Medicina preventiva, la mejor

Recuerdo estar tumbado en la alfombra del piso de mis padres, cuando era un niño, viendo el programa de televisión ‘Más vale prevenir’, del periodista Ramón Sánchez Ocaña. Me gustaba. Se hablaba de medicina y estimulaba aún más mi vocación de médico. Su título era perfecto. Enganchaba. Y era interesante porque tal vez en el mundo de la investigación y de la clínica atrae más dedicarse a la curación que a la prevención. Es evidente que curar a un enfermo es uno de los actos médicos más bonitos y gratificantes que los profesionales de la medicina pueden experimentar. Pero ¿no sería mejor evitar que algunas enfermedades aparezcan? En este sentido, la medicina preventiva quizá ha salvado muchas más vidas que la orientada al tratamiento de enfermedades ya diagnosticadas.

La Historia de la Medicina nos habla de uno de los primeros casos de cómo evitar enfermedades. El doctor Semmelweis se dio cuenta en 1847, en un hospital de Viena, de que el simple hecho de que los obstetras se limpiaran las manos con una solución desinfectante podía evitar la muerte de la mujer que acababa de tener un hijo, algo que hasta entonces afectaba a una cuarta parte de estas. Este proceso eliminaba los microorganismos asociados a la ‘fiebre del parto’. En aquella época no se sabía por qué pasaba, y no fue hasta más tarde, con los descubrimientos de Louis Pasteur sobre los gérmenes y la aplicación de condiciones de asepsia establecidas por el doctor Joseph Lister, que comenzó a aplicarse esta medida.

El término ‘medicina preventiva’ lo podemos aplicar de muchas maneras, y los ejemplos actuales pueden ser múltiples. Las vacunas. Esta forma de prevención de infecciones ha salvado millones de vidas. La mortalidad infantil sería enorme sin un correcto calendario de vacunación. Estamos hablando de vacunas contra muchos virus causantes de enfermedades terribles que poco a poco vamos erradicando, pero también de vacunas más nuevas como la de Hepatitis B o la del papiloma virus para evitar los problemas en el hígado (hepatitis, cirrosis, hepatocarcinoma) y los tumores de cabeza y cuello (garganta, boca, lengua), ano y pene, respectivamente. Si la preciosa y malograda Farrah Fawcett, el ‘ángel de Charlie’ rubio y delgado de la primera etapa de la serie clásica de televisión, se hubiera vacunada contra el papiloma, aún estaría entre nosotros. Y Michael Douglas no estaría afectado por el tumor que ahora tiene.
Como sociedad, debemos exigir un sistema sanitario que permita una buena detección precoz

Y ya que estamos hablando de cáncer, hay un tipo de prevención muy especial: evitar el hábito tóxico que causa una enfermedad. Si no fumamos, el riesgo de tener cáncer de pulmón, de boca o de la vejiga se reduce muchísimo. Y también las probabilidades de desarrollar la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), una patología que puede llegar a ser muy incapacitante. Y si evitamos las exposiciones prolongadas a la luz solar y las radiaciones ionizantes, nos protegemos adecuadamente las zonas más expuestas y evitamos las horas en que los rayos nos llegan más directamente, reducimos sensiblemente el melanoma.

Pero además, como sociedad, debemos exigir un sistema sanitario que permita tener una buena detección de enfermedades en estados muy tempranos, donde una curación sí es posible. De ahí la importancia de los llamados cribados. Algunos ejemplos son la revisión ginecológica contra el cáncer del cuello de útero, las mamografías contra el de mama o las colonoscopias contra el de colon y recto. La introducción del cribado ginecológico ha convertido el cáncer de cérvix, que mataba a miles de mujeres en toda España, en un tumor que se detecta a tiempo y se puede eliminar, en la mayoría de casos, por una cirugía simple.

Y, evidentemente, la prevención en sus modalidades se puede extender a todas las enfermedades que nos afectan. Si tenemos altas las grasas en la sangre (colesterol y triglicéridos), una pastilla de un fármaco como las estatinas nos hará reducir el riesgo de arteriosclerosis, ictus o infarto. Pero no nos creamos inmunes, y continuemos con los buenos hábitos dietéticos y de ejercicio. Y lo mismo sucederá con las enfermedades neurodegenerativas que empiezan ahora a mostrarnos la verdadera magnitud de la tragedia. Marcadores sanguíneos y pruebas de imagen cerebral nos darán la primera pista de que esa persona comienza el camino hacia el alzhéimer y pronto seremos capaces de ralentizar su progresión.

Como dice la canción de Lluis Llach, "Per tot això i coses que t’amago, em caldria agrair-te tant temps que fa que t’estimo". Medicina preventiva, la mejor.

Manel Esteller, médico. Institut d'Investigacions Biomèdiques de Bellvitge.

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