Más circunstancia que pompa

Un famoso cirujano abrió una vez el cerebro de un hombre y, con gran sorpresa, encontró en él una corona, la Biblia, una taza de té, el carnet de un club, un impermeable, una botella de whisky, un caballo, una adolescente con medias negras y un ejemplar de The Times, ante lo cual se apresuró a cerrarlo de nuevo, pues se dio cuenta de que había descubierto el contenido de un inglés. Esta caricatura hace tiempo que se perdió envuelta en la niebla y fue reemplazada por un pueblo muy consciente de que lo que mueve la política moderna es el dinero. Tanto es así, que el primer ministro británico se ha visto en un serio trance por culpa de un impuesto especial de 10 peniques (12 céntimos de euro) que se ha apresurado a abolir para disipar la imagen de que no apoyaba las economías familiares más necesitadas.

Gordon Brown ha puesto en juego su prestigio personal en el congreso del Partido Laborista clausurado en Manchester y que, aparentemente, le proporciona un balón de oxígeno para afrontar la doble crisis, económica y política que sufre el país y su partido en particular. "Todos sabéis que siempre he estado en favor del aprendizaje --dijo ante los asambleístas--, pero dejadme deciros también que no es momento para los novatos". Un mensaje dirigido, principalmente, a la bisoñez política de su oponente del Partido Conservador, David Cameron, y a la del ministro del Foreign Office, David Miliband, quien, con 43 años, mantiene serias aspiraciones de convertirse en el futuro líder laborista. Pero no es el único exponente rebelde en las poco prietas filas del partido y en el propio Gobierno, que deberá reestructurar a finales de la próxima semana. La ministra de Trabajo, Ruth Kelly, ya ha anunciado su dimisión aduciendo motivos familiares, pero su incomodidad era manifiesta. Falta saber el alcance de los cambios que introducirá el premier para poder llegar sin muchos sobresaltos a las elecciones de mayo del 2010.

No puede pasar por alto que la cuestión de quién manda en el partido vuelve a surgir con fuerza. A los más díscolos les lanzó esta admonición: "Debemos entender que todos los ataques, todos los sondeos, todos los titulares de prensa y todas las críticas merecen la pena si, en esta tarea, consigo mejorar la vida de un niño, de una familia, de una comunidad. Porque este trabajo no me concierne exclusivamente a mí, sino a todos vosotros".

Brown desgranó en su conferencia una serie de promesas orientadas a dar estabilidad al país en un mundo dominado por serias turbulencias. Programas para los primeros años de educación, fin de la pobreza severa, aumento de las pensiones, aplicación de la era digital a millones de familias, chequeos gratuitos para los mayores de 40 años, ade- más de otras acciones encaminadas a combatir el crimen y el terrorismo, y ampliar los controles sobre inmigración según el sistema australiano, donde el dominio del inglés primará sobre otros requisitos... Pero, a no ser que ponga en juego las artes mágicas de Houdini, nadie acierta a vaticinar dónde obtendrá estos fondos extraordinarios, pues los presupuestos generales no están para muchas bromas, y mucho menos para tolerar pellizcos. No tendrá más recurso que pedir más sacrificios al país, bastante vapuleado por la crisis y el paro, con la peculiar divisa de Brown y primera regla de los estoicos: nada de gimoteos.

Su intervención manchesteriana duró una hora, en la que los apartados del discurso estaban perfectamente medidos. Sin aludir directamente a su predecesor, Tony Blair, y su perpetua e insultante sonrisa, aclaró que él, Gordon Brown, es como es, sin maquillajes y sin la menor capacidad de sobreactuar ante unas cámaras. "Si la gente dice de mí que soy excesivamente serio, con toda honestidad debo responder que hay un montón de motivos para la seriedad. Soy serio porque hago un trabajo serio para todas las gentes de este país", precisó. Y también lanzó un mensaje a los tabloides y a las televisiones para que no se hagan ilusiones con su familia: "Mis hijos no son un trampolín para nadie, son ciudadanos y forman parte de la gente común". Su esposa, Sarah, sí estuvo en la asamblea, donde se pasó un vídeo de apoyo enviado por el candidato demócrata estadounidense, Barack Obama, que resultó bastante controvertido. "La única diferencia entre los ingleses y los americanos es que los dos hablamos la misma lengua", una definición de Bernard Shaw que recordó un viejo militante de la línea dura laborista, caracterizada por sus duros ataques a Blair sobre la intervención en Irak.

En el paraíso del individualismo, de la excentricidad, de la herejía, de las anomalías, de las aficiones y el humor, Gordon Brown tiene su principal problema en casa, no en el rompecabezas del establishment inglés. Los votantes no respetan al Gobierno y tampoco confían en la oposición, una situación que puede beneficiarle a corto plazo, pese a los lúgubres sondeos. Una vez más, en suma, Brown intentará reducir su estrategia a las tres tes, como hiciera durante el decenio en que fue ministro de Economía: Trust the Treasury (Confía en el Tesoro), a lo que los mercados solían contestar con las tres doble uves: Why? We Won't (¿Por qué? Ni hablar). La situación ha empeorado sensiblemente desde entonces como para esperar respuestas más positivas.

Roger Jiménez, periodista.