Madrid

Por Walter Laqueur, director del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington (LA VANGUARDIA, 12/03/04):

No hay ciertamente palabras para describir el horror que se abatió ayer sobre la sociedad española al ir conociendo la magnitud de la tragedia perpetrada por los terroristas en Madrid. No sólo no hay precedentes en cuanto al número de víctimas ocasionado por un atentado en un solo día en nuestro país y en Europa, sino que nos pone brutalmente en contacto con una masacre que no creíamos posible que se produjera en estas latitudes. Sobre todo y ante todo, es la hora de la solidaridad con los familiares de las numerosas víctimas. No puede ser que el dolor que hoy sienten millones de españoles se transforme en unos días en indiferencia o en olvido.

En las próximas horas vamos a conocer con toda seguridad terribles historias con nombres y apellidos de padres que han perdido a sus hijos y de hijos que han perdido a sus padres, de parejas y familias destrozadas, de seres humanos a los que nadie podrá devolver la vida. Toda la sociedad debe volcarse con las familias de los fallecidos, ahora y en el futuro.

La confusión generada sobre la autoría de la masacre no alivia el dolor de las víctimas, ni el del conjunto de los ciudadanos que se han visto sacudidos por la violencia terrorista. Pero introduce en la vida política española nuevos elementos de temor. Si ha sido la banda terrorista ETA la que ha planificado y ejecutado las acciones de ayer, es que se ha introducido en una estrategia del terror totalmente distinta de aquella a la que estábamos tristemente habituados. Otras veces se han utilizado los adjetivos masivo e indiscriminado para describir los atentados de estos asesinos, pero nunca tal caracterización ha sido tan exacta como hoy. No hubo aviso ni llamada previa alguna, sólo mortíferas explosiones en lugares abarrotados de gente. La peor pesadilla se ha hecho realidad.

Pero si la masacre fue provocada por terroristas islámicos ligados a Al Qaeda, como a última hora de la tarde empezó a sospecharse, con la aparición incluso en el diario árabe editado en Londres "Al Quads Al Arabi" de una carta en la que supuestamente la organización que lidera Bin Laden se atribuye la autoría, estaríamos ante una amenaza nueva en nuestro país, pero que desgraciadamente sobrevuela todo el mundo occidental y algunos de los países árabes aliados de Estados Unidos.

Se trataría de hecho, como demuestran las víctimas de los trenes de cercanías de Madrid, de una violencia indiscriminada contra la población civil de un país que los radicales islámicos habrían decidido castigar por el apoyo de su Gobierno a la guerra de Iraq. Estaríamos ante la una nueva edición del 11-S, perpetrada en esta ocasión en un 11-M y realizada por primera vez en un país de la Unión Europea.

Hasta última hora de la tarde sólo se pensó en ETA como autora de los atentados de Madrid. Y esta era también anoche la hipótesis que el Ministerio del Interior consideraba como más probable, aunque el propio ministro Ángel Acebes admitió que había dado orden a las fuerzas de seguridad para que no descartaran ninguna vía de investigación.

De ser ETA la responsable, hay que preguntarse qué pretendería la banda terrorista con esta atrocidad, que habría matado en un solo día a la quinta parte de todas las personas que ha asesinado a lo largo de toda su dilatada historia. Y, francamente, todo apuntaría a una mezcla de autismo y matonismo. Acosada policial y judicialmente, privada de su brazo político y en un entorno europeo desprovisto de movimientos terroristas de esta índole, ETA habría decidido aparentemente lanzarse al vacío, matando de forma indiscriminada para demostrar simplemente que puede seguir matando.

Resulta una trágica obviedad, pero no hay más remedio que insistir, como tantas veces se ha comentado, en que los últimos coletazos de la banda pueden ser los más sangrientos. Unos criminales que no tengan reparos en poner bombas en vagones repletos de pacíficas gentes que se disponían a iniciar su jornada de trabajo o de estudio son capaces de cualquier atrocidad.

La hipótesis de que ETA haya sido la responsable de la masacre venía reforzada por la trágica evidencia de que la banda terrorista quería golpear de forma masiva en la capital de España, y que a ese objetivo ha dedicado denodados esfuerzos desde hace meses. Todos los españoles, todos los catalanes, somos hoy madrileños. Desde este diario nunca se aceptó la inicua propuesta de ETA de mantener una tregua en el territorio de Catalunya y, desde luego, hoy es la hora de la solidaridad interterritorial e interregional, de la que Catalunya y los catalanes nunca abdicaremos.

Este 11 de marzo supone para España un shock similar al que representó el 11 de septiembre del 2001 para EE.UU. y los testimonios de solidaridad recibidos desde todos los rincones de un mundo cada vez más globalizado deben traducirse en un frente sin fisuras ante los asesinos que se materialice en medidas judiciales de ámbito verdaderamente global.

Todos a votar Como es lógico, la masacre ha interrumpido bruscamente la campaña electoral, con la subsiguiente suspensión de todos los actos previstos por los partidos políticos. Pero la jornada de reflexión de mañana debe servir para reforzar nuestros valores democráticos y la convicción de que la unión de todos los demócratas es imprescindible para acabar con esta lacra.

Huelga decir que el terrorismo, que ha conseguido llenar nuestros corazones de rabia y de dolor, no debe condicionar las votaciones de pasado mañana. No podemos consentir que el terror pretenda dirigir la agenda política. Por lo tanto, los ciudadanos deben salir hoy a la calle de manera masiva para expresar su repulsa más sentida al azote terrorista, pero el domingo deben ir a las urnas, de forma también masiva. El Estado de derecho es mucho más que votar periódicamente, pero depositar la papeleta en la urna es el signo supremo de libertad, de la negativa a que decidan por uno, de lo que separa, en definitiva, a las personas libres de los esclavos.

Una vez expresada la libre voluntad de los ciudadanos, una de las primeras obligaciones del nuevo Ejecutivo será la reedición del pacto por las libertades y contra el terrorismo, que debería contar con el mayor respaldo parlamentario posible. Aun a riesgo de confundir el deseo con la realidad, el fin del terrorismo puede estar próximo, pero la sociedad debe estar preparada para una recta final erizada de obstáculos. Contra el terror sin límites, la unidad de los seres libres.