Madrid: fotos y gorriones

Madrid equivale a libertad. En tono ligero la condesa de Pardo-Bazán lo calificaba de «audaz, jaranero y curioso». Un siglo antes Goya con pincel duro como el diamante grababa en el espectador del «Tres de Mayo» la sinrazón de la razón que encierra la presunta racionalidad de los morriones negros y la oscura alineación de los mosquetes al fusilar la libertad y la luz. Ese desalmado juego levantó la resistencia de la capital y luego del país entero desde Coruña a Gerona y Cádiz. Los absurdos bonapartistas con su jefe, Pepe B., desaparecieron. En asuntos serios nadie bromea ni con Madrid ni con el resto de España o de Europa.

De hecho, ninguno puede reducir un gran pueblo, ávido de aire libre para volar con sus propias alas, a un reducto conceptual falseado, claustrofóbico. Aleccionan algunas facetas de las recientes legislativas británicas, en las que la hartura y el clamor por la veracidad perdida arrebataron al Partido Nacionalista Escocés treinta y siete escaños para dejarlos en nueve, escuetos.

En sentido contrario, nuestra capital, como casi todas las ciudades y comunidades españolas, despliega una iniciativa superior. El en conjunto positivo capítulo III del Título VIII de nuestra Constitución, leído con la mente no sólo de nuestros constituyentes, sino del 87,78 por ciento de los votantes que sin pusilanimidad la refrendaron, refleja una cara determinante del ser mismo de España. «Nos, que somos y valemos tanto como Vos y juntos más que Vos, os hacemos Principal, Rey y Señor entre los iguales, con tal que guardéis nuestros fueros y libertades. Y, si no, no»: los españoles con el Rey a la cabeza subrayamos, como la Corona de Aragón en el Siglo de Oro, el doble valor único de la dignidad de la persona y de la unidad inconfundible con uniformidad. Otro retrato de Madrid.

Atmósfera libre. La mayoría constitucionalista genera sin cesar un proyecto en el que nadie sobra, objetivo, exigente, impulsado por la ilusión y dotado de valores clave, ya patentes en las Cortes de León de 1188. Sin perjuicio de que, como siempre en política, casi todo sea opinable. Desde la lealtad. Madrid podría también definirse así.

Gran angular: ese entorno permite a casi todos los españoles hacer su casa de la Villa del Oso y el Madroño, que da la bienvenida a quienes en el marco de la legalidad llegan de más allá de nuestras fronteras, para sumar sus aspiraciones a las nuestras. En efecto, Madrid, siempre europea, cuenta también con una esencia mediterránea, atlántica y americana, africana en Guinea y pacífica y asiática hasta las Marianas, las Palaos, las Carolinas y las Filipinas.

La ciudad recibe hoy limpia y fresca como nunca. No queremos recordar cierta cochambre, también intelectual, de un pasado no lejano que invadía calles. Incluso los Reyes Magos en su Cabalgata del 5 de enero fueron obligados a ponerse unas como cortinillas de baño. La ciudad entera se dijo: «en la vida».

Acaso Madrid sepa articular lo que he oído llamar «y católico». Por ejemplo: trabajo esforzado «y» Taylor Swift; altura investigadora «más» Fundación Pérez-Simón; equipos mágicos de fútbol «y» Fórmula 1; real Museo del Prado «más» musicales en la Gran Vía; iglesias abiertas desde las 7:30 «y» grandes destinos turísticos. Reducción de impuestos para aportar autonomía a los ciudadanos «más» atracción financiera que facilita una de las mejores seguridades sociales de la U.E. Escuelas de negocios sobresalientes «y» grandes compañías teatrales. Así, el PIB de la ciudad suma 181.000 millones de euros, el 12,4 % de nuestro país. Si no nos lo bloquean.

Industria de punta «y» aire limpio, podríamos añadir, con niveles de dióxido de nitrógeno inferiores a 30 microgramos por metro cúbico. «Madrid Río». «Cinturón Verde». Fijaos en el progreso de los parques: la capital española es «ciudad arbórea», según dictamen anual de la FAO reiterado durante el último quinquenio. Ahora los jardines de Sabatini se embellecen y esperamos nuevos abetos nordmanniana y concolor candicans, con parthenocisus tricuspidata y glicinas rosadas en los murallones de Bailén, a cuyos pies surgirán anchos espacios verdes con flores, muchas flores. Como en la Puerta de Alcalá es atención, más que dinero, sin céspedes de plástico. Vedlo vosotros.

En dos palabras, la actividad pública y privada cooperan. La «Operación Campamento», desbloqueada al fin, generará 16.000 viviendas. Sin hablar de 'Nuevo Norte' o del creciente volumen de construcción de pisos asequibles, que buscamos reforzar al máximo. La sociedad civil residente en Madrid respalda esas sinergias.

Defiende también cuanto puede la independencia del Poder Judicial, en beneficio de la seguridad jurídica individual y colectiva que alienta el empuje del ciudadano y permite una estable prosperidad sostenible en toda España. El rechazo a estas certezas lleva a mundos marginales, madrileños también, pero sin incidencia mayor.

Y es que Madrid protege así a los más vulnerables, al tiempo que estima capital un constante despliegue de igualdad de oportunidades, potenciado por la propia igualdad de los españoles ante la ley. El Ayuntamiento costearía mil nuevas plazas de Policía Municipal para reforzar la protección estable de una sociedad dinámica, pero desde algún sector del Estado se frenan. Pocos votan a los responsables de esas cosas.

Una última foto: los gorriones han regresado. Parecían extinguirse, pero vemos de nuevo sus baños agitados en las fuentes y, glotones, picotear trozos de patatas fritas en las terrazas. Tampoco se les puede encerrar.

A nadie le extraña, pues, que el alcalde Martínez-Almeida con su equipo acrecienten su mayoría absoluta en los veintiún distritos de la capital de España. Es Madrid.

José Andrés Gallegos del Valle es embajador de España.

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