Macri busca politizar la pandemia en Argentina mientras se vacuna en Miami

La arrasadora victoria de Isabel Díaz Ayuso, que el 4 de mayo ganó el gobierno de la ciudad Madrid después de hacer campaña defendiendo la “libertad” frente a las restricciones de la pandemia, es observada de cerca por la derecha del expresidente de Argentina Mauricio Macri. Algunas de sus integrantes lo dicen sin metáforas. Y la intervención de PRO (partido fundado por Macri) y Juntos por el Cambio (alianza con otras fuerzas de centroderecha) del último tiempo en el debate público y en la gestión de la pandemia en la Argentina muestran que la estrategia avanza.

En medio de ese despliegue, Macri sorprendió el 9 de mayo al anunciar que se había vacunado en Miami. Lo informó en sus redes sociales, al pasar, mientras hablaba de la democracia, el populismo y la independencia judicial, y buscando enfatizar el contraste entre una Argentina a la que le faltan vacunas y un Estados Unidos que tiene tantas que inmuniza masivamente en playas, farmacias y supermercados y no tiene problemas en que extranjeros, de paso casual por el estado de Florida, también reciban su dosis. Para Macri, ese contraste es culpa del gobierno argentino.

La vacunación de Macri también es una vacunación VIP. Si bien no fue conseguida por influencias y contactos con funcionarios, fue posible lisa y llanamente gracias a su capacidad económica. Muchos de los dirigentes de más importancia de PRO y de Juntos por el Cambio se sintieron en la obligación de salir a defender su inmunización después de que el propio expresidente, en febrero, asegurase en un rapto de demagogia que no se vacunaría hasta que el último de los argentinos incluido en los grupos prioritarios del plan de vacunación hubiera recibido su dosis. Casi tres meses después, sus defensores argumentaron que, al inocularse en el exterior en vez de anotarse en el plan de vacunación público local (para el cual estaba habilitado por edad y zona de residencia), Macri no le sacó la vacuna a otro argentino.

En Argentina el plan de vacunación avanza con lentitud debido a los incumplimientos por las farmacéuticas de los contratos firmados. Con la sola excepción de Sinopharm, todas las otras empresas están sumamente demoradas en los plazos de entrega al país, que hasta ahora inoculó con primera dosis a 18% de su población.

En este contexto, no sorprende la opción por el privilegio de la vacunación en el extranjero que hacen muchos de los ricos argentinos. Sin embargo, sí llama la atención que Macri se uniese a ese grupo olvidando su declamación de febrero y evidenciando lo distinto que es del pueblo que alguna vez representó y que tal vez en un futuro no lejano pretenda volver a representar.

La única integrante de relevancia de Juntos por el Cambio que criticó la decisión de Macri de elegir la salvación individual fue la fundadora de uno de los tres partidos de la alianza electoral que lo llevó a la presidencia, Elisa Carrió, quien con mucha agudeza señaló el último fin de semana: “Un líder tiene que sostener su liderazgo. Si fui una líder de convicciones y de principios, no me puedo ir a vacunar a Miami”.

Sin embargo, incluso la observación precisa de Carrió no escapa a las generales de la ley de Juntos por el Cambio: politizar la gestión de la pandemia sin ser objeto de los riesgos sanitarios que esa batalla política conlleva. La gran puja política que estableció el macrismo en la gestión de la pandemia es el sostenimiento de las clases presenciales incluso en una situación sanitaria desbordada como la de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, gobernada por el PRO, con más de 1,000 diagnósticos nuevos de COVID-19 por cada 100,000 habitantes en los últimos 14 días y casi 80% de las camas de terapia intensiva del sector público ocupadas.

Al igual que Macri, Carrió —que desde hace meses no sale de su casa para protegerse de la pandemia— hace campaña por el sostenimiento de las clases presenciales en la ciudad más grande de la Argentina. Este fin de semana dijo: “Yo prefiero un chico con COVID, pero que socialice”. En el mismo reportaje, contó que aunque el Estado le asignó un turno para vacunarse, ella declinó porque no quiere recibir una dosis de Sputnik V, ya que no está de acuerdo con el gobierno ruso de Vladimir Putin. Esperará a poder vacunarse con una dosis de otro origen.

Buenos Aires hasta ahora ha vacunado a 11% de sus docentes. Docentes que, si el macrismo no hubiera politizado y judicializado la gestión de la pandemia, estarían amparados por la decisión del presidente Alberto Fernández de interrumpir las clases presenciales en las zonas de alarma epidemiológica pero que, en cambio, quedaron cautivos de una discusión que cada vez muestra más su tinte electoral, en un año en que Argentina debe renovar a la mitad de su Cámara de Diputados y a un tercio del Senado.

Estos docentes, entendiblemente temerosos del virus, muestran en escala lo que viven los trabajadores y las trabajadoras argentinas a diario: la desprotección frente al virus, el temor constante al contagio en plena segunda ola, y la sensación de desamparo mientras la dirigencia política discute pensando más en las elecciones que en su pueblo.

Noelia Barral Grigera es periodista especializada en política. Conduce el noticiero central del canal de noticias IP y es columnista política en Radio Con Vos. Ha publicado el libro ‘El otro yo’, sobre Nicolás Caputo, alter ego del expresidente argentino Mauricio Macri.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *