McCain y el peso de la Historia

La Convención del Partido Republicano estadounidense que acabamos de vivir en Minnesota tiene muchas lecturas pero una conclusión muy clara: el Senador McCain es un líder fiable y la mejor opción para gobernar el país. Lo es por muchas razones, pero destacaría una fundamental: porque cree en unos valores morales -solidaridad, esfuerzo, entrega, lealtad, entre otros- y es consecuente con ellos.

El azar, y la naturaleza, le han dado una nueva oportunidad de demostrarlo estos días. El paso del huracán Gustav por el sur del país estuvo a punto de provocar la cancelación de la Convención y al final ha marcado decisivamente su agenda, en especial las dos primeras jornadas, pero McCain y su equipo han estado a la altura de lo que exigían las circunstancias y demostrado que su lema Country First (el país, lo primero) es más que un eslogan electoral, es una declaración de intenciones que se llevan a la práctica.

McCain pidió a la inmensa maquinaria electoral de su partido que se pusiese al servicio de los damnificados por el Gustav y de las autoridades competentes, y así ha sido. Esta actitud puede parecer lo lógico, lo razonable e incluso habrá quien piense, en un puro cálculo electoral, que es lo más ventajoso para la imagen de McCain y su objetivo de ganar las elecciones de noviembre a la Casa Blanca.

Todas estas opiniones son por supuesto respetables. Pero los que hemos tenido la oportunidad de vivir la Convención desde dentro, de hablar con sus colaboradores y con destacados responsables del Partido Republicano, podemos certificar que McCain muestra una perfecta coherencia entre lo que piensa, dice y hace. Y su actitud ante el Gustav sólo ha sido una prueba más.

Esa coherencia es muy importante si se quiere no sólo ganar las elecciones sino, sobre todo, gobernar con éxito un país de la complejidad de Estados Unidos durante los próximos cuatro años.

La actitud de McCain estos días y el contenido de su discurso de proclamación, el jueves por la noche, confirman que es un líder que piensa en clave de futuro, en cómo puede mejorar la vida de sus ciudadanos en los asuntos concretos, en los problemas con los que todos, como ocurre también en Europa, tenemos que lidiar a diario: el empeoramiento de la economía; el acceso a la educación y a la sanidad; la seguridad ante amenazas latentes como el terrorismo. Una visión que se resume en una de las ideas más repetidas en su discurso del jueves, el día que fue proclamado oficialmente candidato de su partido: «primero, la gente».

Esta mirada al futuro es destacable en un hombre que, como le achacan sus detractores presentando como defecto algo que en realidad tiene más de virtud: tiene mucha historia a sus espaldas.

Porque pudiendo explotar esa larga trayectoria y algunos hechos tan destacables como su etapa de prisionero en Vietnam -en el que no insistiré por ser de sobra conocido-, McCain ha apostado por el hoy y por el futuro porque sabe que es lo que le conviene no sólo a él o al Partido Republicano, sino sobre todo al conjunto del país.

De ahí la elección del Country First y de los ejes temáticos que ha tenido la Convención de estos días: servicio, prosperidad, paz.

En cambio, el candidato del Partido demócrata, Barack Obama, está mucho mas obsesionado con la Historia, con mayúscula. En principio, algo curioso teniendo en cuenta que es bastante más joven que McCain.

El propio McCain, en un gesto que le honra, ha reconocido el mérito de Obama por llegar a su actual posición. Pero su discurso implícito y sobre todo su estrategia se centran de manera exagerada en el hecho histórico, en cierto modo en la reivindicación ante el pasado en parte traumático del país, que puede suponer su eventual llegada a la Casa Blanca.

La elección de la fecha de su discurso el día de su proclamación oficial como candidato, con un guiño a un célebre discurso de Martin Luther King, o la celebración de mítines multitudinarios en lugares míticos como la Puerta de Brandeburgo en Berlín demuestran que Obama y su equipo priman más la forma que el contenido -¿cuáles son realmente las propuestas innovadoras de Obama?-, y siempre además con la Historia en el retrovisor.

Como es obvio, en las campañas electorales todos los candidatos juegan las bazas que les parecen más oportunas para defender sus intereses, y eso es algo legítimo. Pero en el caso de Obama esas bazas tienen mucho de humo, de la clásica apelación de la izquierda a un pretendido romanticismo político y de la apropiación de un supuesto progresismo y liderazgo moral.

