Manual electoral para las municipales de 2015: los cambios en las ciudades y las nuevas Políticas Urbanas

Después de 35 años de municipalismo democrático, el futuro del cambio democrático está cada vez más en las ciudades. La crisis económica y la posterior recesión han puesto el foco sobre la cercanía, el control democrático y las políticas destinadas muy directamente a la calidad de vida de las personas. El auge de movimientos críticos con el sistema de los aparatos de partidos, la crítica de la sumisión o de la dependencia, a las autoridades monetarias y al sistema bancario global del capitalismo, son ahora mucho más radicales que antes de 2011.

Pese a la importancia de las ciudades en el modelo de democracia propuesto por los movimientos sociales emergentes, nos encontramos con una fuerte inercia del modelo de municipalismo existente, a la vez que una generalizada ausencia de un modelo distinto, más cercano y más basado en las personas y adecuarlo a las estrategias generales de defensa de la ciudadanía que recorre la sociedad española exigiendo medidas de regeneración democrática del sistema político.

La alternativa al modelo de gestión de las ciudades coincide con el anhelo de cambio en la gestión de la sociedad tras la experiencia de la crisis, los recortes y el expolio del poder establecido tras años de transición de los ayuntamientos democráticos. Esto es, desde el auge de los movimientos ciudadanos en los primeros años ochenta al abuso creciente de las mayorías conservadoras instaladas en los noventa, y especialmente desde la gran oleada conservadora de 2011, para las políticas urbanas desconectadas de las aspiraciones de la ciudadanía. Y, en consecuencia, contrarias a las necesidades de la mayoría social.

Los programas electorales, cada vez más expandidos desde los programas-marco de los partidos suelen ser aburridos, pesados e imposibles de cumplir. La prolijidad alcanza cotas caricaturescas; la falta de criterios interdependientes y conectados a los problemas globales también. De muchos de ellos se desprende la falta de reformas, la inanidad de la lucha anti-corrupción local (pese a los casos experimentados) o la escasa implantación de medidas de tipo ambiental (pese a los avisos constantes del cambio climático.

Este breve manual es un compendio de asuntos de los que hay que revisar para actualizar esos programas y una guía genérica para hacerlo deprisa en estos tiempos permanentemente electorales. Su razón de ser es la constatación del desfase entre los objetivos de las "ciudades del auge económico" frente a las realidades de las "ciudades de la crisis", en orden a satisfacer necesidades urgentes, inmediatas, o "clásicas" de la ciudadanía.

  • Los objetivos de este Manual-Guía son, por esas razones, establecer un diagnóstico (capítulo 2), analizar los cambios, estrategias, posibles reformas y su impacto territorial, social y urbano (capítulo 3) y ofrecer un abanico de alternativas que puedan aplicarse a sitios diferentes si se adaptan a cada perfil municipal (capítulo 4). Para concejales o alcaldes electos servirá como memoria de los asuntos locales a revisar y para las candidaturas electorales como Proyecto y acicate acerca de la reflexión sobre las ciudades y las políticas urbanas de las comunidades autónomas de España.

El 15-M criticó la política como mera representación, deslegitimó la democracia local y denunció sus abusos, la soberbia de los equipos de gobierno local y la corrupción política, económica y urbanística de sus dirigentes, junto con los privilegios de la burocracia partidaria y administrativa. Paradójicamente, la denuncia pública de los indignados en las plazas, la exposición de los privilegios de la denominada "clase política" ha coincidido con la mayoría conservadora en el poder local más duradera y con la más grande afloración de la oleada de corrupción de la democracia. Poder conservador y corrupción extendida son marcas de un período que no ocultan que la rutina se ha instalado en la visión de las ciudades y en las estrategias urbanas tras treinta y cinco años de prácticas políticas que necesitan una puesta al día. La exigencia de honradez que se requiere a los políticos es muy alta, pero no es menor aquella otra de que no puedan decir tantas sandeces desfasadas, como vienen diciendo hasta ahora.

