En Tánger, el Gran Café de París goza de un buen emplazamiento, entre el barrio antiguo y la ciudad moderna. Tiene a su izquierda el consulado de Francia y a su derecha el bulevar Pasteur. El otro día me senté en el café a beber un té a la menta y me entretuve en observar las mujeres que pasaban por delante fijándome en las que no llevaban velo. De cien mujeres, sólo dieciséis llevaban el cabello al viento. Tal vez en un signo de los tiempos, el año pasado eran más de 35. Naturalmente se trata de una encuesta sin pretensión alguna de ser científica, pero no creo equivocarme si les digo que, en Tánger, más del 80% de jóvenes y mujeres son portadoras del velo. ¿Qué implica ello? Cabe decir que es una moda o, hablando con mayor precisión, una obligación que las mujeres se autoimponen.
Algunas obedecen a sus maridos, padres o hermanos; otras llevan el velo por convicción o por costumbre. Hay que cubrir los cabellos para no excitar a los hombres en la calle; una hermosa cabellera posee necesariamente carga erótica y hay que ocultarla… En el caso de los islamistas, un problema recurrente es el de su relación con la sexualidad. Es menester que la mujer se tape, se oculte con el velo y se esconda para que el vecino no la desee. Todo gira en torno a tal obsesión: la mujer es un objeto insoportable de deseo. Y no hay como la religión para justificar el miedo a la mujer.
Desde que el rey Mohamed VI nombró un primer ministro del Partido de la Justicia y el Desarrollo (islamista) y se ha formado un gobierno con mayoría de este partido, las cosas están cambiando en la vida diaria. El ministro de Justicia y de las Libertades, Mustafa Ramid, ha estigmatizado el turismo acusando a quienes acuden en concreto a Marrakech de elegir este destino por motivos sexuales. Ha dicho que van “para pecar y alejarse de Dios”. La alcaldesa de la ciudad ha protestado contra este ataque a la industria turística que proporciona sustento a miles de familias en la región. El ministro de Comunicación y portavoz del Gobierno, Mustafa el Khalfi, quiere que se retransmitan cinco llamamientos diarios a la oración en la televisión y la radio del país, además de la oración del viernes y las fiestas religiosas. Asimismo ha prohibido el uso de la lengua popular dialectal en los medios de comunicación. Únicamente se autoriza el uso de árabe clásico (que no habla una mayoría aplastante de la población marroquí) y del amazig (bereber) en los medios de comunicación públicos. La lengua francesa, prácticamente, se suprime. También se prohíbe la publicidad de los juegos de azar (loterías, etcétera) en los canales de televisión nacionales.
Notable hipocresía: tales juegos, que reprueba la religión, no se prohíben en la práctica. Los medios de comunicación de mayor audiencia han reaccionado de forma virulenta; el director de la segunda cadena del país, 2M, ha tachado tales reformas de “fundamentalistas”. 2M es una televisión joven y dinámica que ha conquistado un numeroso público entre la juventud. Lo cierto es que se libra actualmente en Marruecos una contienda entre lo que se denomina modernidad o incluso la laicidad y el conservadurismo religioso que querría cerrar el país a las influencias occidentales, esto es, lo que un periodista del periódico de esta tendencia ha llamado “el lobby francófono”.
Lo cierto es que se trata de un ataque a las libertades que ha empezado por criticar e incluso pedir la prohibición de películas marroquíes con escenas de sexo o diálogos violentos. Algunos responsables del nuevo Gobierno han llegado a hablar de “arte sucio” y piden a los artistas que hagan “arte limpio”. No entienden nada de la creación artística. Un artista es necesariamente un rebelde, alguien no conformista, alguien que muestra lo que la sociedad esconde.
La única mujer de este Gobierno, Bassima Hakkaui, ministra de Solidaridad, Mujer, Familia y Desarrollo Social, se ha pronunciado tajantemente contra el aborto justo cuando las asociaciones y movimientos de la sociedad civil reivindican la legalización de la interrupción del embarazo en casos difíciles sobre todo de violación o tratándose de menores.
