Madrid es lo primero

El 24 de diciembre de 1914, soldados alemanes y británicos que combatían en diferentes puntos del frente oriental dejaron sus armas y abandonaron sus respectivas trincheras -ignorando las amenazas de consejo de guerra del Alto Mando- para compartir villancicos, cháchara y cigarrillos en tierra de nadie. Así se forjó la conocida como Tregua de Navidad.

Este episodio de la I Guerra Mundial, recogido en la Enciclopedia Británica y en los archivos del Imperial War Museum británico, demuestra hasta qué punto la humanidad que nos es característica nos empuja a olvidar el miedo y la desconfianza en el otro aun cuando parece que todo está perdido. La anécdota histórica, que tanto me gustaba de adolescente, nos coloca hoy frente al espejo y nos invita a preguntarnos si seremos capaces de darnos la mano de nuevo con el objetivo de afrontar unidos la batalla más dura de lo que va de siglo XXI: la pandemia global de la covid-19.

El coronavirus ha removido la Comunidad de Madrid hasta los cimientos. Poco nos preocupó el enemigo invisible cuando estaba al otro lado del mundo, hasta que nos dimos cuenta de que el frente llegaba a la puerta de nuestras casas, a los colegios de nuestros hijos, a los hospitales y residencias de nuestros padres. En ese momento, sólo nos quedó resistir.

La covid-19 ha sacado lo mejor y lo peor del ser humano. Como los soldados de la historia, es el momento de que arrimemos el hombro sin juzgar al diferente. Hay que abandonar unas trincheras ideológicas anegadas, aportando todo lo bueno que tenemos para mitigar los estragos sanitarios, económicos y sociales de la pandemia. Debemos encarnar la máxima que Rousseau expresó en Emilio o la educación, donde el filósofo francés concluyó que el hombre es bueno por naturaleza.

Resulta estéril, por el contrario, comportarse como el Alto Mando y seguir dando órdenes a los soldados para que empuñen las armas en pos de una medalla inservible de una guerra inútil donde no hay victoria posible. Comportarse así sería dar la razón a la frase popularizada por Hobbes: “El hombre es un lobo para el hombre”.

La pérdida de vidas ya es irreparable. El sufrimiento de la generación que pilotó la Transición y forjó para nosotros una democracia imperfecta, sí, pero próspera y llena de oportunidades ya debería hacernos olvidar, por sí solo, los deseos particulares, los intereses pequeños.

Cabe preguntarse hoy, con la mirada puesta en nuestra Comunidad de Madrid, qué tipo de sociedad queremos ser. Podemos aspirar a una región que firme su propia Tregua de Navidad para reconstruir un país que va a quedar maltrecho, pero muy vivo; un país que avance en derechos, que dé impulso a sus ciudadanos, que no deje a nadie atrás. Por el contrario, podemos apostar por la confrontación, por ver en el distinto a un enemigo que hay que destruir, olvidando la necesidad de salvaguardar el Estado de Bienestar, pilar fundamental de nuestro progreso como región y como nación.

La Comisión de Reconstrucción que se ha puesto en marcha en la Asamblea de Madrid es la oportunidad de demostrar cuánto valemos. Entre Rousseau y Hobbes, entre los soldados y el Alto Mando, habremos de quedarnos siempre con los primeros para anteponer el bien común al interés de unos pocos. Pido a los ciudadanos y a todos los representantes políticos que estén a la altura. No podemos tirar la toalla. No podemos fallar. Dejemos lo demás a un lado. Madrid y los madrileños son lo primero.

Juan Trinidad es el presidente de la Asamblea de Madrid.

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