Se acaban de publicar los datos del último registro de la lista de espera quirúrgica conocida a 31 de diciembre del año 2021.
El dato no puede ser más desalentador. Tenemos 706.740 pacientes en la denominada lista de espera quirúrgica. Es decir, en situación de ser intervenidos quirúrgicamente y cuya espera es atribuible a la organización y a los recursos disponibles.
La realidad es que el dato, aún siendo el peor registro de los veinte años en los que de forma semestral se controla este indicador, no es especialmente peor de lo que estamos acostumbrados. Así, por ejemplo, en los últimos tres años en ningún momento se ha bajado de los 650.000 pacientes en lista de espera quirúrgica.
A efectos de que los lectores puedan entender cómo funciona el sistema de listas de espera en el Sistema Nacional de Salud, habría que partir del hecho de que nuestro país, encajado en lo que se podría denominar un modelo sanitario Beveridge (con algunas particularidades), se caracteriza por estar financiado por impuestos. La organización del sistema sanitario se basa en las llamadas zonas básicas de Salud, con un centro de atención primaria por cada 5.000-25.000 habitantes.
Los centros de Salud tienen hospitales de referencia para la atención sanitaria especializada, como mínimo, cada 200.000 habitantes. Tanto los centros de Salud como los centros hospitalarios se organizan en las denominadas Áreas de Salud.
Esta organización, a través de las zonas básicas de Salud, hace que la atención sanitaria se planifique según la distribución territorial y hace imprescindible que, para poder llegar a recibir una atención programada especializada, haya que pasar primero por la atención primaria.
Lo que hace especialmente grave el dato de los 706.000 pacientes pendientes en la lista de espera quirúrgica no es el número en sí mismo. Ni el hecho de que un 20% de los pacientes tengan esperas de más de seis meses, puesto que en otras ocasiones este porcentaje ha sido superior.
Lo grave es que hay una distensión en los tiempos que empiezan porque la Covid, el incremento de actividad que ha producido sobre una atención primaria maltrecha y totalmente desmotivada, ha desestabilizado totalmente el frágil equilibrio que existía. Y que permitía, con más o menos celeridad, que se entrara en el circuito del sistema porque el médico de cabecera podía recibirte en poco tiempo.
A partir de ahí, si requerías una consulta con el especialista, ya dentro del circuito del sistema, se abría la primera lista de espera estructural (la de la consulta con el especialista). Que en esta ocasión, a diciembre del 2021, se situaba en 89 días. Casi tres meses.
Una vez visto el especialista, para poder diagnosticar y hacer una indicación terapéutica, obviamente, hay que hacer pruebas diagnósticas. Estas pueden ser desde simples análisis a pruebas de imagen. U otras más intervencionistas, para las cuales no hay posibilidad, por su amplia variedad, de poder controlar los tiempos de acceso. En este caso podemos estar hablando de meses.
Y ya con el diagnostico completo, el especialista hace una indicación terapéutica y te mete en la lista de espera quirúrgica. Y aquí empieza a contar el tiempo en el que a diciembre del 2021 se encontraban 706.740 españolitos, que van a esperar una media de 123 días hasta que les puedan operar.
Es decir, actualmente, entre que te recibe un especialista, te hacen las pruebas diagnosticas correspondientes y te operan, yendo las cosas bien, pueden pasar un mínimo de doce meses.
En mi quehacer en HM Hospitales me encuentro diariamente con gente angustiada que me llama porque le hemos dado fecha para una prueba con 2 ó 3 semanas de retraso, a ver si se la puedo adelantar. Para mí, la posibilidad de ayudar a quitar esa angustia es de las mayores satisfacciones que me puede otorgar este trabajo.
No puedo imaginar la frustración y el miedo de la gente que tiene que enfrentarse a meses de listas de espera para poder llegar a un diagnóstico. Si a eso le sumamos que ahora el médico de cabecera puede tardar en darte acceso al sistema varias semanas, el sentimiento de desesperación debe ser aterrador.
Por eso la gente que puede permitírselo, como solución al problema del acceso (no para tener un trato personalizado o ahorrarse la lista de espera), opta por hacerse seguros low cost que le permita al menos una consulta con un especialista y alguna prueba básica para, al menos, poder saber si el proceso que tiene es grave o si requiere una atención urgente.
Y si es así y no pueden continuar en el sector privado, se van a las urgencias de los hospitales directamente para, en la medida en que puedan, intentar acelerar las cosas saltándose todos los pasos.
Este ciclo de despropósitos es estremecedor. Y me genera un importante sentimiento de tristeza por todos aquellos que, simplemente, no pueden elegir ni el seguro de bajo coste.
Tenemos la obligación de solucionar el acceso a los servicios básicos de Salud en tiempos razonables para que la gente no tenga que acudir al sector privado y luego intente, como puede, saltarse la cola.
La Covid no se va a ir y el deterioro sobre el resto de patologías, si no le ponemos solución, incrementando la financiación y los recursos profesionales, motivándolos para que trabajen por resultados, incrementando la coordinación entre las diferentes áreas y contando con todos los recursos públicos y privados, hará que el sistema público quede como una entidad de pura beneficencia.
Juan Abarca Cidón es presidente de HM Hospitales y de la Fundación IDIS.