  • En las elecciones locales y autonómicas de 2015, tenemos a las puertas un cambio relevante. No se trata solo de un cambio e innovación en la democracia constitucional representativa. Es la antesala del posible cambio anunciado por las encuestas para la composición de las Cortes Generales, un cambio que afecta de forma sustantiva a los ciudadanos y a su calidad de vida.
  • Este cambio, de producirse, trascenderá a las generales de 2015, ya que puede conmover y ayudar a inmensas capas de la población urbana que antes se abstenían o votaban sin ilusión alguna.
  • La abstención fue el efecto más evidente de la decepción y la indignación acerca de la política meramente representativa y delegada, tal como se había conocido en los ayuntamientos, pero le entregó todo el poder local a la derecha en un momento crucial.
  • El efecto de la corrupción combinado con los cambios legislativos y los recortes ha creado más desafección de la hasta ahora conocida.

El progresivo deterioro de la confianza en las instituciones (y de la decencia de sus representantes elegidos) y, en particular, en las instituciones locales (y de la honorabilidad de prácticas urbanísticas y contractuales en ayuntamientos y diputaciones) ha ido haciendo patente el descrédito ante los nuevos retos que planteaban a la política local las necesidades surgidas de políticas muchas veces inerciales, conservadoras y desarrollistas, instaladas en los programas políticos municipales desde la indiferencia hacia las políticas de un signo u otro. Se han venido considerando esas políticas de movilidad, vivienda o cultura como las "únicas posibles" desde el punto de vista de la clase dirigente instalada en las esferas del poder local.

No obstante, ya en 2007 y 2011 era necesaria una reforma a fondo de ese escenario local en España. El discurso sobre la ciudad estaba anticuado, desfasado ante los nuevos fenómenos; muy ajeno a los problemas de los recursos energéticos y la sostenibilidad o el cambio climático, después de un auge inusitado de las políticas de vivienda pública primero, y de los transportes públicos después. Los debates del estado de la nación de 2003, al poner el énfasis en la vivienda, que era entonces objeto de grandes manifestaciones de la oposición, centraron el auge en el acceso a la vivienda y acentuaron luego prácticas desarrollistas y/o corruptas en los ayuntamientos, sus empresas públicas y en la venta de VPO primero y de vivienda libre después. La burbuja inmobiliaria fue una realidad alimentada desde todas las posiciones ideológicas. Eso sí, sin la menor crítica a sus consecuencias, como luego lo sería el AVE o los tranvías sin la menor aproximación a ideas de sostenibilidad o de control de coste; igual en aeropuertos, estaciones, etc. La crisis de 2008 supuso de golpe la emergencia de necesidades básicas, ante el aumento de la exclusión urbana y la pobreza energética, el encarecimiento de los servicios y el incremento de los desahucios. La política local está en entredicho por los graves casos de corrupción, en grandes y medianas ciudades, que afectan a toda la clase política.

En 2014, se ha dejado ver la nueva sociedad civil. Las nuevas alternativas políticas han adquirido un impulso imparable junto con la emergencia de la ilusión política y el movimiento de reivindicación de la democracia participativa, que se identifican con la irrupción del proyecto político liderado por Podemos y/o Ciudadanos, pero afectan también a las formaciones que abogan por la regeneración democrática. La revisión del escenario político español, la democracia participativa y el papel de los partidos políticos en la democracia representativa, están en pleno apogeo frente a la disociación entre clases políticas y ciudadanía, especialmente visible en el territorio local. Sin embargo, Podemos busca el poder central; la cuestión local parece estar fuera de sus aspiraciones, tanto por prioridades como por agenda, lo que constituye una contradicción bastante relevante.

  • El cambio municipal de 2015 es posible, pero no se dejará sentir solo por la rectificación de las políticas globales o estructurales europeas, si no va acompañado de la revisión de paradigmas sobre la ciudad. Esta nueva visión de cambio será imposible sin cambios relevantes de liderazgo consciente, visión estratégica, sentido comunitario y compartido de lo colectivo.
  • Por tanto, habrán de surgir nuevas estructuras de gobierno, nuevas definiciones de objetivos y nuevos proyectos, pero también nuevos técnicos, nuevos directivos y nuevos equipos que renueven la desenfocada política local. En ella, en la política municipal, grupos de dirigentes llevan instalados decenas de años, rodeados por altos directivos de confianza y libre designación que forman el conjunto del poder local; a veces más influyente que los alcaldes y concejales.

