Madrid: superar la endogamia

El sistema electoral vigente era el adecuado —con sus listas cerradas y bloqueadas— tras cuatro décadas de dictadura. Era necesario fortalecer a los partidos políticos para reconstruir un entramado democrático sólido.

Se equivocan los que piensan que había un designio previo de creación de lo que llaman “bipartidismo”. Si hubiera sido así, habrían salido adelante las propuestas de sistema electoral “mayoritario” como el de Gran Bretaña o el de Estados Unidos.

La realidad fue que se presentaron varios centenares de opciones políticas, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha. Contra la mayoría de los pronósticos, los ciudadanos optaron por una de centroderecha (UCD) y otra percibida como de centroizquierda (PSOE). Entre ambas se concentraron el 65% de los votos.

El Partido Comunista (Santiago Carrillo) y Alianza Popular (Manuel Fraga) fueron, a mucha distancia, la tercera y cuarta fuerzas. Además, la realidad diversa de España introdujo las opciones nacionalistas de País Vasco y Cataluña. Lo demás fue poco significativo o se quedó sin representación parlamentaria.

Lo que estimaban los analistas internos y externos que iba a ocurrir fue muy diferente de lo que los ciudadanos —“libertad sin ira”— decidieron libérrimamente.

Hace tiempo que vengo defendiendo la conveniencia de cambiar el sistema electoral con el propósito de empoderar a los ciudadanos, evitando la dinámica endogámica de los partidos políticos, para contribuir a regenerar la democracia.

La fácil crítica de que el error es de origen y que se debería haber hecho de otra manera es inconsistente con la realidad histórica de la Transición. Por eso, también lo es que cuando se proponen reformas como las que digo, te respondan: “¿Por qué no lo hicieron antes?”.

En estos días, con la llamada crisis de Madrid, he oído decir a algunos compañeros del partido: “Siempre hemos creído que la democracia interna importa más que los resultados electorales”. Estoy seguro de que la afirmación se hace de buena fe, sin valorar sus consecuencias desde el punto de vista democrático. Es el síntoma más evidente de esa enfermedad endogámica que afecta a los partidos alejándolos de la ciudadanía. Cuando menos significa una contradicción en sus términos.

¿Puede la democracia interna estar en contra o ser prioritaria sobre la democracia de los ciudadanos con sus votos?

Si es así, y ocurre con alguna frecuencia, significa que lo que elegimos dentro del partido está alejado o en contradicción con lo que los ciudadanos están esperando de nosotros.

¿Hay mejor manera de definir la endogamia?

En este momento no hay tiempo de articular reformas que lleven a desbloquear las listas para devolver a los ciudadanos el poder de decidir quiénes son los candidatos que prefieren o rechazan de los que presentan los partidos; pero al menos hay que arbitrar procedimientos, hasta que llegue la reforma de la ley electoral, para acercarse a sus reiterados deseos de cambio.

Y eso es lo que entiendo que trata de hacer la dirección del partido socialista. Que no es la de un espacio virtual como Ferraz, sino la del espacio real del proyecto del partido socialista para todos los territorios de España.

Creo que las elecciones primarias, bien reguladas por ley y obligando a todos, son también un mecanismo de regeneración democrática porque contribuyen a empoderar a los ciudadanos. Pero si no se establecen como reglas legalmente obligatorias para todas las fuerzas políticas, es imposible evitar que se degraden y/o manipulen.

Hace años que no he oído hablar de ese viejo término que llamaban entrismo, pero lo he visto renacer en las primarias de Izquierda Unida en Madrid. Los viejos militantes comunistas (y los nuevos con denominaciones alternativas) entenderán bien lo que digo.

Parece difícil de calificar la crítica procedente de algunos dirigentes del Partido Popular, hablando de divisiones internas. Es cierto que ellos lo resuelven mediante el sistema del dedazo. Por eso, mantienen una unidad forzada, aunque no estén conformes con ese procedimiento de selección de candidatos tan propio de las pulsiones autoritarias de cualquier signo. También es cierto que es una técnica habitual en la derecha para mantener un liderazgo que se disolvería como un azucarillo si quien lo ejerce no tuviera la potestad de designar quién será candidato y cuándo. Imaginen el impulso de regeneración democrática que supondría la realización de primarias en el PP.

Quiero reiterar que la democracia interna de los partidos es un bien necesario para la elección de los cargos orgánicos y para la selección de las candidaturas que se presentan a la ciudadanía. Pero para evitar ese fenómeno de la endogamia, que nos aleja de los ciudadanos y mutila la identidad que hemos tenido como alternativa mayoritaria de Gobierno, hay que evitar la confusión que produce tener los votos de la agrupación con tener los de la ciudadanía. La verdad es que esto se nota dramáticamente cuando sucede. Por eso a los compañeros que piensan que la democracia interna está por encima de los resultados electorales debo decirles que se equivocan; que tenemos que recuperar, con las personas adecuadas, nuestra voluntad de representar a las mayorías y no de resignarnos a que pierdan la mayoría los que gobiernan.

Madrid necesita una mayoría que sea capaz de defender un sistema educativo público, que iguale las oportunidades de los ciudadanos a través de todo su proceso de formación. Madrid necesita un proyecto de recuperación de una asistencia sanitaria de acceso universal que frene el deterioro actual y los intentos de desarbolarlo mediante privatizaciones, más o menos descaradas. Madrid necesita pasar de una política de agitación y propaganda a otra de respeto por el funcionamiento de las instituciones sin eludir ni camuflar responsabilidades.

Para eso, son necesarias dos condiciones básicas: una candidatura y un programa de acción. La candidatura y el programa tienen que ocupar el espacio de centralidad que, desde posiciones progresistas como las nuestras, den seguridad a amplias mayorías sociales. El desplazamiento del Partido Popular hacia la derecha más reaccionaria hace más necesario que nunca llenar ese vacío.

Todos los compañeros y las compañeras deberíamos impulsarlo desde dentro para recuperar nuestra vocación de Gobierno de mayoría. Para eso tenemos que superar las tentaciones endogámicas y controladoras y apoyar la gran oportunidad que se nos está ofreciendo en estos días de personas y proyectos que lleguen a la mayoría social que espera respuestas.

Felipe González ha sido presidente del Gobierno español.

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