Lujo asiático

Las fábricas son generadoras de riqueza para un país, y por tanto, su deslocalización preocupa. Es lógico que los ciudadanos exijan a sus políticos que actúen para potenciar la instalación de empresas en sus países, para prevenir las deslocalizaciones, y para que, en el caso de que estas se produzcan, el impacto sobre los trabajadores afectados sea mínimo. Sin embargo, la presencia de deslocalizaciones en la prensa es muy desigual. Existen deslocalizaciones pasivas, que son reflejadas de forma positiva por los medios. Por ejemplo, si una empresa tiene una planta en Terrassa, y la cierra para desplazar la producción a Eslovaquia (deslocalización activa), la opinión pública tildará a esta empresa de poco ética, de mercantilista, de falta de sensibilidad social, etcétera.

Si una empresa vecina, al aumentar sus ventas, tiene que ampliar la capacidad productiva y, manteniendo la planta en Terrassa, abre otra en Eslovaquia, aparecerá como una empresa emprendedora, internacional, en general bien apreciada, aunque realiza una deslocalización pasiva. La ampliación podría haber generado más puestos de trabajo en Terrassa, pero no lo ha hecho. La primera empresa, que ha funcionado durante décadas, generando riqueza al país, será fácilmente objetivo de un boicot comercial, mientras que la segunda puede recibir un premio a la internacionalización.

Recientemente,en el Reino Unido ha aparecido una interesante mutación sobre este tema: la preocupación por la deslocalización de la fabricación de artículos de lujo. El origen se encuentra en el anuncio de cierre de una planta de fabricación de polos que Burberry tiene en Treorchy, en Gales, con una plantilla de unas 300 personas. La empresa indica que seguirá manteniendo en el Reino Unido otras dos plantas, e insiste en que la de Gales no es comercialmente viable.

El Parlamento de Gales ha citado a los directivos de Burberry para que expliquen su decisión. Mientras, los trabajadores afectados se manifestaron delante de las tiendas que la empresa tiene en Regent Street, en el centro de Londres. Hasta aquí, nada extraordinario. Lo que ya no es tan común es el apoyo que la plantilla ha recibido de multitud de famosos. La última celebridad en apuntarse a la campaña contra el cierre ha sido la actriz Emma Thompson, ganadora de dos Oscar.

La actriz argumenta que, cuando compra vestidos, siempre mira donde han sido fabricados. Para un producto de marca Burberry, quintaesencia británica, si ha sido fabricado en China, la señora Thompson lo considerará "inauténtico" (usando su propia expresión). No se da cuenta de la inconsistencia de su declaración con el hecho de que para una tradición tan británica como tomar el té, no exija que la planta sea cultivada en las islas. A la hora de comprar productos locales, ¿la señora Thompson se limita a productos británicos, o también acepta europeos? Un tema interesante de discusión sería el de cuáles serían las fronteras dentro de las que sería aceptable la deslocalización. Si la planta se desplazara de Gales a Escocia, ¿estaría bien visto, a pesar de que seguiría habiendo 300 trabajadores afectados en Gales que seguramente no desearían desplazarse a Escocia?

Un concepto interesante que aparece en el caso de Burberry es el del lujo. Para los artículos de bajo precio, parece lógico que el fabricante busque reducir costes en la producción. Pero para artículos de lujo, que se supone que tienen ya un alto margen para el fabricante, no se entiende que también quiera reducir los costes de fabricación. Sin embargo, si uno de los objetivos de las empresas es generar rentabilidad para las inversiones de sus propietarios, la reducción de costes de fabricación para mejorar los beneficios es una estrategia tan legítima en una empresa como en otra. Se estima que con este cierre Burberry aumentará sus beneficios en unos 4 millones de libras esterlinas (unos 6 millones de euros).

Un argumento relacionado con el anterior es el aparente contrasentido de fabricar artículos de lujo en China. ¿Cómo es posible que este tipo de marcas de alta calidad mantengan esa denominación fabricando en China?, dice la gente. Parece que el argumento solo lo aplican a la parte productiva, ya que actualmente hay más tiendas de marcas de lujo occidentales en una ciudad china como Shanghai o Pekín que en todo el País de Gales. Si los chinos pueden ser buenos clientes, ¿por qué no pueden ser también buenos fabricantes de estos artículos? Quizás no lo eran en 1987, cuando visité China como profesor por primera vez, pero mucho ha evolucionado el país desde entonces. Y debo confesar que en estos 20 años he encontrado algunas empresas chinas con niveles de excelencia en sistemas productivos y de integración con proveedores y clientes mucho más avanzados que en Occidente.

Es encomiable que los habitantes de Gales, sus políticos y sus famosos luchen para mantener los puestos de trabajo en el país. Desgraciadamente, los esfuerzos que se hacen para salvar una planta cuando la empresa ya ha anunciado las intenciones de cierre acostumbran a ser poco efectivos. La prevención y la creación activa de empresas parece ser una mejor estrategia. Pero no hay que mezclar los temas. Fabricar y consumir artículos de lujo, también se hace bien en China y no es un privilegio de Occidente.

Jaume Rivera, profesor del IESE.