Más música, por favor

Si nuestro sistema educativo necesita una revisión y una reforma radical, lo que corresponde a las enseñanzas artísticas, en especial la música, no tiene nombre. Los contenidos que se imparten en las etapas obligatorias distan mucho de servir para algo; cuando no frustran a docentes y alumnos soplando la flauta dulce. Y los estudios específicos, tampoco cuentan con unas estructuras docentes y modelos de gestión que sirvan. De hecho, el diseño del sistema está obsoleto, es ineficiente y contradictorio en sí mismo. Justo lo opuesto de lo que debería ser. Basta un ejemplo: los conservatorios superiores imparten grados y másteres, pero se gestionan desde un modelo de enseñanzas medias. Están supervisados por el mismo cuerpo de inspectores que los institutos y su marco regulador es el de la enseñanza secundaria, aunque se expiden títulos de rango universitario. Ningún gobierno, ningún político hasta la fecha se ha tomado en serio este asunto. Lo cual es una verdadera lástima.

Se puede vivir sin música y sin saber nada de nada de cómo se compone, se interpreta o se estudia. Pero cuando se descubre el mundo de la música, de su aprendizaje, interpretación y creación es algo que transforma al individuo y a la sociedad. John Eliot Gardiner, en su obra 'La música en el castillo del cielo', citando a su profesora Imogen Holst, dice: «La música es algo indispensable, una parte de la vida sin la cual no se puede vivir». Y tiene efectos probados en la salud y en la sociedad, como explica Tores Theorell, entre otros. ¿Se puede cambiar el sistema? ¿Hay alternativas?

La respuesta es sí, se puede cambiar y hay alternativas. Además, en Aragón, en Zaragoza hemos tenido un ejemplo. El modelo y las ideas de Pedro Purroy durante sus años en la dirección del Conservatorio Superior de Música de Aragón (CSMA) nos mostraron en la práctica lo que se puede conseguir. Para quien no lo conozca, el CSMA se situó a partir del año 2009 entre los tres mejores conservatorios de España -junto a Musikene en San Sebastián y a la Esmuc en Barcelona- y entró en la élite europea de la mano de la Filarmónica de Berlín y de universidades como la de Friburgo, entre otras instituciones. Esos hechos, los conciertos, el prestigio de profesores propios e invitados y los éxitos de los alumnos han sido muestra de un trabajo bien realizado que se comenzó a gestar en el 2001. Entonces Purroy asumió el reto de la dirección del centro. Partiendo de los escasos y limitados recursos, apostó por un camino y un modo de hacer singular y heterodoxo, pero de contrastado valor, éxito y excelencia. Sumó a su equipo a músicos excepcionales de reconocido prestigio internacional, como Rolando Prusak, Sergio Castro, Nicolás Chumachenco, Franco Petracci, Lucas Macías, Hervé Joulain, Steffano Canuti, Wenzel Fuchs, y fue creando un modo distinto de hacer las cosas. Algo que contó con el apoyo político de los responsables de Educación, que le dejaron hacer. Por cierto, de lo poco que hicieron bien los socialistas, pero que no terminaron de acompañar con el desarrollo administrativo correspondiente. Crearon los mimbres para llevarlo a cabo, pero algunas piedras en el camino -y personas- impidieron resolver el gran problema: igual que un cesto no sirve para acarrear agua, la creatividad necesaria para la enseñanza de la música no encaja con el modelo administrativo actual.

Purroy mostró cómo resolverlo y propuso vías que no requieren de más dinero ni de más recursos, sino de una gestión más inteligente y de decisiones políticas que nadie ha sido capaz de aplicar. Purroy y su equipo apostaron, rompieron moldes, límites y consiguieron los éxitos que colocaron al CSMA en la élite. Tanto es así que las y los mejores estudiantes se disputaban las plazas ofertadas por el centro, uno de los indicadores más claros para medir el prestigio. ¿Qué pasó entonces?

Cuando entró el PP, la combinación de burócratas y políticos sin altura hizo que en vez de acompañar el proceso y buscar soluciones, la instrucción fuera 'poner orden', aplicando la legislación vigente. El tiempo nos ha mostrado que lo que se buscó fue hacer daño y destrozar lo que se había conseguido. Se pudieron cometer errores, pero talar el árbol porque estaba torcido cuando estaba dando frutos era una excusa de mal político. Se cruzaron envidias explícitas y soterradas que acabaron con lo que se llamó escuela de niños, con la docencia de grandes intérpretes que no tenían el certificado correspondiente u otras y más tristes cuestiones que están ligadas a la animadversión, a las trampas y a la búsqueda del interés personal por encima de cualquier otra cuestión. Entristecedor. Aquí preferimos el fútbol... Si estuvimos en la cumbre, podemos volver, cambiar el sistema y hacer una mejor sociedad. Más música, por favor.

Chaime Marcuello Servós es profesor de la Universidad de Zaragoza

3 comentarios


  1. Ya era hora que alguien sensato escribiera con sensatez sobre este gran escándalo del CSM. Lo he vivido en directo y la manipulación, envidia y traición con mayúsculas que han hecho con los profesores Purroy y Prusak no es fácil de explicar con palabras.
    Otra oportunidad perdida para Aragón, esta vez sin vuelta atrás, y otra victoria repugnante de los mediocres, sectarios y ambiciosos sin límite ni medida.
    Mi reconocimiento como melómano a Pedro, a Rolando, a su trabajo y ejemplo y mi reconocimiento al profesor Marcuello por su recuerdo a este lamentable capítulo de la música de Aragón.

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  2. Gracias por la información de lo ocurrido con el proyecto P. Purroy.
    En educación secundaria ocurrió lo mismo. La ley de mejora de la educación, de Pilar del Castillo, gestionada consecutivamente por Aguirre y Rajoy, vino a traer de los años 60, listados de conceptos sin más frente a criterios pedagógicos.

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