¿Madres arrepentidas o madres angustiadas?

Ha salido un libro que abre un debate a la vez muy contemporáneo y muy sugerente. Gira en torno a la siguiente pregunta: ¿vale la pena tener hijos? La autora es la socióloga israelí Orna Donath, que entrevistó a 23 mujeres que han llegado a la conclusión de que se equivocaron. El título es del todo expresivo: 'Madres arrepentidas'.Otras dos sociólogas, las profesoras norteamericanas Amy Blackstone y Mahala Dyer Stewart, publicaron no mucho antes en la revista 'The Family Journal' un artículo donde profundizan en el proceso de decisión que lleva a mujeres y hombres a renunciar a tener descendencia. El artículo se basa también en entrevistas: 21 mujeres y diez hombres.

El libro de Donath, al igual que el artículo de las profesoras norteamericanas, no se puede considerar representativo de lo que piensan las mujeres o los hombres. Estamos hablando solo de unas docenas de entrevistas. Sin embargo, ambos trabajos tienen el mérito de hacer aflorar una cuestión hasta ahora escondida, evitada o sencillamente pasada por alto. La israelí señala explícitamente entre sus intenciones la de romper el tabú sobre las madres que se arrepienten de serlo. Pero hay que matizar: a pesar del escándalo que el libro ha provocado en algunos países, las madres entrevistadas son buenas madres. Todas ellas aman a sus hijos como cualquier otra.

Las cuestiones que se suscitan en estos trabajos son puramente posmodernas, es decir, propias de un mundo donde los grandes relatos anteriores -y con ellos tantas convenciones- han sido erosionados, en muchos casos completamente desmenuzados.

Y tienen que ver mucho con lo que Inglehart identificó como valores posmaterialistas, los cuales actúan en un contexto, el actual, que se caracteriza por las posibilidades, materiales y también intelectuales y morales, de escoger entre muchas, a veces infinitas, opciones. Nosotros, hoy, en la sociedad occidental, disponemos de más elecciones posibles que nunca antes en la historia.

Al leer los testimonios de algunas de estas madres no pude evitar pensar automáticamente en mi abuela. No creo que a ella se le pasara nunca por la cabeza cuestionarse algo así. Ni a mi madre. Solo me lo imagino, y por desgracia he conocido algunos casos, en personas que han visto sufrir mucho a sus hijos y, a su vez, han sufrido muchísimo por ellos o a causa de ellos.

Pensé también en todas aquellas personas, amigos y amigas, conocidos, que hubieran querido tener hijos y, por lo que sea, no los han tenido. Se trata del caso digamos inverso al de los que se arrepienten de ser madres o padres. Cabe apuntar que, si bien la crianza de los hijos un día se acaba, no pasa así seguramente con el sentimiento de melancolía de los que hubieran querido tenerlos.

Mi instinto fue, pues, y resumiendo mucho, concluir que las madres arrepentidas no eran más que unas blandengues, hijas egoístas de la sociedad del confort en el que vivimos. Pronto, empero, me percaté de que no es así. Porque, si reflexionamos un poco, veremos que el problema no son tanto los hijos o la maternidad en sí misma, sino el contexto, las condiciones de diferente orden en que esta maternidad se da y se ha de desplegar. Lo que odian es, entiendo, el impacto, el zarandeo que el tener hijos ha causado en su día a día. Añoran en muchos casos su 'otra vida', esa que la maternidad les ha impedido vivir.

Retomo el ejemplo familiar: mi abuela y mi madre tenían una situación más propicia para poder hacer de madres. Mi abuela no se planteó nunca buscarse un trabajo fuera de casa. Mi madre renunció. Podían dedicar a los hijos mucho más tiempo que la gran mayoría de mujeres del 2016 y, por tanto, podían vivir la maternidad de una forma completamente distinta.

La mujer contemporánea trabaja fuera de casa y no quiere renunciar a ello por el hecho de convertirse en madre. Pero esto no es fácil, sobre todo si es ella -como suele ocurrir- quien debe asumir la mayor parte del trabajo de la casa. La combinación de todo ello desemboca en muchas ocasiones en una vida realmente complicada, a veces asfixiante.

Es por ello, intuyo, que cuando algunas de estas mujeres comparan su vida anterior a la que llevan como madres de niños pequeños la cuenta les sale negativa. Sueñan, en un ejercicio inevitablemente ucrónico, en su vida de antes o, para ser más precisos, en la vida que tendrían ahora si no hubieran sido madres. Aun así, y como decía antes, ninguna de las madres arrepentidas desea perder de vista a sus hijos. Ninguna los cambiaría por nada del mundo. No en vano la relación madre-hijo es la más intensa que la naturaleza ha producido. Lo que en realidad han aborrecido es el cóctel angustioso en que se ha convertido su existencia.

Marçal Sintes, periodista. Profesor de Blanquerna-Comunicación (URL).

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