Malas prácticas

Rishi Sunak, nuevo primer ministro del Reino Unido.
Rishi Sunak, nuevo primer ministro del Reino Unido.

Es interesante seguir desde España, o simplemente como europeos, lo que está sucediendo en Gran Bretaña y lo que están padeciendo ciudadanos ingleses y escoceses. El descalabro de la política y de la economía de Gran Bretaña, chanzas aparte, no es ninguna buena noticia a medio y largo plazo para los europeos ni para las democracias. Por supuesto que el monumental error que pagarán durante lustros ha sido el Brexit, un error histórico basado además sobre campañas arteramente mentirosas, y por ello antidemocráticas, por las que nadie parece haber pedido cuentas políticas. Pero, con la verdad por delante, no se esperaba que el antiguo imperio se desgraciara políticamente con tanto ridículo ni tanta celeridad. Siendo, cómo es, una de las dos potencias nucleares de la Europa democrática, entenderemos que no es buen momento para mostrar una gran fragilidad ni para perder demasiado abruptamente su ya escaso sector industrial y su reciente potencia financiera.

Desde el punto de vista del funcionamiento democrático, del que G.B. fue modelo hasta hace muy poco, podemos sacar algunas lecciones importantes. Por ejemplo llamamos su atención para la reflexión sobre lo negativo que puede ser para una democracia sólida la divinización de acciones populistas de apariencia democrática como los “referenda” o las primarias. Los primeros llevaron a una multifractura de la sociedad, enfrentada a unas preguntas maniqueas sobre temas enormemente trascendentales y complejos. En cuanto a las primarias ya es un clásico observar como son un factor de división de los partidos que termina favoreciendo al mejor manipulador o al más demagogo o…al más “chantajista”. Se observa también como los efectos negativos para la democracia liberal representativa de dichas actitudes se ven multiplicados en época de redes sociales, medios de comunicación felones y sociedades infantilizadas. Esta situación también, profesionalmente utilizada por expertos en comunicación, favorece exponencialmente el basar una votación sobre mentiras y engaños enormes. Una lección a tener muy en cuenta. Puede que G.B. no sobreviva al proceso del Brexit.

Para España que pretende llegar a ser una democracia (la diferencia esencial es que en G.B. sí hay un Estado de Derecho, aquí grandemente desaparecido) interesa constatar un trío de similitudes tristes, y otra que no lo es para nada. En primer lugar, si el ganar una votación sobre engaños, promesas incumplibles o compromisos dispuestos a traicionar a las primeras de cambio es letal para una democracia seria, España haría muy bien de recordar como ganó las elecciones el Doctor Sánchez. En segundo lugar es pasmoso e inesperado observar el vertiginoso deterioro de la clase política británica. Que en la patria de los Churchill, Mac Millan, Thatcher o Blair, de pronto se hagan con poder cuatro “premiers estrafalarios”, en cinco años, de una manifiesta incompetencia y bajísimo nivel es una sorpresa que no sabríamos explicarnos, pero cuyos efectos perniciosos sobre el bien común son brutales. En España, el bajísimo nivel, a veces alcanzando ya el ridículo internacional, no es una sorpresa, pero los efectos sí son igual de perniciosos. Y en tercer lugar observamos cómo una de esas consecuencias es el conseguir una sociedad fragmentada y enfrentada por territorios, generaciones, comunidades, etc… Igual que la desintegrada España. Y eso no es bueno.

Y, finalmente, y para los amigos de practicar la sedición y la secesión, recordemos, por si acaso, lo que no es ninguna similitud: el separatismo catalán, o vasco, o gallego, o valenciano, o mallorquín, o andaluz, o de Móstoles, con el caso de Escocia. Ni parecido en su esencia. Porque Gran Bretaña no tiene Constitución al no ser una nación histórica integrada. G.B. es la única confederación que aún resiste y, como tal, basada en acuerdos internacionales (“Union Act”) firmados por entidades independientes. Segundo, el Reino de Escocia es un reino independiente desde la época del muro de Hadriano el romano hasta 1707, perfectamente delimitado y con derecho a revisar los tratados que firmó. Ninguno de los territorios españoles citados ha sido jamás independiente y son partes de una Nación histórica y constitucionalmente integrada, no sólo unida. Lo de referéndum en Cataluña, por ejemplo, sería comparable con que el Devonshire quisiera secesionarse de Inglaterra (no de Gran Bretaña) porque es región distinguida del antiguo Reino de Mercia, uno de los cinco reinos fundadores de Inglaterra. Impensable. Puestos a encontrar antecedentes históricos, mejor nos fijamos en Lincoln. También porque combatió el racismo.

Por Enrique Calvet Chambon, ex europarlamentario y Presidente de ULIS.

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