La unanimidad cada vez es más amplia. El pacto fiscal es el camino. Lo que toca. Por justicia y por necesidad. Y su debate es inaplazable. En Catalunya se da una clara conciencia porque la crisis ha evidenciado con toda su crudeza el desequilibrio entre lo que cualquier catalán aporta al Estado y lo que después recibe. El sobreesfuerzo que Catalunya debe hacer en nombre de la solidaridad interterritorial es un lastre para las finanzas del país que obliga al Govern a hacer amplios ajustes para mantener el Estado del bienestar y a la vez cumplir con el techo de déficit que se le impone desde la Administración central.
En suma, una situación de asfixia insostenible como Administración y como país que nos obliga a hacer una reflexión que nadie puede eludir: si bien en los últimos 30 años hemos conseguido las mayores cotas de autogobierno que nunca hayamos tenido, a la hora de resolver la financiación, el Estado no nos ha respondido y nos hemos atascado en un modelo que nos hace más dependientes. Tenemos una asfixia financiera y, por lo tanto, es necesario un cambio de modelo. Quizá por eso se puede decir que, a pesar del autogobierno, somos más dependientes que nunca.
Y este cambio pasa por el pacto fiscal, por acabar con el inviable déficit fiscal, que supera el 8% del PIB catalán. Me atrevo a decir que en Catalunya, en el diagnóstico, estamos todos de acuerdo. Tanto en la calle, donde ya hay una mayoría social, como en el ámbito político, donde buena parte de las fuerzas parlamentarias también caminan en este sentido. Sin embargo, aún falta concretar una mayoría política más amplia, y eso quiere decir sumar al partido socialista y, ¿por qué no? al Partido Popular, a la propuesta de un pacto fiscal que, para nosotros, debe pasar porque la Generalitat recaude, gestione y liquide todos los impuestos generados en Catalunya. El modelo que defendemos tiene grandes similitudes con el que rige en el País Vasco y Navarra, que apoyan populares y socialistas. Por eso nos cuesta entender que los mismos partidos que se posicionan a favor y defienden el concierto vasco y el convenio navarro puedan negarlo a los catalanes.
En las últimas semanas, el propio PSC ha movido ficha con su propuesta de financiación, y su primer secretario, Pere Navarro, hacía en las páginas de este diario un diagnóstico con el que coincidimos: las principales causas del déficit público de la Administración son la crisis y la disminución de los ingresos que esta ha comportado y, por lo tanto, es necesario recuperar un cierto nivel de ingresos y no solo ajustar los gastos para disminuir el déficit y salir de la recesión. Y también afirmaba, y estamos de acuerdo, que hay que hacer entender que la solidaridad no puede ser infinita; debe tener un límite en el tiempo y en la cantidad. Y también, añadía con acierto, hay que reducir muy significativamente el gran déficit estructural que Catalunya tiene con el Estado.
Lo que nos sorprende y desconcierta es que ahora los mismos socialistas que daban por buenos los cálculos de déficit del conseller Mas-Colell -que sigue el mismo método que el empleado en su día por el exconseller Antoni Castells- se desdigan y aseguren que el déficit fiscal de Catalunya podría ser inexistente.
Nosotros seguimos trabajando con la filosofía del déficit estructural que días atrás defendía Pere Navarro y que es la que tanto desde CiU como desde el Govern de Artur Mas se defiende desde el inicio de la legislatura. De hecho, los presupuestos catalanes del 2012 así lo reflejan: dentro del escaso margen que permite la complicada situación económica, se han incorporado nuevas figuras impositivas -como el copago en las farmacias o la tasa turística-, para no incidir solo en el gasto. Pero esto no es suficiente. El problema de fondo es el desequilibrio en los ingresos que percibe la Generalitat del Estado.
Con la mayoría social y política en Catalunya, ya solo será necesario que España nos responda. Pronto. Porque aquí y hoy solo hay una única agenda. Una agenda en la que conviven el pacto fiscal, el paro y la recuperación económica. Si hay consenso en que la recuperación y la lucha contra el paro son prioritarias, estaremos de acuerdo en que un pacto fiscal que nos dote de recursos también lo es.
El triste espectáculo de la semana pasada del Consejo de Política Fiscal y Financiera, con un Gobierno del Estado exigiendo a las comunidades autónomas unos estrictos objetivos de déficit que no se aplica a sí mismo y atornillándolas sin tener en cuenta a aquellos territorios que ya hace meses que están aplicando políticas de estricta austeridad para enderezar sus finanzas nos reafirma en nuestro objetivo.
Catalunya necesita una independencia financiera que, a través de un aumento sustancial de sus ingresos, le permita controlar su déficit y a la vez crear riqueza y empleo. Un modelo que rompa la excesiva dependencia de la Administración estatal que hoy nos asfixia y nos hace inviables como país. Y el camino para llegar a eso es, sin duda, el pacto fiscal.
Por Oriol Pujol Ferrusola, Secretario general adjunto de CDC.