se dirige a la cámara: “La única razón por la que hemos matado hoy a este hombre es que hay musulmanes que mueren a diario por la acción de los soldados británicos; este soldado británico es uno de ellos, así que es ojo por ojo y diente por diente. Juramos por Dios todopoderoso que nunca dejaremos de combatiros hasta que nos dejéis en paz. Así que, ¿qué problema hay si queremos vivir según la charia propia de tierras musulmanas? ¿Por qué ello ha de implicar que habéis de seguirnos, perseguirnos, llamarnos extremistas y matarnos? Más bien habríamos de decir que sois vosotros los extremistas. Sois vosotros. Cuando habláis de bombas, ¿creéis que alcanzan sólo a una persona? No, la bomba acaba con toda una familia. Esta es la realidad. Por Dios, si hoy viera a tu madre empujando un cochecito, le ayudaría a subir las escaleras. Esa es mi manera de ser. Pero estamos obligados –según numerosos pasajes del Corán– a luchar contra ellos porque ellos luchan contra nosotros. Ojo por ojo y diente por diente (...) Pido disculpas a las mujeres que hoy han tenido que presenciar esto, pero en nuestras tierras nuestras mujeres han de presenciar lo mismo. Vosotros nunca estaréis seguros. Destituid a vuestros gobiernos. No les importáis. ¿Creéis que David Cameron va a quedar atrapado en la calle si un día empezamos a disparar nuestras armas? ¿Crees que los políticos van a morir? No, el que morirá será vuestro tipo medio, un tipo como tú y tus hijos. Así que desembarazaos de ellos. Decidles que traigan las tropas de vuelta para que todos vosotros podáis vivir en paz. Dejad nuestras tierras y viviréis en paz. Eso es todo lo que tengo que decir. La paz y las bendiciones de Dios sean con vosotros. La paz sea con vosotros (Salaam alaikum)”.

El sospechoso del atentado del maratón de Boston, Yojar Tsarnáyev, dejó una nota en la que reivindicaba la responsabilidad de su conducta, describiendo la acción como represalia de las guerras de Estados Unidos en Afganistán e Iraq, según se ha informado. El mensaje manuscrito se hallaba en la parte interior de la embarcación donde se escondió de las fuerzas de seguridad, sangrando de heridas por arma de fuego, días después del ataque. En la nota, Tsarnáyev describía a las víctimas de los atentados como daños colaterales: “Cuando se ataca a un musulmán, se ataca a todos los musulmanes”, escribió Tsarnáyev. Describió a su hermano Tamerlán, que murió en un tiroteo con la policía, como un mártir. La nota concuerda con lo que dijo a la policía al ser detenido.

Faisal Shahzad, del caso de Times Square, era un individuo de clase media con título en Administración de Empresas que parecía totalmente integrado en la vida estadounidense.

Después de su intento en Times Square, según se ha informado, Shahzad dijo a los investigadores que actuó por los ataques de drones Predator de la CIA en Pakistán, especialmente por un ataque de drones que tuvo lugar mientras él se hallaba de visita en el país. En su comparecencia ante el tribunal en el que se declaró culpable, la juez Miriam Cedarbaum le preguntó si estaba seguro de que quería declararse culpable. Shahzad respondió que quería “declararse culpable hasta cien veces más” para que Estados Unidos supiera que si no salía de Iraq y Afganistán, suspendía los ataques con aviones no tripulados y dejaba de entrometerse en suelo musulmán, atacarían Estados Unidos.

Shahzad dijo a la juez Cedarbaum que estaba vengando la guerra en Afganistán y la intervención de Estados Unidos en Pakistán, Iraq, Yemen y Somalia.

“Formo parte –dijo– de la respuesta a Estados Unidos por aterrorizar a los países musulmanes y al pueblo musulmán”. Y presionado por la juez para que explicara sus motivos, se limitó a decir: “Los ataques con drones en Afganistán e Iraq no ven a los niños, no ven a nadie. Matan a mujeres, a niños, matan a todo el mundo. Es una guerra, y en la guerra matan gente. Están matando a todos los musulmanes”.

Preguntado por la juez Cedarbaum por qué atacaba a civiles si su objetivo era tomar represalias contra las tropas estadounidenses, Shahzad volvió a responder: “El drone ataca en Afganistán y en Iraq, no ve a los niños, no ve a nadie. Matan a mujeres, a niños, matan a todo el mundo. Es una guerra, y en la guerra matan gente. Están matando a todos los musulmanes”.

Fawaz A. Gerges, director del Centro de Oriente Medio en la London School of Economics Traducción: José María Puig de la Bellacasa.

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