Malala Yousufzai, la niña que no temía al Talibán

A tan solo unos días de que el comité del Nobel anunciara al ganador del Premio Nobel de la Paz de este año, el mundo descubrió a los opositores de la paz y la justicia. Sabemos quiénes son los mayores cobardes del planeta hoy en día.

La competencia por la insignia de la vergüenza está muy peleada, pero el título se lo lleva el hombre que el martes pasado subió a una camioneta que llevaba a las jóvenes a casa tras un día de escuela en Pakistán y preguntó por una adolescente de 14 años. Y después le disparó en la cabeza.

Los más cobardes del mundo son los miembros del Talibán pakistaní. Ellos creen que el hecho de tener largas barbas negras, armas peligrosas y ser fanáticos religiosos, los convierte en guerreros. Pero sus acciones cuentan la verdadera historia: el Talibán pakistaní está aterrorizado por una niña de 14 años llamada Malala Yousufzai.

¿Y por qué le tienen tanto miedo a Malala?. Principalmente porque ella no les teme.

Y porque Malala es una implacable defensora de la educación para las niñas, algo que el Talibán ve como una amenza.

El Talibán, con toda su fanfarronería, parece temer, sobre todo, a las mujeres.

La cobardía que ha caracterizado al grupo también conocido como Tehrik-i-Talibán Pakistán, o TTP– se puede comparar fácilmente con el increíble valor de Malala. La activista defensora de la educación de las niñas ahora se encuentra en la cama de un hospital tratando de recuperarse de lesiones graves en su cabeza y su cuello. Los doctores la operaron de emergencia para quitarle una bala cerca de su médula espinal y para bajar la hinchazón de su cerebro.

Malala sabía que estaba en la lista de asuntos pendientes del TTP, pero no se retiró. El Talibán, cuya visión religiosa, social y política se basa en una ideología de violencia contra las mujeres, no puede contrarrestar a una jovencita que reta sus ideas en un blog.

Poco después del intento de homicidio del martes, que también dejó heridas a dos compañeras de Malala, Ehsanullah Ehsan, vocero del TTP reconoció que el grupo había tratado de matarla y prometió que lo haría de nuevo si sobrevivía. Como es común, las supuestas amenazas se definieron conforme a la interpretación del Islam y la represión e intimidación hacia las mujeres. “Cualquier mujer que, por cualquier medio, juegue un papel en la guerra contra del mujahedeen (el grupo que lucha en nombre del Islam) deberá ser asesinada”, declaró Ehsan.

El vocero del TTP llamó a la defensora de la educación “un nuevo capítulo de obscenidad”, y añadió que “tenemos que terminar este capítulo”. También la acusó de estar a favor de occidente y de admirar al presidente Barack Obama.

Malala empezó a ser un problema para el TTP cuando solo tenía 11 años. El Talibán de Pakistán, que tiene la misma ideología, pero no está directamente relacionado con el Talibán de Afganistán, había tomado el valle de Swat, en Pakistán. Los políticos pakistaníes actuaban como si no se inmutaran del régimen que cada vez era más brutal. Ejecutaban a sus críticos, ordenaban que todos los hombres tuvieran barba y que azotaran a las mujeres en público como castigo por ofensas reales, imaginarias o fabricadas.

Se trataba de imponer su voluntad, su visión del Islam y de subyugar a toda la población, en especial a las mujeres.

Según los reportes, el Talibán destruyó más de 200 escuelas y había ordenado el cierre de todas las instituciones para niñas cuando Malala, poco a poco, emergió de la oscuridad. En 2009, ella empezó a escribir un blog para la BBC bajo un pseudónimo, en el que hablaba de sus sueños para el futuro y de cómo el grupo extremista desvanecía esas aspiraciones y cada vez estaba más lejos de su alcance.

Su historia llamó la atención del desastre, que caía sobre la población del valle de Swat. Al mismo tiempo, la grabación de la golpiza de una muchacha de 17 años por un grupo de talibanes se hizo viral en Pakistán con imágenes escalofriantes del lamento de la niña.

Hasta ahora, Pakistán ha manejado la lucha contra el Talibán como un problema de los estadounidenses, algo que pasa solo en la frontera con Afganistán. Malala ayudó a que su pueblo se dieran cuenta de que en su propio país su estilo de vida era amenazado por el TTP. El gobierno contestó el ataque y recuperó el control de la región. Ella continuó alzando la voz y el año pasado fue la primera ganadora del Premio de la Paz Nacional de su país. Ella y su causa fueron celebradas por todo el país, y también cada vez más odiados por los extremistas y sus seguidores.

Áreas rurales de Pakistán y los distritos cercanos a la frontera de Afganistán profesan las tradiciones religiosas más estrictas, de donde el Talibán tomó muchas de sus visiones sociales. Varias prácticas, particularmente las que tienen que ver con las mujeres, aterrorizan a los pakistaníes que viven en la capital, Islamabad.

El país se ha convertido en una peligrosa incubadora de prejuicios impulsados por el fanatismo. Una prominente política que se oponía a las leyes controversiales y blasfemas de Pakistán fue asesinada el año pasado. Apenas el año pasado una niña cristiana fue encarcelada después de que sus vecinos levantaran cargos de blasfemia en su contra.

El país se ha convertido en uno de los territorios al frente de la lucha entre la modernidad y las prácticas misóginas e intolerantes de hace siglos. Malala, a pesar de su corta edad, hizo frente a la batalla para impulsar la igualdad.

El gobierno talibán de Afganistán, entre 1996 y el 2001, demostró cómo podría influenciar también en Pakistán, pero especialmente cómo afectaría las vidas de las mujeres. El TTP pretende imponer precisamente el tipo de reglas que se impusieron a los afganos. A las mujeres afganas se les prohíbe trabajar, estudiar o salir de sus casas sin la compañía de un hombre; incluso reír a carcajadas está prohibido. Se convirtieron en seres inexistentes, apedreadas y decapitadas en el estadio local. Tampoco tienen derecho a mostrar su rostro, decir lo que piensan o aprender un oficio.

En el 2002, justo después de que el régimen fue derrocado, un estudio de salud mental del Centro para Control de Enfermedades y Prevención en el país descubrió que una amplia mayoría de mujeres afganas sufrían de depresión, ansiedad y desorden de estrés postraumático.

Una década después, al cercar Pakistán, después del intento de asesinato de Malala, muchos se preguntaron si la amenaza había disminuido tanto como dice el gobierno.

Al tratar de matar a una jovencita brillante y admirada a sangre fría, el Talibán no solo ha revelado su propio sentido de la moral. También despertaron en el pueblo de Pakistán la idea sobre la amenaza que representan los extremistas y las opciones con las que se enfrenta el país.

La nación presiona a los políticos populistas para que alcen la voz en contra del crimen y tomen partido.

Pakistán es el hogar de los peores cobardes. Pero también es el hogar de Malala. Esperemos que sobreviva y que inspire a muchos a seguir sus pequeños pero indelebles pasos. Existe algo, y alguien, para que el comité del premio Nobel reconsidere su decisión.

Frida Ghitis es columnista de asuntos internacionales para el Miami Herald y el World Politics Review. Exproductora y corresponsal de CNN, autora de El Fin de la Revolución: Un Mundo Cambiante en la Era de la Televisión en Vivo.

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