Macron y Biden (y Abraham Lincoln) también son centristas

Twitter podría ser la demostración fehaciente de que el hombre desciende del mono, dada la propensión del usuario medio a duplicar conductas con la mímica propia del orangután. La última pantomima tuitera consiste en repetir como una gracula que Ciudadanos es un partido inútil, que el centrismo no existe en el resto del mundo y que el liberalismo no es una verdadera ideología sino un sentimiento o entelequia que se mece en las arenas movedizas del pragmatismo.

Llama la atención que en un país cuyo bipartidismo se ha desdoblado en minipartidos replicantes de la izquierda y de la derecha, el problema parezca ser ese tercer partido nacional que se define como constitucionalista, postnacionalista, liberal y progresista.

En el contexto de los países occidentales con trayectorias democráticas prolongadas, quizá resulte útil recordar el origen del Partido Republicano que es hoy la derecha nacional estadounidense. En su ensayo Equipo de Rivales: el genio político de Abraham Lincoln, Doris Kearns Goodwin explica que en torno a 1850 el partido Whig estadounidense fue fagocitado por un partido joven cuyo cimiento moral era el antiesclavismo.

Una década más tarde ese partido neonato estaba fraccionado en clanes opuestos en torno a la esclavitud y el poder federal. En las primarias republicanas de ese año destacaban tres favoritos: un senador neoyorquino (Seward), un gobernador de Ohio (Chase) y un juez de Misuri (Bates).

Sucedieron entonces tres hechos inesperados:

1) A los tres les venció un abogado desconocido de Kentucky llamado Abraham Lincoln.

2) Ese ignoto candidato republicano apellidado Lincoln ganó las elecciones generales.

3) Lincoln incluyó a esos tres contrincantes republicanos en su equipo de Gobierno, jugada que remató nombrando secretario de la Guerra (ministro de Defensa) al demócrata Edwin Stanton.

Requerido por la prensa para explicar su singular gabinete de rivales, el recién elegido presidente Lincoln dijo que no tenía derecho a privar al país de sus mejores cerebros sólo porque en ocasiones no pensaran lo mismo que él.

Un brinco espaciotemporal de 17 décadas nos pondría al otro lado del Atlántico, en la Francia de Emmanuel Macron, cuya política pospartidista resuena al centrismo de Lincoln.

Hace cinco años, cuando Macron montó su partido centrista-liberal En Marche, anunció que se presentaba a las elecciones para desbloquear Francia, poniendo fin al abismo nacido del eterno conflicto entre izquierda y derecha. Si Lincoln asombró a Estados Unidos con su gabinete de rivales, Macron dejó descolocados a sus seguidores izquierdistas al nombrar primer ministro a Édouard Philippe, político de centroderecha procedente de la UMP de Nicolas Sarkozy.

Al estilo lincolniano, el primer equipo gubernamental de Macron aunaba izquierda y derecha en un Ejecutivo centrista de expertos y neófitos reunidos bajo el sello de la ecuanimidad, la paridad, la variedad ideológica y la eficacia.

De vuelta en Estados Unidos nos topamos con nuestro tercer centrista occidental, el recién elegido presidente Joe Biden. El más anciano morador de la Casa Blanca y segundo presidente católico, después de Kennedy.

Tan temprano como 2018, los líderes del Partido Demócrata ya se planteaban qué candidato sería idóneo para enfrentarse a Donald Trump en las elecciones generales de 2020, que no podían permitirse el lujo de perder. Biden tenía en contra la avanzada edad y su papel machirulo al frente del Comité de Justicia del Senado en el caso de la abogada Anita Hill contra el juez Clarence Thomas, a quien ella acusaba de acoso sexual.

Los contrincantes dentro de su propio partido, como le sucedió a Lincoln a mediados del siglo XIX, eran tres candidatos procedentes del ala progresista: la senadora Elizabeth Warren (mujer), el senador Cody Booker (negro) y la exdiputada Stacey Abrams (mujer y negra).

Pero el llamado sector realista del Partido Demócrata se impuso con la idea de que en Estados Unidos la división política entre derecha e izquierda es de hecho pequeña, ya que el país entero tolera mal los extremismos. La arriesgada selección del candidato contra Trump valoró como méritos de Biden su pragmatismo, su desideologización y su izquierdismo mainstream.

El resto de la historia lo conocemos. Joe Biden es presidente y en los Estados Unidos nunca se habían visto tantos titulares sobre el centrismo ni tantos análisis de lo que significa la política centrista.

A Lincoln se le considera el mejor presidente de la historia de Estados Unidos y fue centrista. Macron ha recuperado la grandeur francesa y es centrista. Biden ha logrado vencer a Trump y es centrista.

En Occidente, el centrismo es un arma cargada de futuro.

Gabriela Bustelo es escritora y periodista.

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