Maragall

Por Cristina Alberdi (LA RAZON, 03/06/04):

No ha podido resistirlo. Algunos hubieran preferido que hablara en Madrid después de las elecciones europeas. En el PSOE no interesa que el polémico debate sobre el modelo territorial entre en campaña. Sin embargo al PP le interesa y mucho. Una de las grandes contradicciones del gobierno Zapatero se centra en la reforma de los Estatutos de Autonomía, su alcance y sus límites. Hasta dónde se quiere llegar y si serán capaces de cumplir los acuerdos de Santillana en Agosto de 2003, que contuvieron la marea, sujetando las eventuales reformas dentro del marco constitucional. Ésa es la voluntad, reiterada desde la cúpula socialista, que contradice de plano los acuerdos firmados en Cataluña en diciembre de 2003 y que permitieron al Partido Socialista Catalán acceder a la Presidencia y Gobierno del tripartito catalán, con los votos decisivos de Esquerra Republicana de Cataluña.

Maragall lo ha recordado en el Siglo XXI, en su aparición estelar en Madrid. Habrá reforma estatutaria al margen y separada de la reforma del Senado, habrá nueva financiación autonómica, con capacidad normativa y de gestión de impuestos hasta ahora estatales, habrá Agencia Tributaria propia, los Tribunales Superiores de Justicia asumirán competencias casacionales hoy residenciadas en el Tribunal Supremo. Cataluña será una nación diferenciada de las otras regiones del Estado español, y tendrá la plena consideración de Estado. España y Cataluña serán «interdependientes». Además los socialistas catalanes defenderán su propio modelo constitucional dentro del PSOE y por supuesto tendrán grupo parlamentario propio en el Congreso de los Diputados, integrado en esta legislatura por 21 diputados que dejarán al PSOE en minoría con respecto al PP, que pasaría a ser el grupo parlamentario con mayor número de escaños en la Cámara.

¿Hay quién dé más? Pues sí. El propio Maragall se ocupó de puntualizarlo en su irrupción en la por ahora capital de España. Si todo esto no es aceptado por las Cortes Generales, el presidente de la Generalitat, haciendo caso omiso de la legalidad vigente, convocará un referéndum en Cataluña para obtener su legitimidad en el único entorno en el que cree: el ámbito de decisión catalán. Ni los nacionalistas más radicales hubieran soñado, hace apenas un año que íbamos a asistir a una proclama cuasiindependentista de esta naturaleza, defendida por un presidente socialista.

Precisamente la tradición socialista y sus posiciones programáticas han ido en la dirección contraria. Por algún lado van a saltar las costuras. No es posible soplar y sorber al mismo tiempo. La hora de la verdad llegará en breve y tal vez Pascal Maragall la acelere. ERC va a exigir el cumplimiento de los acuerdos por un «Gobierno Catalanista y de izquierdas», firmado el 14 de diciembre de 2003. Hay quien vaticina que el PSOE maniobrará desde Madrid para que el PSC suelte lastre y se desvincule de su socio nacionalista más radical.

En todo caso, Zapatero no lo tiene fácil. Si no quiere meter al país en un camino sin retorno de consecuencias imprevisibles, tiene que moderar drásticamente, las apetencias nacionalistas de sus correligionarios catalanes. Y en todo caso ahí está el PP, con 9 millones y medio de votos y 148 escaños para impedir que se ponga en almoneda la Constitución de 1978 que nos ha dado la etapa más larga de prosperidad de la historia de España. La legislatura es ya constituyente aunque algunos se empeñen en negarlo. Lo que hace falta es que además no sea de acoso y derribo del edificio que tanto esfuerzo nos costó construir.

Zapatero sostiene que defenderá las propuestas que vengan de las CCAA en una especie de propuesta «a la carta» que puede convertirse en una puja por ver quién va más lejos y en un proceso de agravios comparativos. El PP reclama que sigamos el modelo del 92 y 96. Pacto previo entre los dos partidos mayoritarios, sobre el marco en el que han de encuadrarse las reformas. Parece más sensata esta opción. No se puede jugar alegremente con un tema de esta importancia que afecta a las estructuras de nuestro sistema constitucional y al modelo territorial aceptado mayoritariamente. Lo contrario sería una irresponsabilidad, que es por donde parecen conducirse las propuestas socialistas. Se abre un proceso que no se sabe adonde puede llevar, en medio del entusiasmo de los nacionalistas más radicales que ven el camino abierto hacia el cambio de modelo, que algunos ya reclaman directamente como de República federal y plurinacional. Y que a nadie se le ocurra obstaculizar el proceso. Las amenazas ya están en marcha. Cada uno se situará en «su ámbito de decisión», los vascos, los catalanes, y tal vez los gallegos y los andaluces, en contra del art. 1.2 de la Constitución que proclama que la soberanía reside en el pueblo español. Se reclaman relaciones de igual a igual y la palabra de moda es «cosoberanía». Hasta 88 transferencias exigía hace unos días Saura, el número tres de Tripartito catalán al Ejecutivo Central. Las carreteras, los aeropuertos, el control de la Administración, gestión e inspección de la Seguridad Social. La caja única de la Seguridad Social que siempre defendieron los dos grandes partidos PP y PSOE, saltaría por los aires. Más poder político, incluido poder convocar referendos. ¿Qué le queda al Estado? Se trata de un desapoderamiento casi total. ¿Saben los ciudadanos lo que se están jugando? ¿Lo sabe Zapatero? ¿Lo sabe Maragall? Estoy segura de que sí, pero prefieren seguir gobernando en Madrid y Cataluña con el apoyo imprescindible de Esquerra Republicana de Cataluña, que plantar cara al nacionalismo radical. Maragall no para de lanzar proyectiles de grueso calibre, de insistir en sus posiciones y de exigir en Madrid el cumplimiento de los acuerdos del tripartito. Ahora queda por ver hasta dónde llevarán sus demandas y qué hará el Gobierno socialista para contenerlas. Desde luego al primero que tienen que contener es a Maragall, que ejerce de torpedo eficacísimo en la línea de flotación de la estabilidad institucional, tan necesaria para la estabilidad económica, que con este panorama puede empezar a resentirse. Las reclamaciones nacionalistas ahora también las selecciones deportivas autonómicas no tienen salida. Desbordan claramente la Constitución. El PSOE en estas elecciones debería explicar la contradicción entre estas demandas y la futura Constitución Europea.