Matar al mensajero

Matar al mensajero era una vieja manera que tenían los reyes de librarse de su frustración por una derrota o un fracaso político. ¿Pero qué ocurre si el mensajero ya no hace falta y la prensa en su sentido tradicional es una reliquia del pasado? Ésa es ahora mismo la situación que se da con el IS. Cuando Osama bin Laden quería enviar un mensaje convocaba a un periodista occidental o a una televisión, y antes del 11 de septiembre incluso daba conferencias de prensa. Su disponibilidad para los medios era una presencia física. La gente creía lo que decía porque lo decía delante de periodistas con credibilidad.

Cuando Abu Bakr al Baghdadi, el líder del IS, quiere enviar un mensaje, lo hace a través de un montón de redes sociales, de forma que a las autoridades de todo el mundo les resulte imposible eliminar ese mensaje. Las redes sociales son la nueva forma de comunicarse tanto para los hombres de negocios como para los terroristas, y no hay necesidad de mostrar tu presencia física para convencer a la audiencia de que eres real. El mensaje se basta por sí mismo. Baghdadi ha llevado mucho más allá el arte de matar al mensajero. Para él, los periodistas (los mensajeros hacia el mundo exterior) ahora son únicamente intrusos a quienes se debe encarcelar, torturar, eliminar o utilizarlos como piezas del ajedrez político para lanzar amenazas a Estados Unidos o Gran Bretaña.

Matar al mensajeroPor tanto, la trágica decapitación de los periodistas estadounidenses James Foley y Steven Sotloff es parte del repulsivo nuevo juego político que ya intentó brevemente Al Qaeda en 2001 cuando cortó la cabeza de Daniel Pearl pero que ahora el IS aplica de forma sistemática. Matar a periodistas ha sido el mensaje del que se ha servido el IS para que los gobiernos occidentales tomen nota.

De aquí en adelante, a ningún periodista se le permitirá ver la cara a Baghdadi, ni visitar sus campamentos, ni comprobar cómo gobierna su nuevo Estado califal. No tendremos noticias, información ni comprensión cabal con las cuales podamos convencer a los potenciales jóvenes reclutas del terrorífico país que está creando el IS. Será el propio Baghdadi, a través de las redes sociales, quien dominará las noticias cuando quiera hacerlo. Nosotros, los periodistas, ya no podremos hacerlo. No habrá exclusivas sobre el IS y tendremos muy poca información real. Pensemos que todavía no sabemos a ciencia cierta quién está dirigiendo sus centros de mando político y militar.

Cuando pienso en los años posteriores a 1993, en los que anduve con los talibán en Afganistán (ellos eran el horror de aquella época), conociendo su forma de pensar, de gobernar y de tratar a la gente; lo que pensaban en materia geopolítica, su estrategia y sus tácticas militares; e informando a otros a través de mis libros de lo que había descubierto, me parece que se trataba de una era diferente.

Los talibán se portaban bien, eran educados, no eran muy comunicativos pero no te torturaban ni te colgaban cabeza abajo, y te permitían (con muchas restricciones y sin permitir que les hicieras fotos) escribir sobre lo que veías. Ahora sé que ningún periodista objetivo podrá hacer lo mismo con el IS. Nunca conoceremos de verdad su historia interna ni los niveles de apoyo con los que cuenta, salvo por informaciones de segunda mano.

La ironía es que el IS ha copiado buena parte de la estrategia y las tácticas militares de los talibán, lo que me lleva a la convicción de que debe de haber talibán afganos o paquistaníes trabajando en el brazo militar del Estado Islámico. Tácticas como los atentados con vehículos, golpear simultáneamente múltiples objetivos, pasar de la derrota en un frente a la victoria en otro, los atentados suicidas y los ataques frontales están sacadas del manual talibán de los años 90.

Los extremistas islámicos están utilizando la última tecnología, una brillante campaña de manipulación, el terror y las decapitaciones para asegurarse de que ningún periodista en el futuro tenga agallas suficientes para siquiera aproximarse a un campamento del IS. Lo que más temo de todo ahora es que los partidarios del IS en todo el mundo y desde luego en Oriente Próximo, van a secuestrar periodistas y a llevarlos ante Baghdadi para que éste los ejecute cuando tenga necesidad de enviar otro mensaje a alguien. En las prisiones de Baghdadi se van a amontonar los periodistas y los cooperantes, que serán utilizados como piezas en el tablero. Y el verdadero peligro es que ya nadie puede protegernos.

Ahmed Rashid, es periodista y escritor.

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