Cabe añadir a todo ello la aparición de comités autoproclamados como tales para “limpiar” el país “del pecado y del mal”. La policía hace la vista gorda. Son iniciativas privadas que actúan en lugar de las fuerzas de seguridad y frente a las cuales el Estado, de momento, no reacciona.
El Gobierno, que no adopta decisiones aparatosas, da libertad de acción a su portavoz que trata de poner en práctica sus convicciones religiosas. Algunos se preguntan por qué no prohíbe el interés bancario… al fin y al cabo, el islam prohíbe fijar intereses sobre el dinero. Arabizar los medios de comunicación oficiales e imponerles una orientación moral, dar orientaciones a los creadores son también maneras de limitar las libertades. Nadie está contra la lengua árabe, pero renunciar al multilingüismo es ir contra la inclinación natural del pueblo. Más de medio siglo después de la independencia del país, la lengua francesa sigue aún viva en los medios escolares e intelectuales. Hay jóvenes que escriben novelas y poemas en esta lengua y ahí están las editoriales para publicarlos. Los cientos de miles de hijos de emigrantes marroquíes que van a Marruecos en verano no hablan el árabe o apenas lo hablan.
La vocación de Marruecos ha sido en todo momento la apertura al exterior. Fue el primer país que reconoció a Estados Unidos de América. Mantiene excelentes relaciones con Europa en el plano político y cultural. Sus élites dominan varias lenguas y son valoradas en el mercado de trabajo internacional.
El islamismo se caracteriza por el repliegue sobre sí mismo. Se mezcla con la moral y se inmiscuye en la existencia de las personas. Por eso los marroquíes laicos –que no son ateos ni antirreligiosos– piden la separación entre el islam y la política. El Colectivo Democracia y Modernidad ha impulsado recientemente un debate sobre la laicidad e inmediatamente ha sido atacado por el periódico afín al Partido de la Justicia y el Desarrollo, Attajdid, que le ha acusado de querer apartarse de los valores de la umma (comunidad de los creyentes). Conviene señalar que todo musulmán pertenece a Dar al-islam, el dominio histórico o morada del islam; es decir, el conjunto de territorios cuya unidad reside en la comunidad de fe y vigencia de la ley con las garantías de que gozan los miembros de la umma. Quien critica o pide que el islam se aleje del terreno político se convierte necesariamente en alguien que traiciona los “valores y principios de la casa”.
Salman Rushdie fue condenado por Jomeini en 1988 por haber escrito Versos satánicos siendo musulmán. Un musulmán no tiene en absoluto el derecho de criticar o ir contra los preceptos del islam; de lo contrario, es un traidor y merece ser condenado. Es la visión propia del integrismo y el fundamentalismo que han quedado anacrónicos en los tiempos modernos.
El Marruecos actual ha conseguido ahorrarse una revolución violenta, como ha sucedido en Túnez y en Egipto. Pero no ha logrado escapar de la ola islamista que se esparce crecientemente en el mundo árabe. La primavera árabe ha desembocado a una era islámica que ha llegado para quedarse durante al menos una generación o más.
Ahora le toca al Estado intervenir para acabar con estas artimañas que señalan un retroceso en el rumbo del país y lesionan la imagen más bien positiva de Marruecos en el exterior.
Tahar Ben Jelloum.
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Buen "ojo" el que lo ve y nos lo cuenta, los logros de Marruecos en política lingüística otra vez a la prehitoria, Marruecos es Tamaghazih y judeo español más que árabe y arabófono,.....
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Buen "ojo" el que lo ve y nos lo cuenta, los logros de Marruecos en política lingüística otra vez a la prehistoria, Marruecos es Tamaghazih y judeo español (sefardí) más que árabe y arabófono,.....