La definición de las políticas urbanas no puede dejar fuera del análisis la crítica y la autocrítica sobre los modelos construidos. Como ha planteado Muñoz Molina (Muñoz Molina 2013), no hemos sido capaces de analizar con rigor nuestro proceder político. Una nueva responsabilidad cívica debe servir para reflejar las críticas de lo que han sido varias décadas de democracia muchas veces alejadas de las políticas de eficiencia y equidistribución, de justicia en el reparto de rentas, que políticos y ciudadanos proclamaban defender.

Ese principio de autocrítica debe plantear de partida la revisión de lo que fueron mitos intocables del período de crecimiento y que ahora se antojan discutibles, extravagantes y despilfarradores. Entre otros, el increíble y generalizado criterio de todo el espectro político de que para crear empleo vale todo. Un criterio que recorre de la derecha a la izquierda, a costa de cualquier precio, del cual han quedado mudos esqueletos de hormigón y dinero público enterrado debajo. Experiencias nefastas como las del Hotel El Algarrobico en Carboneras son prototípicas, junto con la quiebra de las urbanizaciones del turismo masivo en el Mediterráneo y la destrucción de las costas, que son ejemplos flagrantes de cómo se destrozaron muchos parajes protegidos, muchas veces por las mismas administraciones locales o autonómicas responsables de su preservación.

La corrupción repartida por todo el territorio físico y político ha tenido su retrato en los Informes de la Fundación Alternativas y de Transparencia Internacional, entre otros, como los ya mencionados de la UE. Sin embargo, hasta la fecha no se han puesto coto a las prácticas que han acabado en los juzgados (con resultados más que discutibles) casi siempre sin el retorno de lo defraudado, o la reversión de lo actuado, al estado anterior a las infracciones o delitos.

El proceder de loa ayuntamientos democráticos que denuncia Muñoz Molina, trasciende la política partidaria y se manifiesta como una formulación social de la política. El funcionamiento cada vez más complejo, caro y despilfarrador de los entes locales constituye una paradoja, que lleva las causas del deterioro democrático de lo local a lo global.

  • La estructura de la ciudad no es jerárquica, pero la política constituye hoy una barrera clásica (gestores/administrados) frente a las mallas de la ciudadanía y redes de personas que buscan la felicidad en unas condiciones catastróficas de caída del bienestar y de la calidad de vida. Las personas y su felicidad son los objetivos de las políticas urbanas, ¿pero cómo se miden sus logros? ¿bajo que indicadores se comparan? ¿hasta qué punto se pueden prever u orientar?
  • Mientras un debate endogámico se fija sólo en dos cuestiones casi obvias. De un lado, la limitación de mandatos o la acumulación de cargos, las declaraciones de bienes y las exigencias de incompatibilidad. De otro lado, las visiones alternativas parecen fijarse solo en las formas procedimentarias, asamblearias, la revocación de mandatos, los códigos éticos y la transparencia como objetivos intrínsecos.
  • Vivimos un momento de transición: desde la incertidumbre a la mejora de la calidad democrática. Especialmente en la ciudad, las políticas urbanas han de ser objeto de una renovada atención, pues todas las variables conocidas de gestión local han sufrido importantes cambios de sentido y contenido. Existe una profunda desorientación sobre los pasos inmediatos a dar en este año de elecciones locales, pues el escenario existente cuenta con gobiernos conservadores en la mayoría de las instancias políticas, frente a nuevas propuestas emergentes que no acaban de entrar en el proyecto de la política municipal, porque a menudo contienen objetivos que trascienden sus competencias o hablan de insatisfacciones y demandas globales e imprecisas.

La conclusión más generalizable de este momento de las ciudades es que atraviesan por la necesidad de una reforma de la práctica política local que acabe con la cesura entre representantes y representados, entre formas anticuadas de tomar decisiones y formas participativas de cogobierno. La necesidad de cambiar los modelos agotados y reponer los vigentes, degradados por los recortes coincide con una exigencia de revisión autocrítica de los modelos tenidos por válidos hasta ahora. Por supuesto exigir decencia, eficiencia y justicia, pero respondiendo a demandas articuladas y precisas.

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Carlos Hernández Pezzi, arquitecto por la ETSAM en 1978 especialidad Urbanismo.

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