'Made by China': las empresas chinas a la conquista del mundo

Hasta ahora, conocíamos el Made in China. Ahora, tendremos que acostumbrarnos al Made by China. Las cifras oficiales de las inversiones directas en el extranjero (IDE) de las empresas chinas, recientemente publicadas, señalan, en efecto, que a partir de 2001 comenzó una nueva etapa en la internacionalización de las marcas chinas y, a partir de 2005, una rápida aceleración, con 12.300 millones de dólares invertidos ese año y con 21.000 millones de dólares, en el año 2006. El stock de IDE chino es todavía modesto con sus 78.000 millones de dólares, es decir, sólo el 0,6% del total mundial. Pero las autoridades chinas prevén un fuerte crecimiento de los flujos anuales de las IDE, que podrían superar rápidamente los 30.000 millones de dólares. En 2007, el Ministerio de Comercio chino censó más de 5.000 empresas chinas que habían invertido en el extranjero con cerca de 10.000 fábricas en 172 países.

Respecto a los sectores de su actividad, la energía y las materias primas seguían acaparando, en 2006, cerca de la mitad del montante total de las IDE chinas. Las colosales necesidades de China en energía han llevado al Gobierno a reestructurar, desde 1995, las grandes empresas públicas de dichos sectores.

A partir del año 2000, el Estado las impulsó a invertir en el extranjero para asegurar los suministros. La actividad de las empresas chinas en el sector petrolífero ha sido especialmente intensa en Africa, Asia central y Oriente Medio, hasta el punto de alimentar una auténtica psicosis sobre los riesgos de que los operadores chinos expulsasen a los americanos y europeos del mercado africano.

A pesar de la multiplicación de las IDE de los gigantes del petróleo chino, es previsible que en los próximos años aumente todavía más su presencia, dado que el aprovisionamiento exterior en hidrocarburos procedentes de los yacimientos controlados por las firmas chinas sólo representa, en estos momentos, el 15% de las importaciones.

A partir de 2005, también comienzan a avanzar rápidamente otros sectores como las telecomunicaciones, la informática, la electrónica para el gran público, el comercio o la fabricación de coches. De hecho, estos sectores representan ya cerca del 35% del total de las IDE chinas. Tres firmas -Huawel, Haier y ZTE- se muestran especialmente activas en estos sectores. Haier, por ejemplo, implantó fuera de China, en menos de una década, 13 fábricas, ocho centros de diseño, 22 empresas comerciales y cerca de 46.000 tiendas.

Por último, también estamos asistiendo a una notable evolución en cuanto a las zonas geográficas. Mientras Hong Kong absorbía la mayor parte de las IDE chinas hasta finales de los años 90, hoy en día las empresas chinas ambicionan y están presentes en todos los continentes. Africa, Oriente Medio y Latinoamérica, para la energía y las materias primas; Europa, Estados Unidos y Japón, para el acceso a las nuevas tecnologías, y el mundo entero, para conquistar nuevos mercados.

Varios factores explican esta evolución. El contexto monetario impulsa a las autoridades a promover la salida de capitales, con el fin de reducir la presión sobre la reevaluación del Yuan ocasionada por la entrada masiva de capitales en territorio chino desde el año 2000.

Las compras de bonos del tesoro americano siguen siendo una inversión privilegiada, pero el Gobierno chino también ha decidido utilizar una parte de los 1,5 billones de dólares de reservas en divisas, para ayudar a los grandes grupos estatales en su política de expansión en el extranjero.

A finales de 2007, el Gobierno chino creó una empresa financiera pública, China Investment Corp (CIC), calcada del modelo de la Temasek de Singapur, dotada con 200.000 millones de dólares procedentes de las reservas en divisas del anco central. Con una clara misión: invertir en el extranjero.

Aunque la CIC sea, por ahora, una empresa modesta en relación con las empresas de inversión públicas y privadas occidentales, previsiblemente será cada vez más activa en el mercado mundial de las participaciones.

Las grandes empresas chinas, mayoritariamente controladas por el Estado, también son las más virtuosas de Asia, dado que ahorran en torno al 33% de sus beneficios frente al 17% del resto de las empresas asiáticas. Además, distribuyen pocos dividendos al Estado y, aunque su margen de beneficio sigue siendo escaso, el fuerte crecimiento registrado desde el año 2000, les ha permitido acumular un colchón considerable de recursos financieros.

La SASAC (State Assets Supervisión & Admninistration Comission), que gestiona las 159 mayores empresas estatales del país, dispondrá de cerca de 500.000 millones de dólares procedentes de los beneficios acumulados por las empresas. Varias declaraciones oficiales indican que la SASAC desea utilizar una parte de este tesoro de guerra para apoyar las ambiciones internacionales de los grandes grupos chinos.

En el ámbito estratégico, las empresas chinas también están obligadas a pensar en la multinacionalización. La entrada de China en la Organización Mundial del Comercio provocó una bajada de las tarifas aduaneras, que pasaron en término medio del 25% de 1997 al 7% de 2005. Por vez primera en su historia, los grupos chinos compiten abiertamente con las empresas extranjeras, que invierten masivamente en China.

No en vano, los sectores en los que se acelera la internacionalización de las firmas son también los sectores en los que son más importantes las IDE que entran en China: telecomunicaciones, electrónica y automóvil.

El funcionamiento globalizado de ciertas industrias impone, pues, a los grupos chinos más dinámicos la obligación de salir del mercado doméstico. Entre otras cosas, porque necesitan acumular competencias tecnológicas, diversificar su producción y establecer marcas conocidas que los liberen de los segmentos más débiles en valor añadido en la división internacional del trabajo.

Precisamente, el aumento de las IDE chinas en el comercio indica la voluntad de las empresas chinas de estar más presentes en los circuitos internacionales de distribución, que es donde se consigue una parte importante del valor añadido, un valor que, hoy en día, es captado por las empresas extranjeras.

Con el fin de conseguir este objetivo, es crucial para las firmas chinas el control de las empresas intermediarias que operan en el ámbito de la distribución. Por ejemplo, la empresa Galanz, líder mundial en hornos microondas con cerca del 40% del mercado mundial, suministra sus productos a cerca de 250 firmas, que los revenden con su propia marca. Hoy, Galanz está intentando establecer su propia marca e invertir en las fases de distribución y de comercialización, que son las fases en las que se consiguen los más importantes beneficios.

Este mismo esquema se encuentra en un buen número de sectores industriales, como el textil, la ropa, el calzado, la electrónica o los juguetes, en los que los fabricantes chinos se convirtieron en grandes productores gracias a las subcontratas, sin conseguir por ello captar importantes beneficios.

La capacidad de los grupos chinos para convertirse en competidores serios está clara a largo plazo, pero para ello deberán superar un cierto número de obstáculos, que podrían limitar su vertiginoso ascenso.

En efecto, los grupos chinos sufren carencias en recursos humanos con formación internacional, en conocimientos limitados de los contextos jurídicos y administrativos de Europa y de Estados Unidos, en falta de flexibilidad para el montaje de operaciones complejas de fusiones y adquisiciones, así como de múltiples deficiencias en su sistema de dirección de empresas.

Las firmas chinas han demostrado una extraordinaria capacidad de aprendizaje desde 1978, pero los citados problemas podrían ocasionarles evidentes fracasos, tal y como les ocurrió a las empresas japonesas a finales de los años 80, cuando quebraban hundidas por su liquidez.

Jean-François Huchet, director del Centro de Estudios Franceses sobre la China Contemporánea (CEFC) de Hong Kong.