Matrimonio para todos

Pocas veces un proyecto de ley habrá provocado en la Francia de hoy en día tantos debates, manifestaciones, violencia y escándalo desproporcionado. El matrimonio para todos, fórmula bastante hipócrita para denominar el matrimonio entre personas del mismo sexo, se ha convertido en un tema que ha echado a la calle a cientos de miles de personas, unas a favor, otras ferozmente en contra. Lo que ha resultado novedoso es la pasión que ha caracterizado este debate cuando el país ya había instaurado el PACS (Pacto Civil de Solidaridad) hace varios años sin que hubiera contestación. El PACS otorga derechos a los homosexuales pero no la posibilidad de casarse ni de adoptar niños.

El hecho de que este proyecto de ley se haya discutido en el Parlamento y luego en el Senado en tiempos de grave crisis económica ha permitido a los opositores al actual Gobierno aprovechar la ocasión para gritar fuerte su rechazo al sistema Hollande. Ciertamente ha habido familias que se han manifestado con sus hijos reclamando respeto al estatus del padre y de la madre, pero se ha mezclado todo y también se ha criticado duramente la política socialista. En la misma manifestación se ha visto a personas de la oposición clásica, la de la UMP, junto a militantes de extrema derecha del Frente Nacional, parados, anarquistas, etcétera.

Una oleada de odio contra los homosexuales se ha extendido por el país. Bares y cafés han sido atacados y varias personas han resultado agredidas y otras amenazadas.

El sábado 14 de abril participé en Nantes en un coloquio sobre “El islam moderno” junto a la militante gay Caroline Fourest. En cuanto cogió el micrófono para hablar, una cuarentena de individuos dispersos por la sala le impidieron pronunciar ni una sola palabra con silbidos estridentes, para a continuación lanzar al estrado bombas lacrimógenas que hicieron difícil el debate. Caroline no pudo tomar con normalidad el tren de vuelta a París. Unos manifestantes se colocaron sobre la vía del TGV impidiéndole salir de la estación. Caroline es una periodista valiente que defiende sus opiniones con claridad. Yo creía que esos individuos habían acudido para expresar su islamofobia. No, estaban allí porque Caroline trabajaba para que el Parlamento adoptara la ley del matrimonio para todos.

Esta violencia no es habitual. Francia, que hace decenios estaba a la vanguardia en el campo de la libertad de costumbres, se halla hoy a la cola de otros países europeos que han autorizado el matrimonio entre homosexuales. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué esta regresión? ¿Por qué tanta violencia? Quizá el país ha envejecido, está cansado y su juventud se mira cada vez más en América del Norte, en regiones lejanas. Quizá la gente ya no se siente segura, el país se debate sobre el multiculturalismo, el mestizaje, la diversidad. La identidad francesa cambia, se enriquece, se colorea y mezcla etnias, lenguas y culturas. La derecha francesa ya no se reconoce en ese paisaje. Por ello se opone a una transformación suplementaria como es la que permite a los homosexuales fundar una familia.

Uno de los argumentos principales de la nueva ley es este: el matrimonio para todos no quita nada a los heterosexuales; otorga a los que tienen otra tendencia sexual la posibilidad de ser como todo el mundo. Después de todo, la homosexualidad siempre ha existido y siempre ha sido combatida. Hoy, hombres y mujeres quieren vivir en libertad su sexualidad sin ser señalados con el dedo, agredidos o excluidos de la sociedad. Quieren acabar con la hipocresía. La cuestión de la adopción de niños por una pareja homosexual representa un problema. Pero lo que es importante es el amor que se da a un niño, no el hecho de que no crezca en un entorno tradicional. Conozco a una pareja de jóvenes brasileños que han adoptado a dos niños de las favelas de Río de Janeiro. Una cosa es segura: vivir en una familia con dos hombres es menos violento que sobrevivir en los bidonvilles de las favelas cariocas donde la esperanza de vida es de 25 años.

La exasperación de la sociedad francesa se ha concentrado en la homosexualidad. Y ello pese a que artistas, políticos y celebridades han declarado su homosexualidad públicamente. En la actualidad parece que ya no son aceptados en una sociedad en la que reina la intolerancia. Lo divertido ha sido ver a familias musulmanas unirse a los manifestantes de derechas enarbolando una banderola en francés y en árabe para reclamar como ellos “un padre y una madre” para cada niño.

Francia está crispada. Necesitaría un aire fresco que recordara los días de Mayo de 1968. Algunos jóvenes manifestantes contra el matrimonio gay decían ante la cámara de televisión: “Como mis padres, participo en el Mayo del 68, ¡pero al revés!”.

Tahar ben Jelloun

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