Marruecos y las razones del velo

Hubo una época en Marruecos en que llevar el velo no planteó problema alguno. Las mujeres se vestían con una chilaba y se colocaban un velo que no cubría toda la cara, sino sólo la parte inferior. A la vista quedaba una parte de la frente, los ojos y la nariz. El velo ocultaba los labios. Se trataba más de una tradición que de una toma de posición política o religiosa. Mi madre utilizaba así el velo; mi abuela, en cambio, debido a su avanzada edad, ya no lo usaba. Las mujeres urbanas ocultaban su cabellera, no sus formas. Cuando las campesinas acudían a la ciudad, se envolvían con una gran tela blanca llamada jaique y sujetaban los dos lados con los dedos a la altura de la nariz. Además, las jóvenes salían cada vez más a la calle vestidas a la europea. Era en la época del rey Mohamed V, quien a su regreso del exilio no dudó en mostrar en público a sus hijas sin velo. Por aquel tiempo, el presidente tunecino Burguiba pedía a las mujeres que se quitaran la chilaba, que llamó "tapamiseria".

Entre el final de los años cincuenta y el principio de los ochenta, las marroquíes dejaron en su gran mayoría de llevar el velo. Llevaron chilaba y mantuvieron la cabeza sin cubrir. A raíz de la revolución iraní y los discursos demagógicos de Jomeiny, el velo volvió a hacer aparición. Mi madre, mi hermana, mis primas, siguieron sin cubrirse la cabeza, salvo con algún hermoso pañuelo para mantener recogido el cabello. En cuanto a la cara, jamás volvieron a tapársela. En una veintena de años, las cosas han cambiado mucho. Cuando asistí a la Universidad de Rabat (1965) ninguna estudiante asistía a clase con la cara tapada ni con chilaba. Entre los estudiantes era natural un ambiente mixto, y los jóvenes de ambos sexos se trataban sin exhibirse de manera escandalosa, un poco como en la España o la Italia de los años cincuenta, a juzgar por las películas de esa época.

Hoy el panorama ha cambiado. La mitad de mis primas van a la universidad con vaqueros y la otra con vestido largo y velo en torno a la cabeza. Ya no es un asunto de tradición, sino de actitud, un modo de marcar la propia identidad cultural. Es una actitud de rechazo.

El año pasado visité Túnez para dar algunas conferencias en liceos y facultades. Ninguna joven llevaba velo. Al final de mi intervención, dos muchachas se me acercaron y me preguntaron en voz baja, por temor a ser oídas por oídos policiales: "¿Acaso no es una cuestión de libertad y elección individual el vestirse según las propias convicciones? A nosotras nos gustaría llevar aquí velo, pero eso es algo que se nos prohíbe; no hay una ley, pero nos convertimos en sospechosas de estar en la oposición". Una profesora de unos cincuenta años, vestida a la europea, me toma por testigo: "En el pasado luchamos con nuestras madres para poder salir vestidas con blusa y pantalón ceñido; hoy, lucho con mi hija, que quiere llevar pañuelo y cubrirse por completo. ¡Es el mundo al revés!". Túnez ha declarado una guerra sin piedad a los islamistas.

Marruecos ha querido jugar la carta de la tradición y la modernidad al mismo tiempo. El panorama es mixto; resulta imposible afirmar, como ha hecho hace poco un periodista estadounidense, que "Marruecos se islamiza" (Olivier Guitta, en un artículo aparecido en el Weekly Standard el 2 de octubre del 2006) porque observó a muchas marroquíes cubiertas. El caso es que el fanatismo ya no necesita esconderse detrás de una barba o un velo. El terrorismo ha renunciado a aparecer con signos externos.

Con ayuda de la secretaria (portadora de velo) de un amigo médico, he hecho una lista de las diferentes razones que hacen que en este momento las marroquíes se cubran:

- Por convicción religiosa (la religión está llenando el vacío cultural del país).

- Por moda (hay velos que apuestan por la elegancia e incluso por una suerte de erotismo discreto).

- Por precaución cuando se va a una entrevista laboral o a un examen, se quiere demostrar que se es seria. - Para librarse de los ligones que piensan que todas las mujeres pueden ser unas putas.

- Para obedecer a los padres.

- Para afirmar una identidad diferente frente a las europeas. - Por miedo al cotilleo de los vecinos, etcétera.

Por velo debemos entender un pañuelo que cubre el cabello y no el rostro (las cristianas se cubren la cabeza cuando van a la iglesia). Las mujeres tapadas de arriba abajo con una burka negra, las llamadas fantomas,son extremadamente raras.

Cierto islamismo ha penetrado en Marruecos a causa de los emigrantes de Bélgica y Holanda. Por miedo a perder a sus hijas, los padres las hicieron cubrirse; y de este modo fue posible ver, en los años ochenta, a familias enteras bañándose en la playa, los hombres con bañador, y las mujeres vestidas por completo. Lejos de todos ellos la idea de que un vestido que se ciñe a la piel perfila de un modo claramente erótico las formas femeninas.

La sociedad marroquí nunca ha sido permisiva.

Siempre ha procurado mantener las apariencias. Aunque hay que añadir que no tenemos el crimen de honor, como existe en Jordania, Libia o ciertas regiones de Turquía. En Marruecos no se mata a la hermana por frecuentar a un extraño. Se enfada uno, la obliga a cubrirse, pero no la mata.

Lo que ocurre en este momento en Marruecos pertenece al ámbito de la confirmación de la identidad. El fracaso de las ideologías políticas de izquierda, la miseria cultural creadora de vacío, la degradación de la autoridad paterna y de ciertos valores hacen que las jóvenes prefieran el velo, lo cual les procura cierta paz e incluso cierto bienestar. Es casi imposible plantear en este momento el tema de la laicidad en la escena pública marroquí. Los creyentes perciben la separación del islam y el Estado como una agresión contra sus convicciones, como una traición a los orígenes. En estos momentos, las televisiones por satélite del Golfo vierten toneladas de comentarios religiosos hechos por hombres con barba o mujeres con velo, y a fuerza de repetir que "nuestra identidad está en el islam" ya nadie se atreve a afirmar otra cosa. El caso es que lo ideal para una familia marroquí en el mes de Ramadán es ir a pasarlo a La Meca y Medina. Ese viaje se llama omra (peregrinación menor). Decenas de miles de parejas han viajado este año a Arabia Saudí para ayunar ahí, una forma de estar en paz consigo mismo y combatir todas las ansiedades del mundo, un remedio mucho más eficaz que cualquier ansiolítico. No deja de ser una cuestión de libertad. Es de esperar que esa libertad no sea de sentido único y que se tolere a quienes hacen otras elecciones en la vida.

La aparición cada vez más frecuente del velo quiere decir que, por el momento, son los creyentes quienes están formando el paisaje dominante.

Tahar Ben Jelloum, escritor, premio Goncourt 1987. Traducción: Juan Gabriel López Guix.