Más allá de la solución de dos estados

Mientras el caos en Medio Oriente empeora, parece que la suerte de los palestinos ha quedado en segundo plano para la diplomacia. De hecho, desde que en 2014 Israel lanzó la operación Escudo Protector en Gaza, la solución de dos estados está en terapia intensiva, a pesar de los heroicos esfuerzos por revivirla del secretario de Estado de los Estados Unidos John Kerry. Muchos en la región y en otras partes creen que ya está muerta.

Pero eso supone un nuevo problema. Si los palestinos no tendrán un estado propio, tarde o temprano muchos empezarán a exigir el derecho a votar en las elecciones israelíes. Será una ardua lucha. Israel apoyó tanto tiempo la idea de los dos estados, en parte, para sacar de discusión la cuestión del voto palestino.

¿Cómo lograr un nuevo orden más inclusivo y legítimo? Algunos elementos de una salida constructiva están ocultos a la vista de todos.

Poco después de la firma del tratado de paz de 1994 entre Israel y Jordania, quien era ministro de asuntos exteriores de Israel, Shimon Peres, propuso consolidar el acuerdo mediante una zona económica conjunta en la frontera. La idea se convirtió en el Jordan Gateway Industrial Park (JGIP), una zona económica especial (ZEE) de 140 hectáreas sobre las márgenes israelí y jordana del río Jordán, cerca de Haifa.

Promovido por el empresario israelí Shlomi Fogel, el JGIP ha crecido considerablemente en tiempos recientes. El gobierno de Israel aportó 34 millones de dólares en 2013. Jordania, que dirige la mayor parte del proyecto desde 2001, brinda apoyo fiscal permanente. Igual que en otras ZEE del resto del mundo, las industrias radicadas en el parque están exentas de impuestos y aranceles, y disfrutan otros beneficios económicos.

Este modelo se debería ampliar con la creación de zonas políticas especiales (ZPE) que ayuden a limar las diferencias entre israelíes y palestinos; podrían situarse a lo largo de las fronteras que separan a Israel de Cisjordania y Gaza, y deberían estar más integradas que el JGIP, que depende de mano de obra externa.

Los residentes de las ZPE serían el microcosmos de un nuevo orden. Podrían radicarse empresas de propiedad israelí, palestina o conjunta, con trabajadores venidos de ambos lados de la frontera. Pero todos deberían vivir en la ZPE, donde recibirían participación en la propiedad y responsabilidades administrativas que aumentarían en proporción a la antigüedad.

Las ZPE deberían tener una alta autonomía política respecto del gobierno israelí y la Autoridad Palestina. La infraestructura residencial (escuelas, servicios municipales, instalaciones médicas, etc.) estaría dentro de las zonas, para que sean básicamente autosuficientes. La administración diaria se dejaría a los residentes, que tendrían un interés económico en el éxito de la ZPE, además de incentivos para mantener comunidades binacionales integradas.

Un modelo interesante es Co-Op City, el mayor complejo residencial en Estados Unidos. Co-Op City es administrado por una corporación comunitaria, y tiene escuelas, tiendas y seguridad privada. Estos emprendimientos, conocidos como “desarrollos de interés común” (en inglés, CID) son cada vez más frecuentes en Estados Unidos, y derivan parte de su atractivo de la posibilidad de involucrarse más en la comunidad. En Medio Oriente, esquemas similares podrían fomentar nuevas formas de cooperación interétnica.

Una cuestión importante sería la seguridad. Al principio, en los perímetros de las ZPE habría puestos de control como los que hay ahora para cruzar a Cisjordania y Gaza. Pero en este caso, la gente no tendría necesidad de entrar y salir todos los días (el problema recurrente de las ZEE de frontera). El mantenimiento del orden interno estaría a cargo de fuerzas autónomas, similares a las empleadas en los CID y en campus universitarios (a diferencia del JGIP, donde Israel y Jordania mantienen control de sus esferas respectivas a cada lado del Jordán).

Las ZPE deberían situarse cerca de centros de transporte de ambos lados de la frontera, pero lejos de santuarios religiosos, asentamientos e instalaciones militares de importancia estratégica. Algunos sitios posibles incluyen el antiguo proyecto de parque industrial Khaddourie entre Tulkarem en Cisjordania y Herzliya, y la Zona Industrial Karni a las afueras de Ciudad de Gaza.

Para implementar esta idea no hace falta convencer al electorado ni a los extremistas. Tampoco reubicar a nadie por la fuerza. Las ZPE atraerían por sí solas a personas deseosas de hallar alternativas constructivas al estancamiento político predominante y a la deriva inexorable hacia un apartheid israelí al que llevan las fuerzas de la demografía.

Quienes se muden a las ZPE se esforzarán para que funcionen. Si las primeras ZPE tienen éxito, habrá presión para crear otras. De hecho, en algún momento la idea se podría trasladar de las fronteras al interior de los territorios ocupados y a Israel mismo, incluidas ciudades como Ramallah y Tel Aviv.

Las comunidades creadas por los residentes serán determinantes del éxito, pero la ayuda externa también será útil. Igual que el JGIP, las ZPE ofrecerían oportunidades a inversores de la región y del mundo para contribuir a la paz y obtener beneficios de ella. Recibirían exenciones impositivas locales y tal vez apoyo de sus propios gobiernos.

Estados Unidos podría liderar la iniciativa, como hizo con las ZEE en Egipto y Jordania. Gobiernos y filántropos podrían aportar subvenciones iniciales. Igual que con el JGIP, el objetivo sería crear un modelo que otros quieran imitar.

Ya hay importantes actores listos para invertir en las ZPE. Fogel pertenece a Breaking the Impasse (BTI), un grupo de destacados dirigentes empresariales palestinos e israelíes comprometidos con la promoción de la paz. Fundado por el magnate palestino Munib al-Masri y el tecnomillonario israelí Yossi Vardi en julio de 2012, BTI tiene unos 300 miembros, cuyas empresas suponen al menos un 30% del PIB israelí y palestino. Es decir, tienen influencia y recursos para alentar la creación de una primera ronda de ZPE.

Las primeras ZPE deben demostrar que el matrimonio de la economía y la política puede inducir oportunidades de colaboración que no serían posibles de otro modo. El gobierno de Israel y la Autoridad Palestina deben actuar como facilitadores, pero serán ante todo pasajeros en un barco piloteado por emprendedores, amigos externos de la paz regional y, lo más importante, cada uno de los palestinos e israelíes que invertirán su esfuerzo para convertirse en un nuevo tipo de pioneros para la paz. Si las ZPE tienen éxito, el final de la solución de dos estados puede terminar siendo una bendición inesperada.

Ian Shapiro is Professor of Political Science at Yale University and the author of Containment: Rebuilding a Strategy Against Global Terror.
Nicholas Strong is a student and research assistant at Yale University.
Traducción: Esteban Flamini

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