Matar el diecinueve

El año empezó en una playa del sur, donde nadie parecía haber deshojado la noche cuando por la mañana salí a correr como si aquello fuera a redimirme. Estuve sola tumbada en la arena al terminar, y me hice un par de fotos sofocada bajo mi forro polar que envié a algunos amigos que no se habían acostado todavía. Feliz 2019, debí de decirles. El 2018 había sido un huracán y ahora solo quedaba comenzar de nuevo.

El 1 de enero de 1919, Rosa Luxemburgo, Liebknecht y Pieck fundaron el Partido Comunista alemán. Pocos días después se fundaría el Partido Alemán de los Trabajadores, al que más tarde perteneció Hitler. Antes de que acabara el mes, Luxemburgo y Liebknecht serían aniquilados por el Gobierno. En febrero, en Barcelona se declara una huelga general a raíz de La Canadiense. En marzo, en Milán, Mussolini funda un partido fascista que luego sería el partido fascista, y los rusos, el Komitern. En abril, 160.000 mujeres firman una petición en Bélgica por el sufragio universal. También en abril, en Amritsar, India, fuerzas británicas perpetran una masacre que se cobra 1.800 muertos y miles de heridos. Zapata muere en México. En mayo se confirma la Teoría de la Relatividad y en junio finaliza el primer vuelo trasatlántico. En julio, en Chicago, comienzan los disturbios raciales, en los que ciudadanos de piel blanca asesinarán a 38 afroestadounidenses. En septiembre, en la matanza de Elaine, cayeron casi 200. En octubre, el rey Alfonso XIII inaugura la primera línea de Metro de Madrid. En noviembre, el Tratado de Versalles no obtiene el voto de ratificación de Estados Unidos. No hemos cambiado tanto y sin embargo somos enteramente otras personas.

Recuerdo que el primer día de enero que pisé Madrid mi casero me invitó a un vino en la plaza más bonita de la ciudad para decirme que debía irme de su casa, la enésima casa en la que había construido mi hogar. Recuerdo que se acabó para siempre lo que había tenido durante 20 años: la seguridad de una vivienda de alquiler, de un techo digno que pudiera pagar. Ya hacía unos días que Bolsonaro y Trump se habían aliado para acabar con el planeta, y al poco tiempo el Gobierno español decidía que los menores inmigrantes debían ser repatriados porque estarían mucho mejor con sus familias. En Andalucía, nada más estrenado el final de la década, el imperio socialista perdió la Junta por primera vez en 36 años. En Madrid, frente a Sánchez, se levantaron en la plaza de Colón las manos de Rivera, Casado y Abascal. Se conquistó la cara oculta de la Luna e Iglesias y Errejón dejaron de ser amigos para ser quién sabe qué. Trump decidió que Venezuela sería salvada por Guaidó mientras Pedro Sánchez nos arrojó a unas elecciones interminables. No hemos cambiado tanto y sin embargo ahora sabemos lo que es el rostro de un agujero negro y también cómo arde Notre Dame. En las aguas siguen flotando nuestros muertos, esos que nadie quiere enterrar. Hong Kong entero se aprieta en la calle. El tratado para la eliminación de misiles nucleares, firmado en medio de la Guerra Fría, se queda sin Estados Unidos y en el verano se incendia el pulmón de la Tierra. No hemos cambiado tanto y quizá por eso violaciones en grupo, más de 100 asesinadas al año en nuestro país, y quizá por eso. No hemos cambiado tanto y sin embargo la revolución feminista se tiñe de negro por ellas. Carmena cayó en picado como otras tantas ilusiones desmedidas. El planeta se está secando y también se inunda. No hemos cambiado tanto y sin embargo somos enteramente otras personas. A punto de extinguirnos, seguimos en combate: campos de refugiados, exterminios y niños perdidos. Somos niños perdidos y somos campos de refugiados aun desde el privilegio, construimos con empeño la propia tortura y por supuesto la ajena: cambia la mancha de las ciudades en inhóspito destierro y cambia nuestra forma de relacionarnos como especie. A punto de los años veinte, tememos la vanguardia; ya no hay inocencia en la destrucción de los dioses.

La década se acaba sin aplauso. En mi casa nueva, un radiador pierde agua, pero la luz que rompe las ventanas es brillante como si nada estuviera pasando. Se nos ha muerto el año, lo matamos por fin. Los que seguimos vivos, por ahora, queremos estar vivos todavía. El siglo veintiuno palpita en nuestras manos, ociosas enterradas arañadas y frías. No sé qué construimos cuando destruimos, no sé qué arrebatamos cuando tanto se nos arrebata. De todas las carencias y los lujos, yo he pedido un deseo desde el cansancio infinito, desde el profundo cansancio de esta nueva mirada: deseo la ausencia de rabia por el presente, que todo lo que venga no sea carne quemada y no sea solo nada. Deseo el año veinte de la promesa turbia. Yo ya no aguanto más. Le deseo a mi hija un futuro sin machismo, un siglo reluciente de igualdad. Eso, para empezar.

Lara Moreno

1 comentario


  1. Creo que su información es inexacta. En España se producen alrededor de 60 asesinatos de mujeres al año a manos de machos. Alrededor de 700 de hombres a manos de machos agresivos. Sorprendentemente El macho agresivo es un 1000 % más letal para el hombre que para la mujer. Además 1500 muertos y 3000 heridos graves entre los hierros de vehículos accidentados en tránsito. Y 3000 de mujeres y hombres por suicidio anualmente. Ahora, dimensionemos el problema y dediquemos recursos económicos para la prevención, en proporción a su gravedad.

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