Me voy a poner el pañuelo

El día 6 de noviembre, en Madrid, me voy a poner un pañuelo y me voy a echar a la calle a exigir esa Justicia que las víctimas del terrorismo deberían tener garantizada y que por culpa de gobernantes sin más principios que el poder, no tienen. ¿Ustedes creen que hay derecho a que quienes hemos perdido a nuestros seres queridos vivamos en medio de esta confusión sin saber si ETA se sentará definitivamente en los ayuntamientos? ¿Piensan que sea justo soportar las continuas excarcelaciones de etarras sin más motivo que la voluntad de este Gobierno de explorar vías de negociación? No, no lo es. Y por eso saldré a decir basta. Basta ya con la tortura diaria de ver a Arnaldo Otegui a triple página diciéndonos lo que tenemos que hacer, y a Zapatero respondiendo que sus palabras no caerán «en balde».

¿Pero es que nos hemos vuelto locos o acaso se nos ha olvidado que este hombre está en la cárcel por pertenecer a una organización terrorista? Basta ya de aguantar a Rubalcaba diciendo sin la menor vergüenza que en Nanclares de Oca no hay etarras y preparando formularios que aligeren las condenas a los terroristas. Basta ya de que los etarras se rían de nosotros mientras llevan a su madre a la peluquería en vez de estar pagando por sus crímenes. Basta ya de vergonzosos juegos de palabras que dicen que el PSE aceptaría la palabra «inexorable», que quiere decir inevitable, respecto al abandono de la violencia de ETA. Basta ya de aceptar cualquier fórmula falsa con tal de allanar la entrada de Batasuna en los ayuntamientos. Basta ya de tener que escuchar al Gobierno repetir que el fin de ETA está próximo, mientras los empresarios siguen recibiendo cartas de extorsión y, que yo sepa, siguen armados hasta los dientes. Basta ya de aguantar en silencio por falta de pruebas. ¿Que más pruebas queréis? A mí me basta lo que veo, que no es sino una continua voluntad política de ofrecer a la órbita terrorista todo aquello que demanden para que abandonen las armas. No era ese el pacto, señor Zapatero; era al revés. ¿Se le ha olvidado? Ellos entregaban las armas y no había recompensa sino cárcel en vez de sillones. ¿Qué eso nunca lo harían? ¿Y entonces, qué propone? ¿Que les demos lo que quieren a ver si se vuelven buenos y dejan de matarnos?

A veces siento vergüenza de mi país cuando veo como un legítimo Gobierno se pliega ante una banda terrorista sin el menor pudor, humillando no solo a sus víctimas sino a todos los españoles que no comprenden esa indecente carrera para acabar con ETA «como sea», pisoteando la justicia, la memoria, el dolor, la dignidad, la valentía y los valores más sagrados que nos honran. Por eso voy a salir a la calle para que mis hijos vean que España no es la suma de Zapatero y Rubalcaba diseñando a la carrera un futuro de humillación e injusticia para no perder el poder. España será lo que los españoles quieran que sea, y me consta que aunque todos ansían el fin de ETA, tanto como yo, la mayoría de ellos no admitirán que una simple declaración de intenciones les baste a los terroristas para gobernar en sus pueblos y para sacar de las cárceles a sus compañeros presos. ¡Para este viaje no necesitábamos tantas alforjas! Tanta sangre derramada, tanto sacrificio, tanto llanto, tantos héroes anónimos, tantas familias destrozadas, tanta esperanza en la Justicia, tanto amor a España, tanta lucha, para al final descubrir que basta un presidente en apuros y un superministro listo y con escasos principios para que ETA consiguiera sus objetivos. ¿Era esa la derrota que nos vendieron a los cuatro vientos? Sí, esa era la derrota, pero la nuestra, la de las víctimas y la de la democracia, no la del terrorismo. Dicho esto, saldré a la calle con la fuerza que aún me queda, me pondré mi pañuelo, negro, rojo, verde y blanco, por el luto, la sangre, la esperanza y la verdadera paz y espero encontrarme con todos aquellos que aún creen que el pueblo, con la soberanía que le otorgan tantos años de sufrimiento y de coraje, tiene la última palabra en esta injusta negociación con ETA.

Teresa Jiménez-Becerril