Magallanes contra los nacionalismos

La primera vuelta al mundo y las figuras de Fernando de Magallanes y del Cano (Elcano) han abierto el apetito a los nacionalismos ibéricos. Hablar de conmemoración es llamar a comer a esa fiebre, a estos fenómenos de adoración del poder colectivo.

Decisiones de reivindicación nacional portuguesa sobre la vida de Magallanes y sobre la ultimación, aunque posterior a su muerte, de un viaje que se convirtió en la primera e imprevista vuelta al mundo, alarman la suspicacia española y comprometen el éxito de un acontecimiento que marca el nacimiento de una Era y de una definición de lo hispánico.

Por parte del nacionalismo portugués, que ha ido creciendo, como tantos en esta Península (en la ibérica y en la euroasiatica), el asunto viene a enfocarse respecto a una nacionalidad portuguesa de Magallanes. Pero eso es vaciar los personajes de aquella epopeya como a un cubo y echarlo al cieno del anonimato.

Si el resultado moral de estas fuerzas ideológicas, que prescinden de lo que hay de racional y universal en Magallanes y del Cano, es la confrontación usual y la fractura, históricamente es un enorme fraude, destinado a la perpetuación de las obsesiones del grupo «nacional», y al precio de siempre: la reducción del sentido común a un elemento de desorden.

Magallanes contra los nacionalismosLo cierto es que Magallanes, por decisión propia, formalmente se desnaturaliza como portugués en 1516, por escrito, habiendo obtenido permiso de su hasta entonces rey. Pocas bofetadas recibió Manuel I como aquella despedida de Fernando de Magallanes. Con esa elocuencia, y no otra, de carácter y valor personal, comienza a narrarse uno de los viajes que han de acompañar, como la expedición de los 10.000 o el descubrimiento de América, la memoria del camino humano, aun cuando nuestro idioma se olvide y nuestro orden político deje de tener conexión alguna con aquellos hechos.

Conmemoramos un pensamiento hispánico creador, las realizaciones de un entendimiento y una voluntad como comunidad. Magallanes se da cuenta de la insuficiencia de las partes y busca, en la entonces conformación de lo hispánico, la oportunidad para la realización de uno de los propósitos mayores de la Corona de Castilla: llegar a las islas de las especias por Occidente. En aquellos momentos portugueses, castellanos y aragoneses se llamaban españoles, y la organización política de ese elemento identitario fue una cuestión que no se limitó sólo a la corte de Fernando el Católico y sus descendientes. Magallanes se naturalizó castellano por todos los medios que permitía el derecho de esa Corona: desnaturalización del Reino de Portugal, vasallaje al rey Carlos de Castilla, avecinamiento sevillano, se casó con una mujer naturalizada castellana, sin embargo nunca odió su componente portugués. Desgraciadamente no podemos decir lo mismo de muchos historiadores portugueses y algunos otros europeos, para ellos Magallanes fue un traidor, un monstruo. Francisco da Silva Telles, Osorius, el entretenido fanático André Thevet… Pero en derredor a la luz de Magallanes se advierte toda una élite de navegantes, comerciantes y científicos portugueses que buscan en Castilla la promesa de un espacio común y mayor. Incluso el socio y la «carta» secreta de Magallanes: Serrano había abandonado antes que su amigo, en las fronteras últimas del imperio portugués, su empleo y las cadenas de la ley que le ligaban con su país de origen, convocando, desde su exilio como consejero del rey de la isla de Ternate, a Magallanes y a Castilla a las Islas Molucas.

Los nacionalismos deberían alimentarse de hechos, si no para evitarla al menos para retrasar su habilidad específica para la locura colectiva. El auténtico protagonismo del gobierno de Portugal en el viaje de Magallanes fueron todos los intentos fallidos por impedir el viaje. El embajador portugués, Da Costa, primero intentó la disuasión y el soborno con Magallanes, luego presionar al rey Carlos, después filtrar que incluso el obispo portugués Vasconcellos había propuesto ya, al rey don Manuel, el asesinato de Magallanes. Pero en los hechos no pescan los nacionalismos.

Cuando del Cano acuerda con sus compañeros el regreso a Europa por la vía de la India, comienza una de las cacerías navales más desesperadas, famosas y largas de la historia a través de los mares de tres continentes, algo que bien ha descrito el historiador Agustín Rodríguez. Espinosa, el otro capitán español compañero del Cano, que intenta el regreso a Europa a través del tornaviaje a América, tiene peor suerte. Sólo el 10% de la tripulación capturada de aquel capitán sería escupida a España desde las prisiones portuguesas después de muchos años. Cada una de esas vidas llevadas al límite o a la extinción conservarán siempre algo que definirá nuestra comunidad.

Hay personas para las que los hechos carecen del poder de desengañarles de los cuentos. Pero esas personas deben saber que el cuento infantil, a diferencia del cuento/mito nacional, es una forma de acceder a la realidad no de sustituirla.

Magallanes representa una de las formas más creativas y con más carácter de afirmación de lo hispano. Si alguien quiere conmemorar algo, que sea a aquel y a aquellos que escogieron el camino que llevaba mas lejos, haciendo sitio a los mejores como noción de comunidad. Es obvio que ese es el único camino que una vez abrimos y que nadie ha sido capaz de cerrar.

Frente a las identidades cerradas del nacionalismo, fruto primero y último de ese árbol que aspira en su enfermedad a ser la unidad social natural, Magallanes afirmó para lo hispánico la primera identidad abierta de la modernidad.

José María Lancho es abogado.

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