Cabe preguntarse si, como Rodríguez Zapatero en España, que ha utilizado esa misma estrategia de crear ilusiones vacías de sustancia, el Senador Obama cederá a la tentación de sembrar la división entre sus conciudadanos para obtener un beneficio exclusivamente partidista. O si rebuscará en algunos episodios de la historia estadounidense, como la Guerra Civil, también en beneficio partidista.

En cualquier caso, frente a esos fuegos de artificio que los ciudadanos estadounidenses empiezan a percibir -Obama no ha despegado claramente en las encuestas después de la Convención Demócrata de Denver-, el Senador McCain presenta una actitud quizá menos espectacular pero mucho más pragmática y, por tanto, más útil para el interés general. Porque se trata de gobernar y de gestionar un país, no solo de crear ilusiones.

También por eso ha elegido como compañera de candidatura y como su futura vicepresidenta a Sarah Palin, Gobernadora de Alaska y una política solvente que emocionó en su discurso del miércoles por su contundencia, por su sinceridad. Más allá de los dos o tres rasgos con los que se la presenta habitualmente en los medios de comunicación, casi siempre como ultraconservadora, Palin ha demostrado que tiene el coraje de tomar decisiones y de ser consecuente con sus ideas.

Y también de mirar al futuro, que, insisto, es en Estados Unidos, como en Europa, lo que interesa al ciudadano porque es lo que aún no está escrito y sobre lo que podemos actuar.

Al final serán los ciudadanos estadounidenses, todos, los que decidan con su voto lo que más les interese. En Europa tendremos que aceptar el resultado y trabajar con la nueva Administración, sea cual sea, porque es nuestra responsabilidad como políticos. Pero también desde un prisma europeo, y por tanto español, creo que la mejor opción sería tener a John McCain como presidente de los Estados Unidos.

Le conocí personalmente en 2006, cuando participó en Bruselas en una conferencia organizada por el Partido Popular Europeo (PPE), y donde comenzamos una fructífera relación que ha acercado el Partido Republicano a numerosos partidos de centro-derecha europeos. Su interés por la política exterior, por tanto, no es una consecuencia de su deseo de llegar a la Casa Blanca sino que es mucho anterior, a diferencia de lo que le ocurre a Obama, que intenta a marchas forzadas crearse un perfil no solo centrado en lo doméstico, como hizo con las recientes fotos en el Elíseo y en la Puerta de Brandeburgo de Berlín.

En aquel encuentro de 2006, McCain todavía era un político semidesconocido en Europa, en especial para la opinión pública. Pero ya entonces demostró un gran conocimiento de la realidad europea, y de casos concretos como Rusia.

Es cierto que la política exterior, aparte de casos como el de la situación en Irak, no es un tema central en la actual campaña electoral en Estados Unidos. Pero como europeos nos conviene sin duda tener al frente del Gobierno estadounidense a un hombre no sólo conocedor de las relaciones internacionales, sino convencido de la importancia de ellas, como es McCain.

Baste un ejemplo: en 2006 McCain aceptó ir a Bruselas para, a través del PPE y con una visión a medio-largo plazo, empezar a tejer relaciones con Europa y sus instituciones. En 2008, Obama ha viajado a Europa pero no pasó por Bruselas, quizá porque la foto en la sede de la Comisión Europea puede parecerle menos atractiva que la del Elíseo parisino o la de la Puerta de Brandeburgo berlinesa.

En definitiva, McCain garantiza una mayor fluidez en las relaciones transatlánticas, que son vitales, guste o no, para afrontar los desafíos globales que tiene el planeta: entre otros, el cambio climático, la seguridad o el bienestar económico.

El PPE, como primera fuerza política europea que es, está empeñado desde hace años en contribuir a la mejora de esas relaciones, y continuara haciéndolo después de las elecciones de noviembre. Los vínculos con el Partido Republicano se mantendrán y también se trabajará con el inquilino de la Casa Blanca. Quién será éste va a depender de si los estadounidenses votan más pensando en el futuro o en el peso de la Historia.

Antonio López-Istúriz, eurodiputado y Secretario General del Partido Popular Europeo.